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George Osborne, el Ulises del siglo XXI
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LOS CANTOS DE SIRENA NO LE HACEN PERDER EL NORTE

George Osborne, el Ulises del siglo XXI

George Osborne podría ser considerado el Ulises del Siglo XXI. El Chancellor se ha atado a su particular mástil y nada de lo que ocurre a

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George Osborne, el Ulises del siglo XXI

George Osborne podría ser considerado el Ulises del Siglo XXI. El Chancellor se ha atado a su particular mástil y nada de lo que ocurre a su alrededor le hace cambiar de opinión. Su objetivo es firme: hacer frente al déficit histórico del país.

El responsable del Tesoro presentó el primer proyecto de Presupuestos ordinario de la coalición, los denominados “presupuestos de la recuperación”. En junio, con el paquete de emergencia al que se había comprometido en campaña, y en octubre, con la revisión plurianual de la estrategia de gasto, los “recortes” habían sido la tónica del discurso, por lo que esta vez optó por comparecer con un mensaje más positivo.

El panorama dejado por los datos del IPC el día anterior no era nada alentador. La inflación interanual continuó disparada en febrero, en un 4,4%, todavía muy por encima del 2% fijado por el Tesoro como objetivo para los precios. Un dato que sumado a la contracción que ha vuelto a asaltar a la economía británica, de hasta un 0,6 % en el último trimestre de 2010, y a un endeudamiento que el mes pasado duplicó de nuevo las previsiones (se llegó a los 11.800 millones de libras) limitaban bastante su margen de maniobra. Sin embargo, éste es más que autoimpuesto: Osborne quiere mantener el pulso de la austeridad fiscal a toda costa.

El sacrificio global ya se había anunciado en octubre del año pasado, cuando había cifrado el tijeretazo para el próximo cuatrienio en los 81.000 millones de libras. Ahora toca poner el sistema en funcionamiento. Por un lado había que aliviar el exprimido bolsillo de los ciudadanos y, por otro, intentar dibujar un país apetecible para los inversores.

Para el primer propósito, el Chancellor baja un penique el impuesto sobre el litro de carburantes para ya mismo, un recorte en el que continuará profundizando hasta los cuatro peniques en el próximo año fiscal.

El conejo fue sacado de la chistera en el último momento, un movimiento que recordó a la era de Gordon Brown en el 11 de Downing Street, cuando la medida estrella era el punto final del discurso. En este caso, la reducción, que costará unos 2.000 millones de libras, deberá ser financiada por las propias empresas petroleras que operan en el Mar del Norte.

A pesar de que se había dicho que Osborne se inspiraría en Nigel Lawson y Michael Heseltine, la maniobra aparece más en la línea del ministro del Tesoro de los años más brillantes del Nuevo Laborismo. En 1997, cuando asumió la cartera de Finanzas, Brown recaudó 5.000 millones de libras en impuestos extraordinarios sobre los servicios públicos privatizados.

Lo que quiere hacer ahora el tory, también en su primer año en el cargo, es crear un mecanismo para gravar las ganancias de las petroleras cuando el precio mundial del crudo suba por encima de cierto nivel. En caso de bajar, se les reembolsaría el dinero.

Consciente de que esto no basta, Osborne ha incrementado el umbral a partir del que pagar el impuesto sobre la renta de las 7.475 libras hasta las 8.105. Es decir, 1,1 millón de personas quedarán exentas a partir de abril de 2012. Los ciudadanos con cuentas desahogadas no se beneficiarán de esta reducción, ya que los cambios sólo están pensados para los que ganan menos de 115.000 libras anuales. El mimo tradicional de los conservadores a las clases más acaudaladas puede esperar. Aún queda mucho tiempo para las elecciones.

Por otra parte, para animar a los que quieren comprar su primera vivienda, se ha creado un paquete de 250 millones de libras que vendrán directas de la carga impositiva que se aplique a los bancos. El ministro confía en estimular así la industria de la construcción y crear unos 50.000 empleos. Actualmente la tasa de desempleo está en el 8%, el nivel más alto desde 1994.

Un Reino Unido apetecible para la inversión

Pero esto no es suficiente. Con el firme propósito de no aumentar el agujero presupuestario que profundizó la recesión de 2008-2009 (la más prolongada desde que existen los registros) y con un poder adquisitivo en los hogares cada vez más mermado por la inflación (que aún se espera que llegue al 5% antes de comenzar a descender hasta el 2,5% en 2012), el trabajo pesado para que la máquina vuelva a funcionar debe recaer en el sector privado. Y es por eso por lo que Osborne quiere convertir a Reino Unido en un país más que apetecible para los inversores.

Grandes compañías como el grupo publicitario WPP o la empresa farmacéutica Shire ya hicieron las maletas y se trasladaron a Dublín. No hay tiempo que perder, por lo que el titular de finanzas anunció el doble de reducción del impuesto de Sociedades de la prevista este año, hasta un 2%, con recortes de un punto porcentual en los sucesivos, hasta dejarlo en el 23% para el año 2015, desde el 28% actual.

Si se tiene en cuenta que el pasado fin de semana explicó que el presupuesto sería fiscalmente neutro –lo que se pierde por un lado, lo ha de ganar por otro- está claro que algunas áreas se verán afectadas con nuevas reducciones de gasto.

Por otra parte, Osborne también anunció 21 nuevas áreas empresariales, más del doble de la decena prevista, en las que el Ejecutivo planea llevar a cabo un proceso de revitalización económica. Las diez primeras se llevarán a cabo en Inglaterra. Se trata de una versión a menor escala de una de las políticas que implementó Margaret Thatcher en la década de los 80 y que, sin embargo, no alcanzó los resultados esperados para largo plazo.

El ministro reconoció que el panorama no es fácil. Además, se vio obligado a reconocer una rebaja de la previsión oficial de crecimiento del 2,1 % al 1,7 %. Sin embargo, el déficit de este año será finalmente menor: si se había cifrado en 149.000 millones, ahora será de 146.000, que el próximo año caerá a los 122.000, según cifras de la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria. El Gobierno tiene previsto reducirlo hasta los 29.000 millones al final de la legislatura, cuando los conservadores esperan separarse de los liberal-demócratas.

Los laboristas, que aún no han despuntado en su estreno como oposición, criticaron la obsesión del Ejecutivo por hacer todo tan rápido. Sin embargo, Osborne no pretende desatarse de su mástil. A Ulises la táctica le funcionó. El héroe griego no escuchó a las sirenas, ni hizo caso a los cantos a su alrededor, y su barco acabó en aguas más tranquilas. Veremos si al Chancellor le depara el mismo destino.

George Osborne podría ser considerado el Ulises del Siglo XXI. El Chancellor se ha atado a su particular mástil y nada de lo que ocurre a su alrededor le hace cambiar de opinión. Su objetivo es firme: hacer frente al déficit histórico del país.

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