Y tú, ¿qué harías con 104 millones?

La pregunta tiene trampa. No puede emplear ese dinero en abrir cuentas en Suiza, ni invertir en 130 fincas, ni comprarse una casa en Londres. 104 millones de euros es el dinero que el Gobierno ha decidido otorgar a la ciencia después de haber recortado 2.500 millones en dos años. Es un pequeño maná en un asfixiante desierto de recortes, deudas, burocracias y falta de crédito a las pymes innovadoras. Póngase en la piel de la secretaria de Estado Carmen Vela. Si usted tuviera cien millones de euros para invertir en la ciencia española, ¿qué haría con ellos? 

Las sociedades científicas, los jóvenes investigadores y los emprendedores científicos lo tienen claro: ese dinero debería comprar personal. El problema es que no va a haber oportunidad de repartirlo. 25 millones van a ir directamente a las arcas del CSIC, el mayor organismo de investigación de España, que tiene un agujero de 100 y que así evita, al menos temporalmente, la posibilidad de suspender pagos a los proveedores, como se ha especulado en los últimos meses. 

Los 79 millones restantes irán dirigidos, según el Gobierno, a nuevas convocatorias de “proyectos de investigación y recursos humanos”. Pero ese dinero está también pillado. Irá directo a lanzar las convocatorias pendientes de este año “de proyectos de investigación, FPI y contratos postdoctorales internacionales”, explica Carlos Andradas, presidente de la Cosce (Confederación de Sociedades Científicas de España). “Desgraciadamente, 104 millones no dan para más, y aun con ellos seguimos estando en cifras inferiores al año pasado en subvenciones”, explica. 

¿Y qué haría un joven investigador si tuviera cien millones de euros? “Decidir a quién dárselo es como decidir qué dedo de la mano cortarse, es una pregunta para la que no hay una respuesta acertada”, responde José Manuel Fernández, uno de los portavoces de la Federación de Jóvenes Investigadores (FJI/Precarios). Fernández cree que con ese dinero “se pondrán mal y tarde un par de pequeños parches a un barco que se hunde con vías de agua por todas partes”. En cualquier caso, si él pudiera disponer de ese dinero, lo invertiría en una sola cosa: gente. “Priorizaríamos en dotar de personal investigador de todas las etapas a los grupos de investigación de OPIs [organismos públicos de investigación] y universidades”.

“Se lo daría íntegramente a proyectos de investigación; no le daría ni un solo céntimo de euro a grandes infraestructuras”, coincide Manuel Pérez-Alonso, presidente de la recién creada Asociación Española de Emprendedores Científico-Técnicos, es decir, la asociación de investigadores que han querido hacerse empresarios. “Y dentro de esos proyectos, la prioridad son los investigadores jóvenes; los han dejado sin recursos ni dinero, ahogados”.

Todos de acuerdo, por tanto, en que se necesita más gente. El problema es que todos están de acuerdo, asimismo, en que el hecho de que se aprueben 104 millones de euros de una tacada, sin control ni fecha de ejecución, no sirve prácticamente para nada. “Necesitamos regularidad y estabilidad en las convocatorias; es lo que genera confianza en el sistema”, resume Andradas.