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Los votos prestados de la izquierda a Santos ponen freno al uribismo en Colombia
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Los votos prestados de la izquierda a Santos ponen freno al uribismo en Colombia

Después de una campaña cargada de juego sucio, escuchas ilegales y acusaciones mutuas de traición y corruptelas, el actual presidente mantiene el poder

Foto: El candidato Juan Manuel Santos ha sido reelegido presidente de Colombia en la segunda vuelta de las elecciones celebradas este domingo (Efe).
El candidato Juan Manuel Santos ha sido reelegido presidente de Colombia en la segunda vuelta de las elecciones celebradas este domingo (Efe).

Todavía entre los ecos de su victorioso debut en el Mundial, casi 33 millones de colombianos estaban convocados ayer a las urnas, después de una campaña cargada de juego sucio, escuchas ilegales y acusaciones mutuas de traición y corruptelas, y bajo la vigilancia de más de 240.000 efectivos de la Policía y el Ejército. No se recordaban unas elecciones tan disputadas: el actual presidente, Juan Manuel Santos, y su contrincante, Óscar Iván Zuluaga, estaban empatados en las encuestas. En primera vuelta, tres semanas atrás, Zuluaga fue el candidato más votado. En el balotaje, Santos se alzó finalmente con una victoria ajustada: el 50,7% de los votos, frente al 45,2% de su adversario.

Lo insólito del caso es que ambos candidatos fueron ministros con Álvaro Uribe Vélez: Zuluaga, de Hacienda; Santos, de Defensa. Es sintomático de hasta qué punto ha marcado la política colombiana este abogado de formación, natural de Medellín, que llegó a la presidencia en 2002 como candidato del Partido Liberal. En 2005, fundó su propio partido, de marcada impronta de derechas: el Partido Social de Unidad Nacional, más conocido como Partido de la U. Para optar a un segundo mandato, Uribe promovió la reforma constitucional que permitía una segunda reelección inmediata: ganó con holgura en 2006. Quiso repetir en 2010, pero esta vez el Tribunal Constitucional puso freno a sus aspiraciones. Así que su ministro Santos fue escogido como candidato de la U, y se convirtió en presidente de Colombia.

Las ‘traiciones’ de Santos

Lo que no calculaba Uribe es que Santos se desmarcaría de sus políticas. Así que el expresidente inició una agresiva oposición contra su sucesor a través de todas las tribunas a su alcance, incluyendo -y de forma notable- su perfil de Twitter. No gustó al exmandatario la ley de restitución de tierras, dirigida a los pequeños campesinos que fueron desplazados a la fuerza por causa del conflicto armado o, más concretamente, por los grupos paramilitares asociados a los intereses de los terratenientes. Tampoco le agradó a Uribe que Santos restableciera las relaciones comerciales con la vecina Venezuela, maltrechas por la tensión entre Hugo Chávez y Uribe. Y mucho menos aprobó el expresidente los diálogos de paz entre la Administración ‘Santista’ y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), iniciados formalmente en La Habana en octubre de 2012.

Lo insólito del caso es que ambos candidatos fueron ministros con Álvaro Uribe Vélez: Zuluaga, de Hacienda; Santos, de Defensa. Es sintomático de hasta qué punto ha marcado la política colombiana este abogado de formación, natural de Medellín, que llegó a la presidencia en 2002

El proceso de paz fue, quizá, la gota que colmó el vaso y animó a Uribe a fundar su propio partido, al que atrajo a muchos de los suyos, Zuluaga entre ellos. El Partido de la U se quedaba sin Uribe y nacía, en enero de 2013, el Centro Democrático, que el expresidente anunció como un proyecto político para recuperar “el rumbo que desvió el presidente Santos: se hizo elegir con la promesa de continuar y defender nuestras tesis, y hoy gobierna con otras”.

Esas tesis eran las de la llamada seguridad democrática, que tuvo dos patas fundamentales: la contundente actuación del Ejército contra la guerrilla y la lucha contra el narcotráfico, auspiciada por los Estados Unidos, que financiaron el Plan Colombia. Si la guerrilla sufrió fuertes golpes, más ambiguo es el resultado contra los cárteles de la droga; pero los puntos más oscuros del ‘uribismo’ fueron el ascenso de violentos grupos paramilitares, con estrechos lazos con los políticos -la llamada parapolítica-, y los falsos positivos: la muerte de tres mil jóvenes, casi todos campesinos, a los que el Ejército hizo pasar por guerrilleros muertos en combate.

Zuluaga representaba no sólo la recuperación de esas políticas, sino la influencia directa de Uribe en el gobierno: el candidato del Centro Democrático no consiguió sacarse la imagen de “títere” del expresidente y la idea generalizada es Santos ganó gracias a los votos prestados de una parte de la izquierda que no votó por él, sino contra el ‘uribismo’ y a favor del proceso de paz.

El proceso de paz

Las negociaciones iniciadas en La Habana con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) han sido la pieza central de la contienda electoral. Poco se ha hablado de la maltrecha sanidad pública, de los acuciantes problemas del campo, de la desigualdad social que no cede pese al crecimiento económico sostenido de los últimos años. Santos presentó la elección como un plebiscito como la paz, que él dice representar, y la guerra que encarna el uribismo: entre “el fin de la guerra” y la “guerra sin fin”, dijo el presidente.

Así lo refrendó buena parte de la izquierda cuando manifestó públicamente su apoyo a Santos: fue el caso de Clara López, la candidata del izquierdista Polo Democrático Alternativo, que cosechó un 15% de los votos en primera vuelta; si bien provocó el malestar en un ala de su partido, y en especial, del senador Jorge Enrique Robledo, un peso pesado de su partido.

La pregunta es hasta qué punto eran diferentes las opciones que defendían el candidato ‘uribista’ y el ‘exuribista’. Para algunos, se trataba de una contienda entre la derecha y la ultraderecha; para otros, entre el centro y la derecha. Unos pensaban que las diferencias se reducían al proceso de paz, que no es poco en un país donde la violencia atenaza la vida social desde hace sesenta años; para otros, se trata de dos modelos de entender el papel del Estado y sus Fuerzas de Seguridad.

Los puntos más oscuros del ‘uribismo’ fueron el ascenso de violentos grupos paramilitares, con estrechos lazos con los políticos -la llamada parapolítica-, y los falsos positivos: la muerte de tres mil jóvenes, casi todos campesinos, a los que el Ejército hizo pasar por guerrilleros muertos en combate

Pero, en lo que a economía se refiere, ambos defienden un modelo neoliberal: flexibilización laboral, apertura económica, avance de las industrias extractivas como la minería y firma de tratados de libre comercio (TLC), que han sido el detonante de las movilizaciones de los campesinos colombianos, asediados por los bajos precios a los que deben vender sus productos. Aunque hay matices: la derecha conservadora de Uribe está vinculada a los intereses de los grandes terratenientes, mientras la derecha liberal de Santos favorece a los empresarios, que sufrían el enfriamiento de las relaciones comerciales con Venezuela, y a los inversores extranjeros, que presionan por el fin del conflicto armado.

En cualquier caso, parece probable que Santos se haya llevado una buena parte no sólo de los votos del Polo Democrático, sino también de la abstención, que pasó del 60% de la primera vuelta al 54%. En la coyuntura actual, con las mayores amenazas a su derecha, Santos podría desviar hacia el centro su segundo mandato. Así lo exponía Clara López en una entrevista reciente: “En 2010 lo eligió la derecha toda. Ahora lo apoyan con su voto un importante contingente de personas de izquierda, socialdemócratas y dirigentes sociales. Ello debe imprimir un carácter más social y más amplio a su nuevo mandato”. No lo cree así el escritor William Ospina, para quien Santos representa los intereses de la tradicional oligarquía colombiana.

De momento, está por ver si el ‘uribismo’ asume con deportividad su derrota: antes de los comicios Zuluaga ya amenazó con no reconocer los resultados y después de la primera vuelta, pese a sus buenos datos, el candidato de Uribe tildó de “sospechoso” que las tendencias de voto hubieran cambiado después de que se fuera la luz en la costa.

Todavía entre los ecos de su victorioso debut en el Mundial, casi 33 millones de colombianos estaban convocados ayer a las urnas, después de una campaña cargada de juego sucio, escuchas ilegales y acusaciones mutuas de traición y corruptelas, y bajo la vigilancia de más de 240.000 efectivos de la Policía y el Ejército. No se recordaban unas elecciones tan disputadas: el actual presidente, Juan Manuel Santos, y su contrincante, Óscar Iván Zuluaga, estaban empatados en las encuestas. En primera vuelta, tres semanas atrás, Zuluaga fue el candidato más votado. En el balotaje, Santos se alzó finalmente con una victoria ajustada: el 50,7% de los votos, frente al 45,2% de su adversario.

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