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La industria de la virginidad: "Desflorar jóvenes alarga la vida y cura enfermedades"
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CAMBOYA, EL GRAN MERCADO DE VÍRGENES DE ASIA

La industria de la virginidad: "Desflorar jóvenes alarga la vida y cura enfermedades"

Camboya, epicentro del mercados de vírgenes de Asia, donde está extendida la idea de que desflorar a una joven alarga la vida y puede curar enfermedades

Foto: Srey Pich, una joven prostituta camboyana, espera a posibles clientes en un parque público de Phnom Penh. (Reuters)
Srey Pich, una joven prostituta camboyana, espera a posibles clientes en un parque público de Phnom Penh. (Reuters)

Srey Mom vendió su virginidad porque no podía pagar sus facturas de hospital. “Tuve un problema en el ojo y los médicos me pedían 1.400 dólares. No tenía tanto dinero”, explica esta joven de 22 años, cuyo nombre es ficticio para proteger su identidad. Pocos meses anteshabía conocido a una mujer en un céntrico mercado de Phnom Penh, la capital de Camboya, que le había regalado los oídos. “Me dijo que era guapa y que si tenía algún problema de dinero la llamara”. Con la factura delante, cogió el teléfono y llamó. Negoció 3.000 dólares por acostarse con un alto funcionario camboyano que quería degustar su pureza.

Camboya es uno de los principales mercados de vírgenes de Asia, un continente en el que está extendida la idea de que desflorar a una joven da fuerza, cura enfermedades y alarga la vida. Los compradores pagan generalmente entre 500 y 5.000 dólares (de 350 a 3.500 euros), aunque algunas organizaciones aseguran que el precio puede llegar hasta los 12.000 dólares (8.800 euros), según la edad y la belleza de la candidata. Los clientes son fundamentalmente asiáticos –hasta un 85%, según un estudio de la Organización Internacional de Migraciones (OIM) de 2007–- que buscan una legislación más laxa que la de sus países y los asequibles precios de Camboya.

“Muchos de estos turistas asiáticos vienen a Camboya en busca de sexo, y las vírgenes son especialmente apreciadas”, dice Ana Gabriela Pinheiro, abogada de Action Pour Les Enfants (Acción por los Niños), una de las oenegés que trabaja en Camboya para evitar la explotación de los menores.

placeholder Dos víctimas de abusos sexuales en su casa en Preah Sihanouk, Camboya (Reuters).

Mom vendió su virginidad porque no podía pagar sus facturas de hospital. Negoció 3.000 dólares por acostarse con un alto funcionario camboyano que quería degustar su pureza

Riverkids es una de las organizaciones que trabaja en Phnom Penh para identificar a menores en peligro de ser vendidas o explotadas. Sus cuatro centros en la capital camboyana proveen de comida, clases y formación profesional para algunas de las víctimas, con la esperanza de que los padres alivien su pobreza y encuentren recursos alternativos a la virginidad de sus hijas. “Cuando vemos que hay peligro, trabajamos con los padres para evitar que vendan su virginidad. Ahora mismo tenemos varios casos y no es fácil convencerlos”, explica Touch, un asistente social de la organización.

Según la cultura camboyana, los hijos deben respeto a los padres y deben sacrificarse por ellos si es necesario. “Tienes que andar el camino que te han preparado tus padres y servirles bien”, dice el "Chbap Srey" o ley de las mujeres, un poema que las niñas aprenden de memoria y que rige las normas de conducta que se espera de ellas.

Un negocio lejos de la vista de los turistas

El paseo del Riverside de Phnom Penh, uno de los sitios favoritos de los turistas extranjeros para tomarse unas cervezas tras un largo día de visitas, ya no luce un aspecto tan sombrío como el de hace unos años. Aunque sigue habiendo algunos niños que venden libros o flores, a menudo una tapadera para los turistas sexuales, su número se ha reducido de forma significativa. “Los niños siguen sufriendo los mismos problemas que antes, pero han sido desplazados a zonas periféricas, lejos de la vista de los turistas”, dice James Sutherland, responsable de comunicación de la ONG Friends International.

Sin embargo, algunas de esas zonas periféricas también se han desmantelado, como los burdeles de Svay Pak, a las afueras de Phnom Penh, antes uno de los principales lugares de compraventa de vírgenes y que ahora, aunque aún en funcionamiento, tiene mucha menos actividad. El tráfico se ha escondido en las sombras y ahora es gestionado por agentes, generalmente mujeres como la que se acercó a Srey Mom, que organizan discretos encuentros con los clientes, a menudo camboyanos.

Camboya es uno de los principales mercados de vírgenes de Asia, un continente en el que está extendida la idea de que desflorar a una joven da fuerza, cura enfermedades y alarga la vida. Los compradores pagan generalmente entre 500 y 5.000 dólares

“Los camboyanos saben esconderse muy bien. A muchos extranjeros no les importa hacerlo descaradamente, porque piensan que aquí es algo normal, pero para un camboyano hay cierto sentimiento de vergüenza”, explica Pinheiro, de APLE, quien apunta que eso les hace “difícilmente identificables”. Según el Informe sobre Tráfico de Personas del Departamento de Estado de EEUU de 2012, los hombres camboyanos suponen “el grueso de la demanda de prostitución infantil”, en el que la compraventa de niñas vírgenes “sigue siendo un serio problema”.

En este mercado sombrío, que tiene lugar en habitaciones de moteles o estancias especialmente dispuestas para ello, los encuentros ya no tienen por qué ser breves y a menudo duran varios días. Srey Mom estuvo con su cliente toda una semana, “pero sólo tuvimos sexo dos veces. La primera vez me hizo tanto daño que le pedí que esperara”, relata la joven. Tras este primer encuentro, muchas de ellas acaban atrapadas en el mercado de la prostitución. Srey Mom no es una excepción y ahora vende su cuerpo todas las noches en Wat Phnom por 5 dólares por coito. Sin virginidad, su valor cayó en picado.

A pesar de la aceptación social del sexo con vírgenes por parte de los hombres, la ecuación no es tan simple para las víctimas. Srey Mom siguió vendiendo su cuerpo porque sus padres y conocidos la repudiaron. “No paraban de decirme que los había avergonzado, que no estaba bien lo que había hecho”, explica la joven. La virginidad vale fortunas, pero también es fundamental para encontrar marido. Aquellas que reconocen haber tenido algún encuentro sexual previo al matrimonio, incluso forzado, no suelen encontrar con quién casarse. “Me siento culpable”, dice Srey Mom. “Yo sólo quiero que mis padres me perdonen y volver a mi casa para vender noodles con mi madre. No quiero tener que hacer esto toda mi vida”.

Srey Mom vendió su virginidad porque no podía pagar sus facturas de hospital. “Tuve un problema en el ojo y los médicos me pedían 1.400 dólares. No tenía tanto dinero”, explica esta joven de 22 años, cuyo nombre es ficticio para proteger su identidad. Pocos meses anteshabía conocido a una mujer en un céntrico mercado de Phnom Penh, la capital de Camboya, que le había regalado los oídos. “Me dijo que era guapa y que si tenía algún problema de dinero la llamara”. Con la factura delante, cogió el teléfono y llamó. Negoció 3.000 dólares por acostarse con un alto funcionario camboyano que quería degustar su pureza.

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