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Cuando al hombre le faltaba el aire... acondicionado
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Cuando al hombre le faltaba el aire... acondicionado

Se puede ver a personas entrando en las tiendas aunque no vayan a comprar nada, quedándose en casa, entrando en un bar a tomar algo aunque

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Cuando al hombre le faltaba el aire... acondicionado

Se puede ver a personas entrando en las tiendas aunque no vayan a comprar nada, quedándose en casa, entrando en un bar a tomar algo aunque no tengan sed. En resumen, en estos días de verano pocos son los que se aventuran a pasear por la calle, algo que tiene una explicación que se resume en dos palabras mágicas: aire acondicionado.

 

Este amado aparato que nos refresca cuando el calor se vuelve inhumano, fue inventado por Willis Carrier en 1902, pero curiosamente con otro fin. Los primeros aires acondicionados eran para controlar la calidad de la industria dado que favorecía al mantenimiento del acero y del cristal. El gusto que los trabajadores empezaron a sentir, por los frescos chorros de aires fue totalmente accidental. Después de la Segunda Guerra Mundial, estos aparatos, inicialmente industriales, empezaron a instalarse en los hogares. Hasta entonces te surge una duda ¿qué hacía la gente antes de que naciese uno de los inventos del siglo? Miss Cellania lo cuenta en la edición digital de The Wall Street Journal.

El hombre de las cavernas ya se preocupaba por estar fresquito. Las cuevas eran siempre lo más subterráneas posibles, e, increíblemente, aunque a nadie le guste vivir en una fosa, este método de refrigeración sigue empleándose en sitios como Subtropolis, un extenso complejo empresarial subterráneo que se encuentra en Kansas City (Missouri, Estados Unidos), donde las temperaturas se mantienen entre los 18 y los 21 grados todo el año.

Techos altos y gruesos muros

Actualmente, el aire acondicionado permite que se empleen materiales mucho más baratos. En el pasado, para paliar el calor, era imprescindible que los edificios estuviesen hechos con altos techos en los que colocar un ventilador, y gruesos muros de ladrillo para mejorar la ventilación de las habitaciones.

Si aquello fallaba también se podía recurrir al simple gesto de abrir la ventana o salir a tomar el aire a un espacio con árboles. Para los más desesperados existían varios trucos: colgar la ropa mojada en la entrada, dormir entre sábanas congeladas, o hasta meter la ropa interior en la nevera.

Aunque lo mejor para aquellos afortunados con chalets era tener un porche. No sólo tenían la ventaja de que podían refrescarse sentados disfrutando divertidos de la vida de la calle, sino que tan peculiar sitio se convertía en todo un imán social. Estar en el porche se había convertido en el plan.

Ahora todas estas alternativas se ven muy anticuadas, pero en su momento eran perfectas dado que nadie podía echar de menos lo que todavía no se había inventado. El problema surge ahora cuando lo que se ha convertido en algo imprescindible en cualquier casa moderna en verano, el aire acondicionado, se estropea.

Se puede ver a personas entrando en las tiendas aunque no vayan a comprar nada, quedándose en casa, entrando en un bar a tomar algo aunque no tengan sed. En resumen, en estos días de verano pocos son los que se aventuran a pasear por la calle, algo que tiene una explicación que se resume en dos palabras mágicas: aire acondicionado.

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