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¿Alergia en invierno? Se disparan los casos en España, y la culpa la tienen los setos
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no, no eres el único con picores

¿Alergia en invierno? Se disparan los casos en España, y la culpa la tienen los setos

Las cupresáceas, cipreses y plantas arizónicas utilizadas masivamente como setos, multiplican desde hace años el número de alérgicos en núcleos urbanos con la ayuda de la contaminación

Foto: Las alergias en invierno son cada vez más comunes.
Las alergias en invierno son cada vez más comunes.

“Estoy harto de tener que explicarle todos los años a las mismas personas que tengo alergia aunque sea invierno”, cuenta Anxo Sánchez. Como a muchas personas, a él también le afecta el polen de las cupresáceas, una familia de árboles y arbustos que incluye a los cipreses y a las arizónicas, plantas que se suelen utilizar como seto en parques y jardines. También es alérgico a las gramíneas y los síntomas son parecidos: rinitis, picores, estornudos, congestión nasal. Desde mediados de enero tiene que tratarse con antihistamínicos.

En su caso, el problema se agrava porque vive junto al cementerio de Carabanchel y un camposanto es el reino de los cipreses. “No hay mucho que hacer. Tratamos de ventilar poco la casa, sobre todo a primera y a última hora, que es cuando más polen hay. Lo peor son los días de viento. Y si tienes pelo largo, como mi mujer, que también tiene esta alergia, se te pegan los granos de polen”, comenta este matemático, profesor en la Universidad Carlos III de Madrid, al que le gusta salir a andar, una actividad que tiene muy restringida en estos meses.

Foto: Un nuevo estudio sugiere que una mala salud bucal podría provocar Alzheimer (Foto: Wikimedia)

Para colmo, en su entorno lo tiene todo en contra. “La Vía Lusitana está repleta de arizónicas que son enormes y la zona de Plaza Elíptica es uno de los puntos más contaminados de todo Madrid según los medidores del Ayuntamiento”, comenta. La polución es un factor que potencia los síntomas, por eso esta alergia incide especialmente en áreas urbanas.

Las circunstancias de Ana Lobo son muy diferentes, porque vive en una pequeña localidad zamorana. Aún así, tampoco se libra de la alergia a las cupresáceas. “Aquí no hay, pero el pueblo de al lado, que está a dos kilómetros, está lleno de chalets con setos y si cojo el coche para ir a Zamora, no puedo ni abrir la ventanilla porque empiezo a estornudar”, afirma.

Precisamente, la primera vez que se encontró realmente mal fue en un viaje a Madrid. “Era como un catarro muy fuerte, pero el médico enseguida me dijo que podía ser alergia, así que me hizo las pruebas y salió que soy un poco alérgica a las gramíneas, pero sobre todo a las cupresáceas”, explica, “nunca había tenido nada y me apareció con casi 30 años”.

Fue diagnosticada en 2013 y desde entonces sabe lo que le espera entre enero y marzo, aunque puede variar la intensidad: “El año pasado apenas tuve, pero este año ha venido más fuerte”. En su caso, sólo recurre a los antihistamínicos cuando se encuentra mal, pero utiliza a diario un aerosol nasal de mometasona. “La mayoría de la gente piensa que tienes catarro y no entiende que si se trata de alergia, puedas salir al campo. Ocurre lo contrario que con las gramíneas, porque las cupresáceas están en los parques, jardines y urbanizaciones”, comenta.

Los casos se disparan

Estos ejemplos están dejando de ser excepcionales. Las alergias se han disparado en invierno. Los datos de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC) indican que en los años 90 tan sólo un 5% de los alérgicos al polen se veían afectados por las cupresáceas. “Hace dos décadas era anecdótico, pero en la actualidad llegan al 40% de los casos en Madrid, Barcelona y Sevilla, las grandes ciudades”, explica a Teknautas Francisco Feo Brito, investigador, miembro de SEAIC y jefe de la Sección de Alergia del Hospital General de Ciudad Real. Después de las gramíneas y el olivo, las cupresáceas ya se sitúan en el tercer lugar por el número de alergias al polen que provocan.

Existen varios factores que lo explican. En primer lugar, hay que tener en cuenta que todas las enfermedades alérgicas están creciendo. Según la teoría de la higiene, las medidas de salud de los países desarrollados hacen que el sistema inmune tenga poco trabajo y reaccione de forma exagerada ante antígenos que antes eran inocuos.

Los factores genéticos también son importantes. “Un hijo de dos personas que no sean alérgicas tiene un 20% de probabilidades de serlo; si uno de los dos progenitores lo es, las posibilidades aumentan al 40%; y si lo son ambos, al 60%”, explica Francisco Feo.

Por supuesto, aparte de la predisposición genética, todo depende de la cantidad de polen que haya en el ambiente. “Las alergias se activan a partir de 100 granos de polen por cada metro cúbico y en el caso de las cupresáceas se han llegado a medir más de 1.500 granos en Madrid, mientras que aquí en Ciudad Real estábamos por 150 o 200”, apunta.

Arizónicas por doquier

Las plantas arizónicas proceden de Norteamérica –el nombre hace referencia al estado de Arizona, pero se encuentran por gran parte del sur de Estados Unidos y el norte de México- y se han multiplicado en las últimas décadas en parques, colegios, jardines, calles, fincas, piscinas y urbanizaciones debido a sus características, como la hoja perenne y el hecho de que se puedan podar con facilidad formando setos frondosos. Mientras que el nivel de polen de las gramíneas permanece estable en las últimas décadas, el de las cupresáceas aumenta significativamente.

Su polinización tiene lugar en invierno, pero se ve aún más favorecida si el tiempo es seco y las temperaturas son suaves, así que el cambio climático también puede estar jugando en contra de los alérgicos. “Este año ha venido con algo de retraso, ha comenzado en la segunda quincena de enero, cuando algún día hemos alcanzado ya los 500 granos por metro cúbico. Se suele prolongar durante cuatro o cinco semanas, por lo menos hasta los primeros días de marzo”, indica el especialista.

placeholder Ejemplo de Arizónica
Ejemplo de Arizónica

La relación entre contaminación y polen

En cualquier caso, la contaminación es un factor fundamental, el que explica en gran parte que la incidencia en los grandes núcleos urbanos sea mucho mayor. Por una parte, empeora cualquier enfermedad respiratoria, porque tiene un efecto irritante; pero además, “cuando el aire está contaminado, la planta sufre estrés y el polen se vuelve más alergénico, es decir, produce más alergia”, señala.

De hecho, Francisco Feo ha participado en un trabajo científico que acaba de publicarse en la revista Plant Physiology and Biochemistry que así lo demuestra. Los investigadores compararon plantas de Madrid y de Ciudad Real. Las primeras, sometidas a mucha más contaminación, eran menos eficientes realizando la fotosíntesis y sufrían mayor estrés oxidativo, lo que afectaba directamente a su polen, que tenía una mayor capacidad alergénica. “Para los madrileños el riesgo se duplica”, asegura. Ese estudio se ha centrado en una especie de césped, una gramínea perenne, pero las conclusiones acerca de los efectos de la contaminación se pueden hacer extensibles a otros tipos de polen.

Este mismo grupo de investigación, que lleva 20 años estudiando la relación entre polen y contaminación, ya averiguó en un trabajo anterior que los pacientes asmáticos alérgicos a pólenes evolucionaban mucho peor en Puertollano que en Ciudad Real, dos localidades de la misma provincia pero con ambientes muy diferentes, ya que la primera sufre una alta contaminación industrial.

El diésel tiene mucha culpa

Otros estudios indican que la combinación de los granos de polen y las partículas en suspensión que emiten los vehículos diésel hace sensibles a las alergias a personas que no lo serían en condiciones normales. Estas partículas ultrafinas recubren los granos de polen y tienen una gran capacidad de penetración en nuestro organismo, más allá incluso del sistema respiratorio, causando problemas cardiovasculares.

Una investigación del Hospital Universitario Vall d'Hebron de Barcelona publicada en 2017 explica cómo ambos factores interactúan entre sí para potenciar las alergias, provocando más casos de asma aunque el número de granos de polen no sea muy elevado.

Con todos estos elementos es fácil adivinar que una ciudad como Madrid se convierte en un infierno para los alérgicos a las cupresáceas en las situaciones de inversión térmica para las que se activan los protocolos anticontaminación. El tiempo anticiclónico atrapa la contaminación que se une a este polen invernal para hacerle la vida imposible a cada vez más pacientes rodeados de setos.

Cómo saber si tienes alergia o catarro

Según Francisco Feo, los síntomas de la alergia a las cupresáceas son ligeramente diferentes a los de la alergia a las gramíneas. “Hay menos problemas oculares, estornudos y secreción nasal, pero provoca mayor obstrucción de garganta y deriva con más frecuencia en asma”, señala.

Aunque la confusión con los catarros, gripes y resfriados típicos de esta época es habitual, “es fácil discriminar porque la evolución es diferente”. En el caso de un catarro, “no dura más de cinco a siete días y suele acompañarse de dolor de garganta y malestar general. Cuando es alergia, se prolonga unas cuantas semanas, pero con una intensidad muy variable en función de la exposición al polen. Si además aparece una tos seca y dificultades graves para respirar, podría derivar en asma.

“El tratamiento no cura, pero sí alivia”, apunta el alergólogo. Por una parte, están los antihistamínicos, que bloquean la histamina, la sustancia que libera el organismo en una reacción alérgica. “En los últimos tiempos han mejorado mucho, algunos ya no producen sueño, así que la gente puede trabajar, estudiar o conducir, hacer una vida normal”, destaca. Por otra parte, los corticoides se utilizan como tratamiento tópico para aliviar la congestión.

“Hay que tener en cuenta que si la alergia no se trata, va empeorando con la edad y puede llegar a provocar un asma crónico”, advierte, sobre todo teniendo en cuenta que muchas personas se ven afectadas por todos los tipos de polen y, por lo tanto, pueden sufrir sus efectos desde enero hasta junio.

Nuevas vacunas contra las alergias

Una alternativa son las vacunas antialérgicas contra pólenes, otro campo en el que se han logrado avances importantes. “Hoy en día se pueden combinar varios tipos de polen en una sola vacuna y con la concentración máxima para convertir al paciente en tolerante, son vacunas personalizadas que comienzan a administrarse en dosis muy bajas que se van aumentando. Normalmente, se aplicarían mensualmente y el tratamiento se repetiría entre tres y cinco años hasta lograr una protección definitiva”, indica el experto del Hospital General de Ciudad Real.

No obstante, si un paciente responde bien a los antihistamínicos y al tratamiento tópico, no sería necesario llegar a la vacunación. Además, hay que tener en cuenta que consiste en administrar pequeñas cantidades de polen para que el cuerpo se vaya haciendo tolerante, con lo cual hay que hacerlo en una época en la que la persona no sufra la alergia para no aumentar sus efectos en lugar de prevenirla.

“Estoy harto de tener que explicarle todos los años a las mismas personas que tengo alergia aunque sea invierno”, cuenta Anxo Sánchez. Como a muchas personas, a él también le afecta el polen de las cupresáceas, una familia de árboles y arbustos que incluye a los cipreses y a las arizónicas, plantas que se suelen utilizar como seto en parques y jardines. También es alérgico a las gramíneas y los síntomas son parecidos: rinitis, picores, estornudos, congestión nasal. Desde mediados de enero tiene que tratarse con antihistamínicos.

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