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Chicho Ibáñez Serrador, el hombre que despertó a la televisión
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Muere a los 83 años

Chicho Ibáñez Serrador, el hombre que despertó a la televisión

Él, que había crecido entre cajas, entre bambalinas de los mejores teatros del mundo amparado por su padre, Narciso Ibáñez Menta, se decantó por aquel recién nacido instrumento

Foto: Chicho Ibáñez Serrador, en el control de realización de TVE. (RTVE)
Chicho Ibáñez Serrador, en el control de realización de TVE. (RTVE)

Chicho Ibáñez Serrador tenía 28 años cuando arribó en una recién nacida Televisión Española. Jugaba con ventaja puesto que, a pesar de su juventud, ya era un veterano al otro lado del charco, en la televisión argentina. Él, que había crecido entre cajas, entre las bambalinas de los mejores teatros del mundo amparado por el espíritu creador de su padre, Narciso Ibáñez Menta, hizo sus pinitos en el teatro pero al final se decantó por aquel recién nacido instrumento.

En 1963 descargó su espíritu aventurero en la España tardofranquista. Fue todo un soplo de aire puro.

Chicho modernizó el lenguaje audiovisual y despertó aquella televisión en blanco y negro, una televisión aterrorizada por la censura y por el espíritu puritano, gazmoño y santurrón que entonces gestionaba un país loco por explotar de la mano de la libertad.

Adolfo Suárez y Juan José Rosón le encomendaron la misión de lavar la cara de la Corporación, así que se encargó de organizar la operación premios, la misma con la que TVE se presentó en los festivales europeos.

Seducido por la literatura de Edgar Allan Poe y Ray Bradbury, admirador de Alfred Hitchcock e incondicional del humor negro, el mismo que le ayudó a sobre llevar la púrpura hemorrágica, una enfermedad infantil que le tuvo postrado en la cama durante años, Ibáñez Serrador se obcecó en demostrar que el género fantástico y de terror podía funcionar en ese nuevo invento de 625 líneas.

Su primer éxito fueron sus ‘Historias para no dormir’, no quiso firmar los guiones y se inventó el pseudónimo de Luis Peñafiel. Jugaba con ventaja, sin riesgos, puesto que venía de meter el miedo en el cuerpo en Argentina con ‘Obras maestras del terror’.

Su primer éxito fueron sus ‘Historias para no dormir’, no quiso firmar los guiones y se inventó el pseudónimo de Luis Peñafiel

El óxido del tiempo ha otorgado empaque y poderío a capítulos como ‘El televisor’, ‘La espera’, ‘El cuervo’ o ‘La pesadilla’, no en vano han ejercido un gran influjo en realizadores como Juan Antonio Bayona, Paco Plaza, Jaume Balagueró, Rodrigo Cortés, Juan Carlos Fresnadillo. Alejandro Amenábarcuando estrenó ‘Tesis’, su ‘ópera prima’, confesó lo que le impactó ver 'El asfalto', el corto donde el padre de Chicho moría sepultado y con el que ganó el premio Ninfa de Oro del Festival de Televisión de Montecarlo en 1967.

Sus historias de miedo le otorgaron reconocimiento y un Premio Ondas al Mejor Autor en 1969. La fama, la popularidad y las audiencias (impensables en el siglo XXI) llegaron gracias a ‘Un, dos, tres’ y a una calabaza simpáticona que canotier y bastón en mano acababa con el piso, el coche y los sueños de los concursantes (o no, que todo podía ocurrir).

Chicho incluso le prestó su voz a la entrañable calabaza, previo paso por los técnicos que le metieron un pelín de velocidad para que nadie reconociera al maestro.

Foto: Chicho Ibáñez Serrador, trabajando en TVE. (RTVE)

Chicho jamás abandonó el género fantástico. Alternó el concurso con nuevas adaptaciones de relatos de terror para Televisión Española y Radio Nacional de España.

Incombustible en la creación, Ibáñez Serrador no se dejó fagocitar por Ruperta. Visionario como pocos, en 1989 dirigió ‘Waku Waku’, un programa centrado en el mundo animal, en el que ya se hablaba de los peligros de la extinción de razas, presentado primero por Consuelo Berlanga y más tarde por Nuria Roca.

Esto de recuperar la fauna no le debió parecer lo suficientemente revolucionario y tras el terror, la calabaza y los animales, se atrevió con el sexo, que en 1990 aterrizó por primera vez en la historia de la televisión española. Otra vez todos pegados a la pantalla. Gracias a ‘Hablemos de sexo’, la doctora Ochoa, hoy lady Foster, entonces una impertérrita señorita Rotenmeller, normalizó palabras como orgasmo, dildo o eyaculación precoz.

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‘El semáforo’ fue su última aportación a la tele, un programa presentado por Jordi Estadella en el que aspirantes a artistas se sometían al veredicto del público que valoraba con aplausos o cacerolas cada actuación.

Ibañez Serrador pasó sus últimos años alejado de la televisión, se dejó ver hace unos meses, el pasado 14 de enero, cuando recibió el Goya de Honor.

Pero su última aparición en televisión fue 26 de septiembre de 2016 en ‘Late Motiv’, Jota Bayona visitó el plató de Buenafuente para promocionar ‘Un monstruo viene a verme’. En un primer instante, el director pensó que se trataba de un actor, se mostró impresionado al darse cuenta de que se trataba del verdadero Chicho. “¡Es el de verdad!”, le espetó a Buenafuente emocionado.

Chicho Ibáñez Serrador tenía 28 años cuando arribó en una recién nacida Televisión Española. Jugaba con ventaja puesto que, a pesar de su juventud, ya era un veterano al otro lado del charco, en la televisión argentina. Él, que había crecido entre cajas, entre las bambalinas de los mejores teatros del mundo amparado por el espíritu creador de su padre, Narciso Ibáñez Menta, hizo sus pinitos en el teatro pero al final se decantó por aquel recién nacido instrumento.

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