¿Anonimato o transparencia? El Dr. Jekyll y Mr. Hyde de las redes sociales

"En Internet ya nadie se llama rubita18 ni cosas por el estilo. Ahora todo el mundo pone su nombre y apellidos". Son las palabras de Ícaro Moyano, exdirector de comunicación de Tuenti, cuando hace unos años le preguntaban por la seguridad de las redes sociales. Con estas declaraciones, Moyano abogaba por un internet en el que el anonimato tradicional ha sido desplazado por la transparencia de los usuarios.

Transparencia en las redes sociales

Es indudable que se ha mejorado, y mucho, en este aspecto. Frente al anonimato que reinaba en los antiguos chats, gran parte de los usuarios que hacen uso de las actuales redes sociales optan por hacerse públicos: dan su nombre y apellidos, su edad, conectan con sus amigos, publican fotos de sus vacaciones... En este sentido, parece evidente que el mundo 2.0 se ha vuelto más transparente.

Sin embargo, ¿es así en todos los aspectos? ¿Están todos los usuarios abiertos a mostrar su identidad digital sin tapujos? No todos, desde luego. Pese a ser aparente minoría, aún quedan muchos reductos de navegantes que prefieren seguir mostrados tras un nick o apodo. Y sus razones tienen.

Anonimato frente al tráfico de datos

Entre los cibernautas anónimos, podemos observar dos motivaciones principales o bien distintas:

1.- Los arrepentidos. Los arrepentidos son aquellos que en su día hicieron públicos sus perfiles y sus datos y, llegado el momento, dieron marcha atrás. Muchos lo hacen por poder publicar contenido cuya visualización pública quizá no sería tan cómoda. Otros, sin embargo, toman la decisión alertados por las políticas de privacidad.

Y es que no pasan dos meses sin que alguna red social sea alertada por aparentes violaciones de privacidad o por hacer negocio con los datos de sus usuarios. A estos navegantes no les hace ninguna gracia que su transparencia sea usada para fines comerciales más que cuestionables, así que se acaban 'tapando'.

2.- Los convencidos. Pese a la fiebre por ser público y tener presencia en la Red, los hay que desde el momento no tuvieron duda y no quisieron que nadie los identificase. Algunos crean perfiles falsos en redes que prohíben esas prácticas por el puro placer de sentirse anónimos, pero otros tienen otras motivaciones.

Un ejemplo: ¿qué pasaría si en echan todos los usuarios tuviesen que dar su nombre y apellidos? La respuesta es evidente: que el ciberactivismo no habría tenido tantos adeptos y acontecimientos como el bloqueo de la web de la SGAE, sencillamente, no habrían existido. Y en estos casos, los foros y las redes de chats siguen siendo plataformas estupendas para estas vidas digitales encubiertas.