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En la cola del paro: “¿Dónde nos recolocamos? Sólo hay ladrillo”
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UNA MAÑANA EN LA OFICINA DEL INEM DE SANTA EUGENIA (MADRID)

En la cola del paro: “¿Dónde nos recolocamos? Sólo hay ladrillo”

Llega septiembre y, para muchos, el síndrome postvacacional. Otros no tienen tanta suerte: su inicio del curso laboral transcurre en la sala de espera de las

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En la cola del paro: “¿Dónde nos recolocamos? Sólo hay ladrillo”

Llega septiembre y, para muchos, el síndrome postvacacional. Otros no tienen tanta suerte: su inicio del curso laboral transcurre en la sala de espera de las oficinas del INEM. Este diario ha pasado la mañana en la oficina de Santa Eugenia, barrio de sufridos trabajadores. Nada más bajar del tren de cercanías, en la misma línea que fue brutalmente atacada por las bombas del 11-M, llama la atención algo que no se ve pero que está presente todo el tiempo: el hedor que desprende la cercana incineradora de Valdemíngomez. En ese ambiente irrespirable transcurre la cola de los parados más madrugadores.

 

Las puertas abren a las nueve de la mañana, pero desde una hora antes ya hay un centenar de personas esperando. Este martes, 2 de septiembre, el INEM ha arrojado las cifras de parados del mes de agosto: ya hay más de dos millones y medio de desempleados, el dato más alto desde el año 98. Hoy hay más desempleados que ayer pero menos que mañana. El de Santa Eugenia es uno de tantos puntos en los que, traspasando las frías estadísticas, se puede mirar a los ojos a los que, estando en edad productiva, son expulsados del mercado laboral: hombres hechos y derechos, mujeres con sus hijos a cuestas, algunos demasiado jóvenes.

“Es la primera vez que vengo”, contesta una madre de 23 años que trabajaba en una oficina de la red inmobiliaria Tecnocasa. “Han cerrado porque ya no se vende nada”, explica. Acarrea un bebé y viene desde Villaverde acompañada por su pareja, también comercial, del sector del automóvil, que sí tiene la suerte de conservar su empleo. Aguardan de pie, en el pasillo, porque las sillas de la sala de espera están abarrotadas.

Según los datos del INEM de esta mañana, el paro femenino ha crecido un 11,3% frente al masculino, que lo ha hecho un 45,3%. Sin embargo, la oficina del INEM está abarrotada de mujeres. Tal vez porque también son necesarios sus ingresos para poder pagar la hipoteca. También es la primera vez en la cola del paro para una administrativa de artes gráficas de 33 años. “El dueño era constructor”, añade. “El trabajo lo veo muy mal, porque cada vez hay más gente. Y el INEM funciona fatal. Fíjate: van por el número 101 y yo tengo el 18”.

“Me han llegado más de diez ofertas de empleo pero las empresas no me aceptan”

Un trabajador del metal en la construcción ha sido más madrugador. Lleva haciendo cola desde las 8 de la mañana “y ya tenía a 80 delante”. Tiene experiencia: “Llevo cobrando el paro desde agosto del año pasado”, reconoce. Le dieron el despido improcedente tras un contrato ilegal. Desde entonces, no ha vuelto a trabajar. “Yo he estado buscando trabajo y no lo he encontrado. Tengo 64 años. Me han llegado más de diez ofertas de empleo, pero cuando me presento y ven mi edad, no me aceptan”. Al mes que viene se jubila, pero este mes de septiembre ya no recibe subsidio. Ve el panorama laboral muy sombrío y confía en que la construcción se reponga pronto. “En España, ¿Dónde nos recolocamos? Sólo hay ladrillo”.

Los parados dan cuenta de la precariedad de la calidad del empleo en este país. Un chaval de 24 años tiene trabajos intermitentes en una gran constructora cotizada. “He tenido contratos de seis meses en vacaciones y luego he hecho suplencias consecutivas de un mes cada una”. Vive con sus padres y, por el momento, ni se plantea independizarse. Se ha desplazado a Santa Eugenia desde el Puente de Vallecas, porque allí han cerrado la oficina. “En vez de cerrarlas, deberían abrir más. Aquí mismo, podrían contratar a más gente. Hay sitio para más mesas”, observa. Ayer cogió número y no pudo ser atendido. Tiene un grado medio en formación profesional y quiere hacer cursos de formación. Preguntado sobre si ve como una amenaza la inmigración, asegura que no le preocupa, “el más cualificado será el que consiga trabajo”.

A su lado, un boliviano con papeles de su misma edad, también del sector de la construcción, pero especializado en obra civil, reconoce que “he escuchado muchas veces que los inmigrantes nos quitan el trabajo a los españoles”, pero no sabe qué responder ante eso. Desde que llegó de Bolivia, hace cuatro años, nunca le ha faltado trabajo. “Muchas familias se están volviendo, –asegura- sobre todo los que no tienen papeles. Porque aquí si no trabajas, no puedes vivir”. Pero él está contento. Confía en ser recolocado en su empresa, aunque les han echado temporalmente, dizque “por falta de material”.

Llega septiembre y, para muchos, el síndrome postvacacional. Otros no tienen tanta suerte: su inicio del curso laboral transcurre en la sala de espera de las oficinas del INEM. Este diario ha pasado la mañana en la oficina de Santa Eugenia, barrio de sufridos trabajadores. Nada más bajar del tren de cercanías, en la misma línea que fue brutalmente atacada por las bombas del 11-M, llama la atención algo que no se ve pero que está presente todo el tiempo: el hedor que desprende la cercana incineradora de Valdemíngomez. En ese ambiente irrespirable transcurre la cola de los parados más madrugadores.

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