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La ausencia del Rey da la puntilla a una Cumbre inútil en 22 años de existencia
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FALTA POR PRIMERA VEZ A LA CITA

La ausencia del Rey da la puntilla a una Cumbre inútil en 22 años de existencia

El monarca está por primera vez ausente de una reunión que él mismo impulsó con el objetivo de crear una comunidad fuerte, próspera y democrática

Foto: Mensaje del rey en la inauguración de la Cumbre. (Efe)
Mensaje del rey en la inauguración de la Cumbre. (Efe)

Corría el año 1991. En México gobernaba el PRI de Carlos Salinas de Gortari, Cuba era la única dictadura de toda Iberoamérica, la crisis afectaba a España y el Rey Juan Carlos ponía en marcha “el primer paso de una larga andadura” de la que “honra a la Corona española y a mi patria asumir la buena marcha de tan ilusionante proyecto”. Nacía la I Cumbre Iberoamericana.

Veintidós años después, Cuba sigue siendo la única dictadura de Iberoamérica, la crisis asola España y el PRI vuelve a gobernar en México. Pero algo ha cambiado: el Rey está por primera vez ausente de la cita que él impulsó como “un privilegio” “y un proyecto largo tiempo anhelado: el logro de una Comunidad fuerte, próspera y democrática”.

La ausencia de Don Juan Carlos es un síntoma más, quizá el definitivo, de la agonía de un proyecto que nunca acabó de arrancar del todo y que se ha ido marchitando al mismo tiempo que la influencia de España y su marca en el mundo iberoamericano.

Se crea la Secretaría General de Iberoamérica

Los primeros años -Guadalajara, Madrid, Bariloche, Isla Margarita-, las cumbres iberoamericanas sirvieron de escaparate por donde el Rey paseaba la Marca España, acompañado por Felipe González: el uno, envuelto en el halo especial que en América ha tenido siempre la figura del Rey de España; el otro, encandilando a la izquierda, desde CAP a Fidel pasando por el inexplicable Carlos Menem.

Moratinos, el Rey y Rajoy en la cumbre del año pasado. (Efe)La Cumbre Iberoamericana nacía como oposición a la Cumbre de las Américas patrocinada por EEUU, y España era el polo en torno al cual se posicionaban las nuevas áreas comerciales y políticas. Eran los tiempos de las admoniciones a Fidel Castro, primero suaves y más duras después, cuando José María Aznar y una ola de Gobiernos conservadores ejercían la presión en torno al dictador caribeño. Y cuando se le perdonaba todo a la madre patria porque regaba con la manguera de las pesetas las precarias economías del continente.

De aquellos tiempos data la creación de la Secretaría General Iberoamericana, cuya sede estatutariamente mantiene España con un ostentoso palacete en Recoletos, con un presupuesto en torno a los siete millones de euros anuales y, también garantizados por escrito, “privilegios e inmunidades” a su personal, en cuya cúspide lleva desde 2004 el uruguayo Enrique V. Iglesias.

El famosos '¿por qué no te callas?'

Pasaron los años y el peso de España fue decreciendo al mismo ritmo que ganaban importancia las economías emergentes, sobre todo el Brasil de Lula da Silva, y movimientos regados con el petróleo de un caudillo venezolano que quiso ser el nuevo mesías del continente. Con Fidel Castro enfermo y ausente de estas cumbres –en realidad, se cansó mucho antes de ser recriminado un año tras otro por sus vecinos-, Hugo Chávez sustituyó las pesetas españolas por el petróleo y logró que Cuba, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y, en menor medida, la Argentina de los Kirchner, bailaran al son económico y político que tocaba la República Bolivariana de Venezuela.

Y llegó entonces el “¿Por qué no te callas?”. Al Rey le salió el Borbón que lleva dentro y mandó callar a Chávez en el Plenario cuando el caudillo venezolano, ante un Rodríguez Zapatero que no acertaba a intervenir, atacaba a José María Aznar. Ese gesto del Rey, que se multiplicó por las redes sociales y amplificó la figura del Monarca, fue una especie de canto del cisne de las Cumbres Iberoamericanas. Nada volvió a ser ya como antes.

Hugo Chávez y su cohorte bolivariana siguieron el ejemplo del ‘padre’ Fidel y comenzaron a faltar a las citas. La crisis hacía mella en las partidas destinadas a cooperación y proyectos multilaterales y los euros españoles dejaron de fluir como antes. Un ejemplo es el de la educación: la Organización para la Educación en Iberoamérica (OEI), muy vinculada a las Cumbres desde 1991, impulsó las Metas Educativas 2021 para Iberoamérica. Pretendía movilizar 78.000 millones de euros para poner la educación iberoamericana al nivel de los países desarrollados. El Gobierno español, de momento, ya ha renunciado a la aportación voluntaria y sólo suministrará los 600.000 euros obligatorios: según la Agencia Española de Cooperación Internacional y para el Desarrollo, la OEI ha sido incapaz de justificar cómo ha invertido los 65 millones que España ha aportado en los últimos cinco años.

Sin el dinero español, con las ausencias habituales de muchos de los asistentes –este año tampoco estará Cristina Fernández de Kirchner por motivos de salud-, la puntilla definitiva a la Cumbre Iberoamericana será la ausencia del Rey, a quien la salud no le ha dado más tregua. El pasado año, en Cádiz, ya se impuso a los médicos y aplazó la operación de cadera: estuvo en el plenario, sujeto por muletas y por los mandatarios que le acompañaban. Era la imagen de un sueño que tocaba a su fin.

Fue bonito (y muy caro) mientras duró. Sólo la presencia del Príncipe de Asturias podría inyectarle nuevos bríos al “proyecto largo tiempo anhelado”. Pero nadie, en línea con lo que viene sucediendo en torno a la Casa, lo había previsto: Don Felipe no puede estar en el plenario y han tenido que buscarle un programa paralelo.

Corría el año 1991. En México gobernaba el PRI de Carlos Salinas de Gortari, Cuba era la única dictadura de toda Iberoamérica, la crisis afectaba a España y el Rey Juan Carlos ponía en marcha “el primer paso de una larga andadura” de la que “honra a la Corona española y a mi patria asumir la buena marcha de tan ilusionante proyecto”. Nacía la I Cumbre Iberoamericana.

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