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El día que un discurso de Benedicto XVI congeló relaciones con el islam
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Delicadas relaciones del papado

El día que un discurso de Benedicto XVI congeló relaciones con el islam

Tras el fallecimiento de Benedicto XVI este 31 de diciembre, mucho se ha escrito sobre la faceta intelectual del pontífice. Fría razón que quizá no casa con el enrarecido ambiente de los sentimientos religiosos

Foto: Foto de archivo del papa Benedicto XVI. (Reuters/Max Rossi)
Foto de archivo del papa Benedicto XVI. (Reuters/Max Rossi)

"La visita es el mensaje". Era abril de 2017, y el papa Francisco se encontraba con Ahmed Al-Tayeb, imán de Al Azhar, la máxima institución académica del islam suní, durante un viaje a El Cairo. Era la primera vez que el Papa argentino visitaba en su casa a lo más cerca de un homólogo en el islam, y la foto final selló por fin un acercamiento entre ambas instituciones tras un silencio de más de cinco años. Una imagen de reconciliación y diálogo interreligioso. La clave, y Al Tayeb no tuvo embragues en dejarlo claro, era el cambio en la figura de la discordia: el papa emérito Benedicto XVI.

El 10 de enero de 2011, el entonces papa Benedicto XVI daba uno de sus discursos en la universidad de Ratisbona (Alemania), donde fue profesor de Teología. Hacía apenas unos días, en la noche del 31 de diciembre al 1 de enero, un atentado contra una iglesia cristiana copta en Alejandría (Egipto) se había cobrado las vidas de 23 personas cuando atendían al servicio religioso de Año Nuevo. La bomba, colocada bajo la bancada y rellena de clavos y metralla presuntamente por un grupo terrorista islámico ligado a la Franja de Gaza, se convirtió entonces en el peor atentado contra la comunidad cristiana copta en Egipto desde hacía 10 años. En los años siguientes habría más.

Foto: Benedicto XVI en su inauguración, el 9 de abril de 2005. (EFE/Georgi Licovski)

Con el luto todavía fresco, Benedicto dedicó su discurso a los cristianos de Oriente Medio, subrayando la "necesidad urgente" de los gobiernos de estos países para adoptar "medidas eficaces para la protección de minorías religiosas", e instando incluso a la Unión Europea a "buscar una respuesta concertada a fin de que los cristianos sean defendidos en Oriente Medio". La reacción fue inmediata.

Al Azhar, el más importante centro académico del islam suní, cuyas fetuas (edictos religiosos) son seguidas por miles de musulmanes en el mundo, anunció que congelaba relaciones con El Vaticano y suspendía las dos sesiones anuales establecidas hasta entonces de diálogo interreligioso. "El Papa ha insistido en que los musulmanes oprimen a los no musulmanes que viven con ellos en Oriente Medio", sostuvo Al Azhar, que consideró que las declaraciones del entonces sumo pontífice "están muy alejadas de la realidad y constituyen una injerencia inaceptable en los asuntos internos de los países islámicos".

La decisión de congelar las relaciones cayó como un hachazo. A diferencia de la mayoría de las ramas del cristianismo católico y ortodoxo, que cuentan con un único líder supremo espiritual, el islam no tiene una única voz análoga al papado. En este contexto de un confuso mapa de lealtades y ritos, el gran imán de Al Azhar en Egipto es considerado una de las figuras más importantes en ese diálogo e interlocución con el mundo musulmán. Pero, precisamente por eso, Al Azhar está estrechamente ligado al Gobierno egipcio, que en los últimos años había ido ampliando su control sobre la institución. De ahí que Al Azhar incluyera la idea de "injerencia en los asuntos internos" del país. Pero las raíces de esta tensa relación del islam con Benedicto XVI van mucho más atrás.

Una delicada relación y un enfoque teológico

Al Azhar añadió que la decisión de congelar relaciones se tomó "por los repetidos ataques contra el islam del papa Benedicto XVI". No hizo falta que detallara a qué se refería: el discurso —precisamente también en Ratisbona— que el pontífice dio en 2006 y que fue entendido como un ataque a la línea teológica de flotación del islam. Pocos episodios de su papado muestran mejor esa tensa relación, pero también la propia estrategia del pontífice.

Tras el fallecimiento de Benedicto XVI este 31 de diciembre, mucho se ha escrito sobre la faceta intelectual del pontífice. Fría razón que quizá no casa con el enrarecido ambiente de los sentimientos religiosos. En el discurso de 2006, en el aula magna de la universidad de Ratisbona y pensado para un público académico, Benedicto hablaba sobre la razón y la fe, que habría entrado en el cristianismo gracias a su tradición de la razón helénica, mientras que en el islam se carecería de esa vertiente. El escándalo llegó cuando citó al emperador bizantino Manuel II y ligó de manera inherente la violencia al islam, cuyas enseñanzas son "malas e inhumanas".

Foto: Cristianas coptas durante una misa de Pascua en la Catedral Copta de San Marcos, en el Cairo, el 15 de abril de 2017. (EFE)

"Muéstrame también lo que Mahoma ha traído de nuevo, y encontrarás solamente cosas malas e inhumanas, como su disposición de difundir por medio de la espada la fe que predicaba", citó Benedicto. Cuando el enfado corrió como la pólvora entre académicos islámicos y estallaron algunas protestas en países musulmanes, Benedicto se defendió asegurando que sus comentarios habían sido tergiversados, ya que era una cita del emperador bizantino, no sus propias opiniones. En cualquier caso, poco después, el texto oficial de su discurso fue alterado para añadir la connotación de que Manuel II había hablado "con una brusquedad que consideramos inaceptable".

Frente a su predecesor, el enfoque del actual papa Francisco es distinto. Siguiendo la estela del "papa viajero" Juan Pablo II, Benedicto ha incluido en su lista de viajes el mayor número de países musulmanes de los últimos papas, abrazándose y rezando con distintos líderes del islam alrededor del globo. Sin dejar de insistir en la necesidad de la convivencia pacífica entre religiones, ha buscado más un mensaje cercano y desde el terreno, frente a la fría teología de Benedicto XVI.

Por ejemplo, en una entrevista en el periódico católico La Croix poco antes de su visita a El Cairo, Francisco afirmó que "es verdad que la idea de la conquista es inherente en el alma del islam", pero añadió que también el cristianismo tiene sus propios elementos "triunfalistas". "Es posible interpretar ese objetivo del Evangelio de san Mateo, cuando Jesús manda a sus discípulos a todas las naciones, en términos de esa misma idea de conquista", añade. Y, sobre las razones del extremismo islámico, es quizá mejor, en lugar de reflexiones sobre la teología islámica, "hacernos preguntas sobre cómo el modelo de democracia occidental ha sido exportado".

"La visita es el mensaje", decía Francisco en su encuentro con Tayyeb. Cuál es el mejor enfoque, o siquiera si alguno dará resultados, está todavía por ver.

"La visita es el mensaje". Era abril de 2017, y el papa Francisco se encontraba con Ahmed Al-Tayeb, imán de Al Azhar, la máxima institución académica del islam suní, durante un viaje a El Cairo. Era la primera vez que el Papa argentino visitaba en su casa a lo más cerca de un homólogo en el islam, y la foto final selló por fin un acercamiento entre ambas instituciones tras un silencio de más de cinco años. Una imagen de reconciliación y diálogo interreligioso. La clave, y Al Tayeb no tuvo embragues en dejarlo claro, era el cambio en la figura de la discordia: el papa emérito Benedicto XVI.

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