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La 'nueva Yugoslavia' se reinventa en busca de su vieja identidad
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LA RESURRECCIÓN 10 AÑOS DESPUÉS DE LA GUERRA

La 'nueva Yugoslavia' se reinventa en busca de su vieja identidad

La detención de Goran Hadzic, el último fugitivo de las guerras de los Balcanes, siembra la duda sobre qué va a ocurrir con el ferviente deseo

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La 'nueva Yugoslavia' se reinventa en busca de su vieja identidad

La detención de Goran Hadzic, el último fugitivo de las guerras de los Balcanes, siembra la duda sobre qué va a ocurrir con el ferviente deseo de Serbia de ingresar en la Unión Europea y, en parte, sobre cómo se va a desarrollar, de ahora en adelante, la historia del Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia (TPIY), una corte abierta por la ONU hace casi veinte años y creada exclusivamente para resolver los procesos de detención de los cabecillas del genocidio balcánico.

Acusado de crímenes de guerra y contra la humanidad, Hadzic era uno de los tantos quebraderos de cabeza del presidente serbio, Boris Tadic que prometió detener a todos los criminales de guerra de la ex Yugoslavia. Y lo ha conseguido.

Goran Hadzic, en busca y captura por 5 millones de euros desde 2004, fue líder de los serbios que lucharon en Croacia de 1991 a 1995, así como presidente de la República serbia de Krajina, al sur de Croacia y que nunca disfrutó del reconocimiento internacional. Está acusado de asesinar, en tan solo tres días, a 264 croatas que estaban ingresados en el hospital de Vukovar en noviembre de 1991 a manos de paramilitares y miembros del Ejército Popular Yugoslavo. Además, también se le imputa delitos de tortura, persecución, asesinato, deportación y tratamiento inhumano a civiles indefensos que no compartían su ideología.  Tras esta detención y la extradición a La Haya de Ratko Mladic,  no queda ya ningún dirigente implicado en los crímenes cometidos en la zona de los Balcanes, enclave histórico decisivo y uno de los puntos de partida de la Primera Guerra Mundial.

Eslovenia y Croacia se ‘reinventan’

El 25 de junio se conmemoraba el 20 aniversario del comienzo de la violenta desintegración de Yugoslavia cuando Eslovenia y Croacia declararon su independencia y que terminó en febrero de 2008 cuando Kosovo se escindió definitivamente de Serbia. Con esto son seis los nuevos estados, siete si incluimos a Kosovo que no es reconocido por la comunidad internacional al completo.

Estos veinte años dejaron atrás a una Yugoslavia con un alto nivel de vida y de consumo, incluso comparable con países de la Europa Occidental, dando paso a que algunos de los Estados que surgieron del conflicto estén limitados en su crecimiento, una desventaja a la hora de ingresar en La Unión Europea.

Tras las guerras que llevaron el horror al corazón de Europa, los Estados surgidos de la antigua Yugoslavia y sus sociedades entretejen nuevos lazos económicos y culturales, pese a los nacionalismos. Sin embargo, la élite económica y cultural nunca ha roto todos los lazos. En los últimos cinco años, el comercio y la cooperación cultural se han intensificado, mientras que las élites hacen negocios y los oligarcas balcánicos compiten por el tamaño de sus yates en la costa dálmata croata.

Eslovenia es la república más rica y forma parte de la UE desde 2004, a pesar del boicot económico serbio de los productos eslovenos. Algo que se ha olvidado ya que, actualmente, más de 410 empresas eslovenas están presentes en el mercado serbio con inversiones superiores a 500 millones de euros de ‘dudosa’ procedencia (se creen que son nuevos ricos surgidos de las guerras y apoyados por alianzas políticas con intereses en la zona); mientras que Croacia, reconvertida en destino turístico internacional, aspira a entrar en 2013.

Serbia, por su parte, ha ido dando, poco a poco, pequeños pasos económicos, políticos y también con la historia con el objetivo de cerrar cicatrices. Dejó de lado el nacionalismo ultra y parece que ha conseguido una estabilidad política de la mano del socialdemócrata Boris Tadic que busca aproximarse a Europa.

Sin embargo, la gran víctima de la guerra es Bosnia con una profunda crisis política, social y económica que surge, sobre todo, por ser incapaz de superar las divisiones étnicas y la desconfianza entre musulmanes, serbios y croatas. Otro obstáculo insalvable para este país es la falta de información sobre los más de 10.000 desaparecidos en la guerra y la falta de una solución para más de un millón de desplazados que no han podido regresar a sus hogares. En cuanto al ámbito económico y social, Bosnia se sitúa en la cola del sueldo medio, junto a Serbia, con 150 euros y supera el 33% de paro.

En toda la zona el proceso de transición económica del socialismo al capitalismo no ha terminado y las privatizaciones aceleradas forman parte esencial de las estrategias económicas. Este proceso provoca numerosas especulaciones acerca del origen de los inversores extranjeros: ¿quién es la tapadera de quién? Motivos existen, tanto económicos como políticos: empresas con nombres ingleses y sedes en las islas caribeñas suelen tener capitales locales o regionales de dudoso origen; la procedencia de dichos capitales está a veces ligada a las guerras o, como escribe la prensa local, es “controvertida y hay corrupción”.

Inversores internacionales

Aunque el movimiento de capitales entre las distintas regiones ex yugoslavas en los últimos seis años es más que evidente, los mayores inversores siguen siendo extranjeros: suizos, alemanes, holandeses, franceses, italianos, griegos y rusos. Ejemplo de ello es que las ventas de bienes inmuebles están dominadas por los oligarcas rusos vinculados con el gas y el petróleo, sobre todo en la costa de Montenegro. Por otro lado, la presencia de empresas estadounidenses es ya más que visible en la compra o en el control de la gestión de algunas  fábricas estratégicas, a la vez que Bosnia ha recibido inversiones de Emiratos Árabes, Arabia Saudí y otros países musulmanes causando que el sector bancario local vaya desapareciendo con la llegada de las grandes instituciones financieras internacionales..

La detención de Goran Hadzic, el último fugitivo de las guerras de los Balcanes, siembra la duda sobre qué va a ocurrir con el ferviente deseo de Serbia de ingresar en la Unión Europea y, en parte, sobre cómo se va a desarrollar, de ahora en adelante, la historia del Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia (TPIY), una corte abierta por la ONU hace casi veinte años y creada exclusivamente para resolver los procesos de detención de los cabecillas del genocidio balcánico.

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