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El sueño de derribar los muros de paz
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El sueño de derribar los muros de paz

 Quince años después del histórico acuerdo de paz del Viernes Santo, ¿siguen siendo necesarios los llamados muros de paz para evitar enfrentamientos

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Quince años después del histórico acuerdo de paz del Viernes Santo, ¿siguen siendo necesarios los llamados muros de paz para evitar enfrentamientos entre católicos y protestantes en Irlanda del Norte? Aprovechando el reciente aniversario, el parlamento de Stormont publicó un informe elaborado por los principales partidos políticos que bajo el título Cohesión, Participación e Integración sugiere que para 2022 estas barreras físicas deberían desaparecer.

El problema es que los vecinos que viven pegados a estos gigantes de cemento y alambres no están por la labor, ya que aseguran que, lejos de molestarles, les aportan seguridad.

En enero, el primer ministro David Cameron retó a Irlanda del Norte a que construyera un “futuro compartido” y rompiera las barreras que aún dividen las comunidades. Pero, pese a las buenas intenciones y el compromiso del consejo de Artes de invertir 300.000 libras en los próximos tres años para promover la diversidad cultural, el camino no ha sido fácil.

El año pasado, los partidos Alliance y el Ulster Unionists abandonaron el proyecto en el que están trabajando las formaciones políticas por sus desacuerdos con el asunto de las banderas y los desfiles de la Orden Naranja, la organización unionista más importante.

Los vecinos que viven pegados a estos gigantes de cemento y alambres no están por la labor, ya que aseguran que, lejos de molestarles, les aportan seguridadA día de hoy, existen 59 muros de paz entre Belfast, Londonderry y Craigavon. En otras palabras, nueve más de los que existían en 1998, cuando católicos y protestantes pusieron fin a un conflicto que costó la vida a 3.529 personas entre 1969 y 1998.

Una de las últimas vallas se construyó en 2008 y está pegada literalmente al patio de recreo del Hazelwood Integrated Primary, el único colegio que existe en el norte de Belfast donde estudian juntos niños de las dos comunidades. La tapia tiene 170 metros de largo y 8 de alto. Es lo primero que ven los alumnos al entrar y al salir de la escuela.

“¡Es irónico! Pasas todo el día intentado que se relacionen sin problemas y luego un muro vuelve a separar su vidas”, asegura su directora, Patricia Murtagh. Ella es católica y reconoce que, hasta que llegó al colegio, su relación con personas de otra religión había sido “limitada”. “Esto es un mundo totalmente nuevo para mi, pero es increíble. Es duro mirar hacia delante cuando todos los días tienes tan cerca algo que te devuelve al pasado. Hay muchas preguntas que se quedan sin respuesta. Si un niño protestante de ocho años tiene como mejor amigo de recreo a un católico, ¿qué le dices cuando te pregunta por qué hay una valla para que no puedan seguir jugando juntos en la calle?”.

El muro se empezó a construir en 2007, después de que varias casas fueran incendiadas con bombas de gasolina en enfrentamientos entre las dos comunidades. “Fueron unos ataques aterradores para los residentes, pero al fin y al cabo eran actos de matones sin sentido. Las autoridades mantuvieron una reunión con los vecinos, pero nadie preguntó al colegio por su opinión”, dice Patricia.

El centro no puede estar situado en una zona más conflictiva. La calle de Hazelwood está dividida en varias partes entre vecindarios republicanos y unionistas y algunos edificios parecen abandonados, como la sede de la Orden Naranja, que tiene las ventanas tapiadas para evitar ataques del bando contrario.

La zona fue uno de los puntos más calientes durante el conflicto del Ulster. Pero en 1985, un grupo de 16 padres decidió que había que cambiar las cosas. Patricia recuerda los primeros días. Los niños tenían que quitarse el uniforme para regresar a sus casas por miedo a las amenazas. La Policía hacía guardia día y noche y a los profesores se les daba de lado en reuniones con otros centros.

Afortunadamente, todo forma parte del pasado y ahora los estudiantes juegan sin problemas al fútbol con sus camisetas de los Rangers y el Celtic, prohibidas en otros colegios para evitar confrontaciones entre las distintas religiones. Celebran el día de San Patricio (tan importante para los irlandeses) y también el Jubilee de la reina de Inglaterra. A pesar de que cerca del 80% de los norirlandeses quiere escuelas mixtas, la realidad es que solo el 7% de los escolares asiste a centros integrados.

"Vallas de seguridad" o "barreras"

Desde la North Ireland Office, donde prefieren referirse al muro como “valla de seguridad”, explican que los ministros son “reacios a poner barreras”, pero en algunos casos y “sólo como último recurso”, éstas son necesarias “para proteger vidas y bienes”.

Una de las tapias más significativas de la región se encuentra al oeste de Belfast. Separa a Falls Road de Shankill Road, la zona católica y protestante por excelencia. Cuando empezaron a construirla, hace más de 40 años, el teniente Gen Ian Freeland, del Ejército Británico, predijo: “Esto será algo temporal. No vamos a tener un Muro de Berlín ni nada por el estilo en la ciudad”. Sin embargo, pocos vecinos tienen hoy intención de derribar el vallado de hormigón de 12 metros de altura.

La parte que da al vecindario unionista tiene un gran mural dedicado a los pistoleros enmascarados de la UDA, grupo militante que mató a más de 300 católicos entre 1971 y 1994. Los más jóvenes han escrito al lado “KAT”, una abreviatura que significa “matar a todos los taigs”, término que utilizan para referirse a los católicos de manera ofensiva. Al otro lado, junto a una bandera de Irlanda, hay un mural dedicado al IRA acompañado de insultos dedicados a la reina Isabel II.

A pesar de que cerca del 80% de los norirlandeses quiere escuelas mixtas, la realidad es que solo el 7% de los escolares asiste a centros integradosDurante el día, los problemas son mínimos. Durante la noche, aún hay miedo a ambos lados de la tapia. Peter Shirlow, profesor de criminología de la Queen´s University Belfast, explica que los expresos de una y otra comunidad han creado una red de telefonía móvil para evitar el “pánico innecesario”. “Cuando hay rumores de ataque se llaman para decir: “¿Es cierto que vais a atacar esta madrugada? Los otros responden: “No es falsa alarma”.

Aunque en Belfast, las tensiones son en barrios muy limitados, en otras zonas, como el sur de Armagh, las miradas desafiantes entre los hombres de distintas religiones están aún al orden del día. William Frazer, responsable de FAIR, organización hegemónica entre las víctimas unionistas, dice que aún recibe amenazas diarias del lado republicano. A su padre, su tío y sus primos los mató el IRA.

Por su parte, los vecinos de Cluan Place, una pequeña calle donde están situadas veinte viviendas de familias unionistas en medio de una comunidad católica, tampoco ven necesario “de momento” prescindir de la valla metálica que tiene enjaulado al barrio para evitar ataques.

Aunque el proceso de paz avanza lentamente en las calles, a principio de este año se vivió uno de los episodios más virulentos. Durante más de siete semanas, cada noche, católicos y protestantes protagonizaban peleas diarias. Más de cien personas fueron arrestadas y más de cien agentes heridos. El detonante fue la decisión del Ayuntamiento de Belfast de aprobar en una votación democrática la propuesta presentada por los nacionalistas para retirar la Union Jack del balcón e izarla sólo 17 días al año.

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Quince años después del histórico acuerdo de paz del Viernes Santo, ¿siguen siendo necesarios los llamados muros de paz para evitar enfrentamientos entre católicos y protestantes en Irlanda del Norte? Aprovechando el reciente aniversario, el parlamento de Stormont publicó un informe elaborado por los principales partidos políticos que bajo el título Cohesión, Participación e Integración sugiere que para 2022 estas barreras físicas deberían desaparecer.