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'Monzón perfecto' sobre Pakistán: las inundaciones dan la puntilla al gigante regional
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'Monzón perfecto' sobre Pakistán: las inundaciones dan la puntilla al gigante regional

En Pakistán llueve sobre mojado. El desastre natural no hace más que agravar otras grandes crisis que asolan el país: la alta tasa de inflación, desabastecimientos y la inestabilidad política

Foto: Escenas de las inundaciones en Pakistán (Reuters/Akhtar Soomro)
Escenas de las inundaciones en Pakistán (Reuters/Akhtar Soomro)

Ya lo advirtieron los expertos: las olas de calor tempranas e intensas que ha sufrido Pakistán este año auguraban lluvias más fuertes de lo normal. “El monzón será extremo”, advirtieron. Lo ha sido. Como extrema ha sido la negligencia de los políticos.

A pesar de las advertencias, las lluvias monzónicas han arrasado un tercio del país, dejando a Pakistán en una situación de emergencia: más de 1.000 personas han muerto, medio millón de personas se han visto obligadas a abandonar sus hogares y se encuentran en estos momentos en refugios temporales a los que la ayuda internacional empieza a llegar, al menos 3.500 kilómetros de carreteras y 162 puentes han sufrido daños significativos, y la destrucción de los campos de cultivo anuncia el hambre en un país ya sumido en una grave crisis económica.

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(Reuters/Fayaz Aziz)

La ministra del Cambio Climático ha declarado que el país se encuentra ante una catástrofe medioambiental sin precedentes. "Se trata de un desastre anunciado", protesta Aisha Baloch, activista política en Multan, en el Punjab pakistaní. Y es que son muchas las voces que señalan que la tragedia no está provocada por las lluvias, sino por la falta de prevención.

"Alá lo ha querido así", justifica Umar K., miembro del partido de la extrema derecha islámica Tehreek-e-Labbaik e ingeniero civil. No solo la extrema derecha pretende sacudirse el peso de la situación; unos cargan a Dios con las consecuencias de la ineptitud de los gobernantes, otros al cambio climático. “El ser humano no puede controlar las lluvias”, alegan.

“No podemos controlar las lluvias pero sí se pueden controlar los efectos devastadores”, apunta Aisha Baloch. Especialmente teniendo en cuenta que no es la primera vez que Pakistán se ve afectado por las inundaciones. Sin embargo, es más fácil lidiar con la catástrofe asumiendo la furia divina que aceptando responsabilidades.

Pakistán se hunde y sus políticos flotan a la deriva como Noés en sus arcas, sin saber muy bien qué hacer con tanta devastación. Y es que llueve sobre mojado. El desastre natural no hace más que agravar otras grandes crisis que asolan el país: la alta tasa de inflación y la inestabilidad política. Mientras que el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha reactivado un programa de préstamos que supondría el desembolso de 1.100 millones de dólares, los daños que las inundaciones han causado se estiman ya en más de 10.000 millones de dólares, según el ministro de Finanzas, Miftah Ismail.

Foto: Trabajadores levantan un saco de arroz en Chandigarh, India. (Reuters/Ajay Verma)

Con 220 millones de habitantes —y armas nucleares—, Pakistán apenas está esquivando el colapso financiero que ha sufrido su vecina Sri Lanka. En Pakistán, la tormenta perfecta incluye una carísima factura de la luz y carburantes por la subida de los precios globales (las importaciones alcanzaron un máximo de cuatro años en julio), aumentos de los precios de los alimentos, la depreciación de su moneda, un 24% con respecto al dólar, y la agónica falta de reservas de moneda extranjera para sostener sus importaciones. Pakistán ya logró evitar una suspensión de pagos el pasado junio, cuando las reservas apenas cubrían menos de dos meses de exportaciones, gracias a un préstamo de última hora de China de 2.300 millones de dólares.

Pakistán, que lleva meses resquebrajándose, tiende a dejarse llevar por las crisis humanitarias —primero fue el covid, ahora las inundaciones— para desviar la atención de sus problemas crónicos.

La respuesta de los líderes políticos ante las inundaciones ha dejado mucho que desear; por un lado, tratan de utilizar la crisis climática y las consecuencias de la catástrofe en favor de sus partidos, y por otro, intentan desviar la atención de los errores que se hayan podido cometer bajo sus mandatos. Las cuestiones climáticas son fenómenos globales cuyas consecuencias se sufren con más intensidad en los países menos desarrollados. Este hecho sirve a algunos políticos pakistaníes para lavarse las manos en charcos de impunidad y culpar a la comunidad internacional de sus males.

Diez años perdidos

Tras las inundaciones de 2010, también de efectos catastróficos, hubo presión para que cesaran las construcciones de viviendas cerca de los ríos. Han tenido que llegar las lluvias de 2022 para descubrir que las medidas se quedaron sobre el papel. Siguieron construyendo en zonas de riesgo aún sabiendo el peligro que conllevaba.

También en 2010 los activistas alzaron la voz denunciando la falta de estrategias para hacer frente a los desastres climáticos, la falta de planes de rescate y de la puesta en marcha de estrategias de prevención. Han pasado doce años y aún no existe un plan efectivo contra la crisis climática y sus consecuencias en Pakistán.

Se demostró también que los sistemas de irrigación en el Punjab habían sido manipulados para beneficiar a las tierras de la élite pakistaní. A pesar de las evidencias, no se llevó a cabo ninguna reforma en la planificación del riego y la corrupción siguió reinando sobre los planes públicos.

Foto: Niños juegan con armas de juguete en la celebración de ruptura del ayuno tras el ramadán en Peshawar, Pakistán. (EFE) Opinión
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“No, las muertes no han sido causadas por la lluvia, sino por la dejadez del Gobierno”, afirma Aisha Baloch. La respuesta por parte de los políticos se asemeja más al diseño de un espectáculo que a una respuesta de emergencia para aliviar la situación de emergencia.

¿Cuántos muertos necesitan los líderes Pakistaníes para dejar de lado el oportunismo de la tragedia y las discrepancias? ¿Cuántos muertos hacen falta para derribar de una vez por todas el castillo de naipes de egos y corrupción? Mientras las cuestiones esenciales se ahogan bajo las lluvias monzónicas, los políticos se lanzan en una carrera mediática a las zonas afectadas para mostrar su empatía con el pueblo, hacerse videos y poblar las redes sociales con sus gestos solidarios, que en algunos casos son más que cuestionables. Mir Munawar Talpur, político de la región de Sindh, decidió repartir fajos de billetes entre las personas desplazadas de su zona, sin orden o planificación alguna. Los afectados se agolpaban ante aquellos billetes, delante de las cámaras, mientras el ego del político crecía. El video, que se ha hecho viral en internet, es un ejemplo vergonzoso de cómo los políticos sin escrúpulos se benefician de la tragedia de los afectados para limpiar su imagen.

Pakistán necesita líderes tomando decisiones difíciles, no selfies o videos remangándose las camisas y caminando sobre el barro. Pakistán necesita de leyes contra la corrupción, no promesas vagas e ineficaces.

Todavía no se conoce el alcance de las consecuencias que las inundaciones tendrán para la población, pero la gestión solo será eficaz reconociendo los problemas, no con despliegues de empatías superficiales que rozan la crueldad. La lluvia se la dejamos a Alá, las medidas de prevención a la responsabilidad política. La cuestión es si esta vez se pondrán en marcha las medidas necesarias para reducir las consecuencias de las próximas lluvias.

Lo más vergonzoso es que Pakistán es un gigante tecnológico y científico, con intelectuales y profesionales capaces de poner en marcha programas eficientes a largo plazo para reducir las consecuencias del cambio climático. El problema es que la corrupción se lo come todo y las mentes más brillantes acaban abandonando el país ante la evidencia de que no pueden hacer nada contra la élite política. La corrupción se lo come todo, y de nuevo ha sido demasiado tarde para un Pakistán que se ahoga entre lluvias torrenciales, inflación y deuda.

Ya lo advirtieron los expertos: las olas de calor tempranas e intensas que ha sufrido Pakistán este año auguraban lluvias más fuertes de lo normal. “El monzón será extremo”, advirtieron. Lo ha sido. Como extrema ha sido la negligencia de los políticos.

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