Una montaña rusa de tetas y lo peor del cine español

Hay películas que hacen reír porque realmente hacen gracia y otras que hacen reír por la vergüenza ajena que provocan. La montaña rusa es una de estas últimas. Dirigida por Emilio Martínez Lázaro y producida por Enrique Cerezo, la cinta le hace un flaco favor al cine español actual demostrando que todavía existen cineastas sumidos en el pasado y que apuestan por la teta para hacer comedia.

Y resulta curioso que este error lo cometa Martínez Lázaro después de dirigir Trece Rosas o la divertida, en su tiempo, El otro lado de la cama. Sin embargo, parece ser que el cineasta se ha quedado estancado en aquella época de principios de siglo mostrándonos una película rancia, repetida y aburrida.

Ni siquiera la presencia de tres buenos actores en esto de la comedia (Verónica Sánchez, Ernesto Alterio y Alberto San Juan) consigue hacer levantar el vuelo a una cinta de la que será mejor olvidarse a la salida de la sala de cine. Sobre todo por no minar el esfuerzo de cineastas como Rodrigo Cortés, Nacho Vigalondo o Borja Cobeaga por demostrar que en el cine español se puede hacer género.

¿Es así como el productor de la cinta, Enrique Cerezo (ese que dice que los piratas son sinvergüenzas), quiere que los españoles vayan al cine? ¿Que se gasten siete euros en semejante cinta con tufillo noventero y muestra viva de que lo peor del cine español sigue vivo? Me parece que el señor Cerezo no ha acabado de entender que los gustos de los españoles han cambiado, que el espectador exige calidad y no cintas que le trasladan a la España de Pajares y Esteso .Con todo mi respeto: cine español, sí; pero no éste. Para ver tetas ya tenemos la muy bien pensada saga Torrente.

No obstante, diremos a su favor que la idea de la cinta de que una persona puede encontrar el amor en una persona y el sexo en otra no está del todo mal. De hecho más de uno reflexionará. Sin embargo, es una idea tan trillada durante los últimos años y tan mal desarrollada en la cinta, que hasta algún espectador echará de menos aquella cinta por la que tendrían que haberle quitado el Oscar a Natalie Portman, Sin compromiso.