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Jugando a ser Tarantino
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Jugando a ser Tarantino

Ya lo dijimos aquí hace unas semanas: el cine empieza a sufrir una creciente tarantinización. El problema es que los aprendices de brujo no estén a

Ya lo dijimos aquí hace unas semanas: el cine empieza a sufrir una creciente tarantinización. El problema es que los aprendices de brujo no estén a la altura y lo que, como en el caso que nos ocupa, pretenda ser una historia en la que se ironiza con la violencia, termine pegando un mazazo demasiado potente a las reglas del buen gusto.

 

Kick Ass llega a nuestro país después de los magnificos resultados cosechados en la taquilla USA. Es un trabajo que adapta un cómic de Mark Millar, que fue creando el texto casi a la vez que se pergeñaba un guión que las productoras fueron rechazando una por una por culpa del personaje de Hit Girl, una niña de 11 años fascinada con la violencia. El tema era delicado; solución: ironía. Problema: Matthew Vaughn -responsable de Crimen organizado o Stardust-, no la sabe manejar suficientemente. Buscaba hacer "un Pulp Fiction del cómic". Imposible.

 

La película no mantiene el tono de farsa, desde luego, y se refrenda en la utilización de recursos musicales que van en una dirección contraria a esa idea. Vaughn es, sin duda, un director perdido en un conjunto de intencionalidades. Todo ello a pesar del magnífico arranque, un conjunto de escenas que recogen todos los puntos esenciales para que la cinta consiga reflejar de manera fresca una de esas historias sobre inadaptados de instituto que sueñan con chicas inalcanzables. En este caso un joven fascinado con los cómics y con pocos aires de súper héroe que, no obstante, en un afán quijotesco intentará enfundarse unas mallas y enfrentarse a los malos.

 

Buen intento de Vaughn, que sigue demostrando tener muy buenas maneras para el cine de acción, pero no para insuflar la coherencia necesaria a lo que hace. Será en otra ocasión.

Ya lo dijimos aquí hace unas semanas: el cine empieza a sufrir una creciente tarantinización. El problema es que los aprendices de brujo no estén a la altura y lo que, como en el caso que nos ocupa, pretenda ser una historia en la que se ironiza con la violencia, termine pegando un mazazo demasiado potente a las reglas del buen gusto.