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Por qué hay que pagar a esos "jetas" del I+D con dinero público
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Por qué hay que pagar a esos "jetas" del I+D con dinero público

Los últimos post de este blog han suscitado los comentarios de algunos lectores, que parecen estar de acuerdo en que la inversión en ciencia pública es

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Por qué hay que pagar a esos "jetas" del I+D con dinero público

Los últimos post de este blog han suscitado los comentarios de algunos lectores, que parecen estar de acuerdo en que la inversión en ciencia pública es un despilfarro, que debe ser la empresa privada la que financie las investigaciones que crean adecuadas y que el I+D financiado por las arcas públicas no es más que un nido de corruptelas y amiguismos. “El problema es que el 'populacho' estamos ya hasta loas c.jones [sic] de estos jetas del I+D que se hacen pasar por 'sabios' y que no hacen otra cosa que augurar catástrofes un día sí y otro también”, dice un comentarista. “Que sea el erario quien financie la investigación es propio de países socialistas o para-socialistas...”, opina otro. “Estos científicos, que tan provechosas investigaciones han protagonizado - tanto como para obtener beneficios y remanentes con acuerdos de colaboración externos-, lo tienen muy fácil: simplemente crear un grupo de investigación privado”, cree un tercero

Los lectores tienen, además de todo el derecho a expresar sus opiniones, la ventaja de hacerlo en un foro donde nadie les va a calificar por decir algo que parece políticamente incorrecto. Los comentaristas, todo hay que decirlo, expresan por escrito lo que muchos piensan o solo dicen en voz baja: la ciencia no debería financiarse con fondos públicos porque no sirve para nada.

Sin embargo, hay múltiples razones económicas, morales y sociales para gastar dinero público en la ciencia. Veamos, con números, algunas de ellas:

Las cuatro economías más competitivas del mundo respecto a su inversión en innovación, según datos del Foro Económico Mundial entre 2007 y 2012, no son lo que precisamente calificaríamos como “socialistas”: se trata de Suiza, EEUU, Corea del Sur y Japón. EEUU gasta un 2,83% de su PIB en I+D, unos 408.000 millones de dólares, y el 30% de esa cantidad es dinero directamente salido de las arcas públicas. Es, aproximadamente, un 0,77% del PIB. En España, a pesar de que el sector público supone más de la mitad del gasto total, ese porcentaje es inferior: 0,64%. También es inferior a la cifra de Alemania (0,94%) o la media de la OCDE (0,73%). Es decir, los países de de economías capitalistas de nuestro entorno gastan más dinero público en ciencia que nosotros.

El propio presidente Barack Obama aseguró recientemente que  cada dólar que su país ha invertido en desvelar el genoma humano “significó 140 dólares de retorno”. Aunque la cifra ha sido ampliamente discutida, diversos estudios aseguran que ese casi 3% que se invierte en ciencia y tecnología es responsable del 50% de todo el desarrollo industrial y económico del país desde la II Guerra Mundial. Y el Congreso del país, incluso con mayorías republicanas, no ha aceptado los recortes en ciencia.

Estos son algunos de los presupuestos públicos en ciencia de los países de nuestro entorno, sacados del informe COTEC de innovación que se presentó la pasada semana. España está por debajo de todos esos países, salvo Polonia:

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La inversión pública en I+D+i no solo genera mayor competitividad para el conjunto de un país. Genera un entorno que facilita también la creación de empresas más competitivas en el entorno internacional. Un buen ejemplo es la biotecnología. En un momento marcado por la crisis, el paro y los recortes, las empresas biotecnológicas han duplicado su peso en el PIB español, han facturado un 26% más y han creado un 22% más de puestos de trabajo en 2011 respecto al año anterior. Gran parte de estas empresas surgen de la iniciativa pública, es decir, de la intensa colaboración con universidades y organismos de investigación:

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Además, estas compañías se han financiado gracias a instrumentos crediticios facilitados por el erario público y que, por cierto, también han descendido este año: han caído un 28,2% los fondos provenientes de la Administración, y un 71,7% los de las universidades La falta de apoyo del sector público es, de hecho, el principal problema que identifican los emprendedores biotecnológicos para el crecimiento de sus empresas, según el informe recientemente presentado por su patronal, Asebio, y el mejor ejemplo es la desaparición en la práctica de Genoma España, la principal herramienta de ayudas al sector.

Una economía que invierte en innovación es una economía más competitiva y, por tanto, con mayor capacidad para vender esa competencia en el exterior. El mejor ejemplo es el de la industria aeronáutica, que logra un saldo positivo, como se muestra, en este gráfico de COTEC, comparada con la de equipos informáticos:

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El problema de la industria aeroespacial española es que depende, en gran medida, de su participación en los programas públicos europeos, en los que España está empezando a dejar de pagar sus cuotas. Y en el momento en el que España no pague, desaparecerá automáticamente la oportunidad de negocio para nuestras empresas.

La ciencia pública española no se salva de los problemas de corrupción, clientelismo, despilfarro y, en general, falta de sentido ciudadano que ha vivido al resto del gasto público durante los años de la burbuja. Hay que denunciar y acabar con esos excesos, por el bien de la propia ciencia. Sin embargo, no es cierto que haya un gasto excesivo en personal investigador. Los datos de COTEC indican que son muy inferiores a los de países como Alemania o Italia y muestran, además, que ese gasto está descendiendo, en contra de la tendencia que se observa en Reino Unido o Alemania:

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Si las razones económicas no fueran suficientes, hay una última razón por la cualquier país desarrollado debería invertir sus fondos públicos en ciencia: hay que investigar todo aquello que la ciencia privada no quiere y, además, no debe investigar. Una empresa debe actuar buscando el bien de sus accionistas, que pueden no coincidir con los de la sociedad en general. Y, además, la creación de nuevos negocios en ciencia puede suponer años de trabajo y de intentos fallidos que una empresa no se puede permitir. De ahí que la ciencia pública deba investigar enfermedades olvidadas o raras que poco importan a las empresas privadas, y de ahí que invierta miles de millones en ideas como la secuenciación del genoma humano, la investigación del cerebro o la búsqueda de nuevos materiales de los que la economía, en algunas décadas, sin duda se beneficiará. 

Es difícil verlo en un entorno de durísima crisis, pero reducir la inversión pública en ciencia solo conseguirá traer más paro, menos competitiviad, menos productividad y, en fin, que tardemos mucho más en salir de esta crisis.

Los últimos post de este blog han suscitado los comentarios de algunos lectores, que parecen estar de acuerdo en que la inversión en ciencia pública es un despilfarro, que debe ser la empresa privada la que financie las investigaciones que crean adecuadas y que el I+D financiado por las arcas públicas no es más que un nido de corruptelas y amiguismos. “El problema es que el 'populacho' estamos ya hasta loas c.jones [sic] de estos jetas del I+D que se hacen pasar por 'sabios' y que no hacen otra cosa que augurar catástrofes un día sí y otro también”, dice un comentarista. “Que sea el erario quien financie la investigación es propio de países socialistas o para-socialistas...”, opina otro. “Estos científicos, que tan provechosas investigaciones han protagonizado - tanto como para obtener beneficios y remanentes con acuerdos de colaboración externos-, lo tienen muy fácil: simplemente crear un grupo de investigación privado”, cree un tercero