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Una travesura de Tarantino a dos velocidades
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Una travesura de Tarantino a dos velocidades

Quentin Tarantino tiene dinero y talento para lo que le de la gana, por eso no duda en divertirse jugando a hacer ese cine que le

Quentin Tarantino tiene dinero y talento para lo que le de la gana, por eso no duda en divertirse jugando a hacer ese cine que le gustaría ver en la gran pantalla. Muestra de ello es este Death Proof que se ha sacado de la manga para realizar esa sesión doble homenaje al cine Grindhouse que se completa con la primera parte escrita y dirigida por su amigo Robert Rodríguez, Planet Terror.

Grinhouse es el nombre que recibían las películas proyectadas en estas sesiones y cuyo equivalente en nuestro país serían esos improvisados cines de verano de pueblo en los que lo mismo podías ver una de Terence Hill y Bud Spencer, de John Carpenter-a quién Tarantino homenajea recuperando a su actor fetiche, Kurt Rusell- o de Manolo Escobar. Aunque no se ponen de acuerdo en explicar por qué se le dio este nombre, lo más probable es que provenga de grind-out (machacar), ya que debido a la multitud de salas que las copias recorrían y el mal estado de muchas de sus máquinas, acababan hechas polvo. Las salas de mala muerte o los autocines que los organizaban se nutrían básicamente del genero conocido como exploitation que hacía referencia a las cintas que estaban hechas al margen de los grandes estudios (de ahí su poco presupuesto y la libertad de la que gozaban sus creadores) y pensadas para un público ávido devorador de terror y escenas de sexo y violencia gratuitas.

Pues todo esto es lo que ha tenido en cuenta Tarantino a la hora de hacer su aportación a la sesión, eligiendo el estilo slasher (un subgénero de película de terror) para este Death Proof que posee dos velocidades. Una es la que marcan las dos persecuciones de coches finales de cada una de las dos partes en las que se divide, narrativamente unidas por el personaje del especialista de cine obsesionado con provocar accidentes. La otra, toda esa cháchara de los dos grupos de chicas hablando de sí mismas, de sus aventuras amorosas o de su trabajo. En toda esta parte se echan de menos unos diálogos más punzantes, pues se terminan haciendo pesados y redundantes. Sin embargo, las secuencias de persecución están muy bien rodadas. La primera contiene un choque bestial entre dos coches; y la segunda, bastante larga, es realmente trepidante. Tanto, que se permite algún capricho como desacelerar un poco toda la acción de la carretera, mostrando desde la persecución silenciada desde detrás de uno de esos extractores de petróleo típicos de carretera yankee.

Además, al igual que Rodríguez, no se corta un pelo a la hora de envejecer la película e incluso hacer ver que falta metraje (los proyeccionistas a veces quitaban partes que les gustaban y se las guardaban, con lo que la película iba perdiendo contenido en su paso de un cine a otro). Y, por supuesto, no escapa a sus obsesiones: su fetichismo con los pies o esos homenajes (plagios, dirían algunos) o referencias a otras películas que le encantan puestos en boca de personajes son tan fanáticos y cínicos como él. Además de reírse del éxito de la famosa melodía del silbido de Kill Bill -una de las chicas tiene ese tono en el móvil-, recuerda títulos míticos en esto de las persecuciones automobilísticas: Punto límite cero o Los locos del Canonball, puestos en boca de estas féminas malhabladas y obsesionadas con la velocidad.

Tampoco duda en tirar de un actor de estos poco reconocidos para revitalizarle como ya hizo con Travolta e intentó con Pam Grier. Es aquí Kurt Russell el elegido para ejemplificar toda su fascinación por el mundo de los especialistas de cine y los inventos que introducen en sus coches death proof ('a prueba de vida') para salir ilesos en complicadas tomas. Aunque el guión no dé para mucho lucimiento, Russell regala una escenita impagable con Tamiia Potter, en la que le pide que le haga un bailecito en el que Tarantino no dudará en explayarse visualmente.

No siendo habituales las sesiones dobles fuera de Estados Unidos –aunque algún cine lo haya intentado-, nos hemos quedado con ganas de ver esta cinta y la de Rodríguez juntas en una sola sesión –todos sabemos que siempre es mejor un dos por dos que un dos por uno en materia de beneficios-. También, sus cinco trailers: el único que se puede ver es ese Machete de órdago junto a Planet Terror. Para el resto -Werewolf Women of the SS, Don't, Thanksgiving y Hobo With A Shotgun-.habrá que esperar al DVD.

Teniendo en cuenta lo que se proponían, el resultado no está nada mal. Pero Tarantino se queda a medio camino entre actualizar el género y ser fiel a él, y por ser quien es y por haber demostrado anteriormente una mayor destreza y agilidad en otros homenajes fílmicos a esos cines que tanto le gustan, esperábamos algo más de él que esta travesura fílmica, divertida solo a ratos.

Quentin Tarantino tiene dinero y talento para lo que le de la gana, por eso no duda en divertirse jugando a hacer ese cine que le gustaría ver en la gran pantalla. Muestra de ello es este Death Proof que se ha sacado de la manga para realizar esa sesión doble homenaje al cine Grindhouse que se completa con la primera parte escrita y dirigida por su amigo Robert Rodríguez, Planet Terror.