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Atrapados en la jaula de oro: trabajadores esclavos en las obras del Mundial de Qatar
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“SOY POBRE EN EL PAÍS MÁS RICO DEL PLANETA”

Atrapados en la jaula de oro: trabajadores esclavos en las obras del Mundial de Qatar

Entre los rascacielos, emerge una villa miseria en la que se hacinan miles de obreros traídos de Asía para las obras del Mundial 2022. Más de 1.200 han muerto

No todos son grandes rascacielos en Doha. Entre edificios de dimensiones descomunales, emerge una villa miseria llamada el barrio paquistaní, un laberinto de ladrillos desnudos y cables colgando en el que se hacinan miles de obreros traídos de Asia para participar en las obras del Mundial 2022.

El periodista se adentra tranquilo en la zona. Es un país seguro, donde el robo se condena con pena de muerte. Hasta el momento no consiguió ayuda de ningún medio local como Al Jazeera, y ningún intérprete se atrevió a la gesta, a sabiendas de que la información crítica se paga con pena de cárcel. Por tanto, sólo queda llamar a alguna de las maltrechas puertas de metal en las que cuelgan carteles que rezan: “Se alquila habitación, sólo para nepalíes”.

‘Un mes de alquiler cuesta 700 dólares, cuando el sueldo de un trabajador no supera los 300, es demasiado. Vivimos en esta habitación ocho personas para compartir gastos’, comenta Yamir, un joven de Sri Lanka

Entre agujeros minúsculos se adivina actividad en el interior. El sol comienza a caer. “¿Se puede?”. Unos ojos rasgados nos miran con desconfianza. Entramos con la mejor sonrisa y la cámara sobresaliendo de la funda de cuero.

Yamir es un joven de 18 años, de Sri Lanka. Es el único que chapurrea un poco de inglés. Lleva una semana en Doha y asegura que, por ahora, todo le fue bien. Nos hace un pequeño tour por la chabola, en donde, admite, las condiciones no son las mejores. Un mes de alquiler cuesta 700 dólares cuando el sueldo de un trabajador no supera los 300, es demasiado. Vivimos en esta habitación ocho personas para compartir gastos”, comenta, mientras sus compañeros se enfundan un mono amarillo antes de salir a trabajar.

“Llevo cinco meses trabajando y aún no he cobrado”

A la salida nos espera Kalu de Goa, natural de India, encargado que supervisa el trabajo de los obreros. Su situación es diferente: habla un correcto inglés, viste una camisa rosa bien planchada, lleva más tiempo aquí y gana más dinero. Nos invita a recorrer zonas mejores, asegura, antes de conversar. El Zoco es uno de los barrios con mayor actividad. Entre loros de colores y roedores exóticos, Kalu comenta: “A los que acabas de conocer llevan poco trabajando. No han palpado todavía la realidad. La gente que trabaja conmigo se acerca y me dice, ‘Cinco meses y no recibo mi dinero… cuatro meses y nada… mi habitación no es buena, no me llega para la comida…’, cosas como estas”.

“Hay diferentes tipos de responsabilidades. Por ejemplo, hay empresas que cumplen, pero el problema son los capataces –continúa Kalu–. Traen cuadrillas de cuatro o cinco trabajadores de sus países, el encargado les paga pero luego el capataz se queda con los sueldos. Los obreros se quedan es un limbo, sin poder irse pero tampoco renunciar”, agrega.

Cuando cae la noche aparecen los trabajadores. Meses atrás, muchos perecieron por golpes de calor. La Confederación Sindical Internacional (CSI) denuncia que el Mundial de Qatar 2022 registra 1.200 trabajadores muertos y que el número podría incrementarse hasta 4.000 fallecidos si no se toman medidas. Son, en su gran mayoría, obreros inmigrantes de India y Nepal.

El CSI asegura que las malas condiciones laborales son la principal causa de la alta mortalidad de los trabajadores en Qatar: “Accidentes, ataques cardíacos por las altísimas temperaturas o enfermedades causadas por las condiciones de vida miserables”.

placeholder El comité qatarí para la organización del Mundial 2022 durante una rueda de prensa en Al-Khor (Reuters).

Kafala, la ley del patrón: “Ya te compré”

Varios escándalos han provocado que algunas cosas hayan cambiado, aunque dichas medidas aún no son suficientes. Hay inspecciones y la mayoría de los trabajos se realizan de noche para evitar las altas temperaturas. La semana pasada, los ministros de trabajo de los países del Golfo Pérsico aprobaron un “contrato mínimo” común para mejorar las condiciones de trabajo de 2,4 millones de empleados domésticos extranjeros. Este nuevo contrato establecería una jornada laboral de ocho horas con un día de descanso a la semana, vacaciones anuales y el derecho de vivir fuera del domicilio del empleador.

90 sindicatos y ONG, entre ellas Human Rights Watch y Amnistía Internacional, exigen a los países del Golfo que pongan fin a los abusos que sufren millones de trabajadores extranjeros. También piden una reforma del sistema de apadrinamiento (kafala) que se aplica en países como Arabia Saudita y Qatar. El sistema kafala impide que un operario pueda cambiar de empleo antes de que se termine su contrato, a menos que obtengan el consentimiento de su jefe. Esto mantiene atrapados a muchos operarios en situaciones abusivas.

‘Al principio podía pagar el tratamiento de mi hijo, pero pronto nos subieron el alquiler y ahora ni siquiera tengo dinero para enviar. Tampoco para volver a Katmandú. Soy pobre en el país más rico del planeta’, cuenta Rajiv

“Muchos trabajadores inmigrantes se encuentran bajo una gran presión financiera no sólo para mantener a sus familias en sus países de origen, sino también para pagar las enormes deudas que contrajeron durante el proceso de reclutamiento” denuncia Human Rights Watch en su informe ‘I Already Bought You’ (“Ya te compré”).

“Tanto los abusos que sufren los trabajadores domésticos fuera de la vista pública como la alarmante tasa de muertes entre los trabajadores de la construcción, la difícil situación que viven los inmigrantes en el Golfo exige una reforma urgente y profunda”, señala Rothna Begum, investigadora sobre derechos de la mujer de Human Rights Watch.

Las agencias de contratación, usualmente mal supervisadas, tanto en los países de origen de los migrantes como en los países de destino en el Golfo, a menudo cobran de más por sus servicios, engañan a los inmigrantes sobre las condiciones de trabajo y no ofrecen su asistencia cuando se producen abusos laborales. Además, en Arabia Saudita y Qatar los trabajadores inmigrantes no pueden salir del país sin obtener el consentimiento de su empleador para solicitar un “permiso de salida” de las autoridades. Se encuentran atrapados en una jaula de oro.

“Los cataríes no somos vampiros”

Las autoridades de Qatar han prometido eliminar este sistema en 2015, en previsión del Mundial de Fútbol de 2022. Salah bin Ghanem bin Nasser al-Ali, ministro de Deportes, remarca que el país no pondrá en peligro sus ambiciones deportivas ni la Copa del Mundo. El titular de la cartera revela que su propio padre trabajó cuando tenía 12 años en la industria petrolera en “condiciones muy duras que hoy equivaldrían a abuso infantil” y promete implementar una nueva política.

El Mundial registra 1.200 trabajadores muertos y el número podría incrementarse hasta 4.000 fallecidos si no se toman medidas. Son, en su gran mayoría, obreros inmigrantes de India y Nepal

El Gobierno envió al gabinete las reformas de mejora laboral y Al-Ali muestra optimismo al augurar que serán aprobadas en los próximos meses: "Comprendemos el problema. Para nosotros es una cuestión humana. Los cataríes no somos vampiros. Tenemos emociones”, señala a El Confidencial.

Se hace tarde. Es hora de regresar con Kalu al barrio paquistaní. Es viernes, el día sagrado, y “casi nadie trabaja”. Alrededor de un coche lleno de estampitas y flores se agolpa la comunidad nepalí, sacándose fotos. “Es un coche religioso, a veces le ponen altavoces y desfila”, asegura.

Con su ayuda algunos compatriotas se animan a hablar. Rajiv lleva un año en Qatar trabajando para una gran constructora. “Al principio con ese dinero podía pagar el tratamiento de mi hijo, enfermo, pero pronto nos subieron el alquiler y ahora ni siquiera tengo dinero para enviar. Tampoco para volverme a Katmandú, Nepal, pero qué puedo hacer. Soy pobre en el país más rico del planeta”, afirma resignado.

Qatar es un país de paradojas, que busca abrirse al mundo sin perder sus tradiciones. La dinastía de los Al Thani quiere convertir Doha en una marca de lujo y excelencia, pero antes tendrá que empezar a cuidar a sus trabajadores. Si no se toman medidas rápidamente, el camino hacia el Mundial 2022 se convertirá en un sendero lleno de cadáveres del que serán cómplices la monarquía, la FIFA y las constructoras occidentales que participan en las obras.

No todos son grandes rascacielos en Doha. Entre edificios de dimensiones descomunales, emerge una villa miseria llamada el barrio paquistaní, un laberinto de ladrillos desnudos y cables colgando en el que se hacinan miles de obreros traídos de Asia para participar en las obras del Mundial 2022.

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