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Vecinos de Chueca, contra el padre Ángel: "Ha traído los yonquis de vuelta al barrio"
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PELEAS, ALLANAMIENTOS Y SUCIEDAD EN LA CALLE

Vecinos de Chueca, contra el padre Ángel: "Ha traído los yonquis de vuelta al barrio"

Los vecinos denuncian que la situación está fuera de control, con tráfico de drogas y peleas a altas horas de la madrugada y frente a sus ventanas

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Hubo un tiempo, no hace tanto, en el que toda España conocía el barrio de Chueca, en el centro de Madrid, con el mote de Yonquilandia. Desde los años setenta y hasta finales de siglo, la heroína, la cocaína y el hachís eran la 'commodity' del barrio, con epicentro en la plaza Vázquez de Mella, hoy renombrada en honor al difunto socialista Pedro Zerolo. Después llegó la comunidad homosexual, que trabajó a destajo para sacar la droga de las calles y convertir Chueca en uno de los barrios más caros y atractivos de la ciudad.

Sin embargo, parece que los fantasmas han vuelto. Según denuncia la Asociación de Vecinos de Chueca, en torno a la parroquia de San Antón, en la calle Hortaleza, se congregan adictos, camellos y delincuentes de baja estofa todas las noches. El culpable, señalan, es el padre Ángel, que en 2015 convirtió la parroquia es un espacio abierto las 24 horas para dar acogida a personas sin hogar.

"Al principio todo iba bien, pero hace un par de años la cosa empezó a desmandarse", explica a este periódico Esteban Benito, presidente de la asociación vecinal. "En la puerta de la iglesia siempre hay jaleo. Se reúnen varias decenas de personas que trafican con droga, amenazan a los vecinos, defecan en la acera, se pelean, gritan... Hay actuaciones policiales constantes y los vecinos, especialmente los que viven en los inmuebles cercanos, están aterrorizados", continúa Benito. "Ha convertido la iglesia, protegida por Patrimonio, en un albergue ilegal que no cumple los requisitos mínimos para funcionar".

placeholder Unos 'sintecho' tienden la ropa en plena calle Hortaleza.
Unos 'sintecho' tienden la ropa en plena calle Hortaleza.

Los vecinos no quieren exponer su identidad públicamente. Tres de ellos explicaron el problema en televisión y recibieron amenazas. Ahora solo están dispuestos a hablar siempre que sus nombres sean falsos y que no se haga alusión a dónde viven. Julia vive al lado de San Antón. En los últimos años se ha tenido que acostumbrar a cerrar la puerta del portal al entrar, y cerciorarse de que cierra bien, por temor a que se le cuelen dentro. "Si te la dejas abierta, se te plantan cinco o seis en el rellano. Se drogan, beben y huelen francamente mal. Nos ha pasado varias veces", dice. "No es solo que entren en los portales, pobrecitos, si lo necesitan tampoco sería tan grave... Pero es que nos han robado todas las bicis del trastero, han entrado en la gestoría y la lavandería de aquí al lado, se nos cuelan en el garaje... Son cosas que yo no he visto en 18 años que llevo viviendo en Chueca".

La Policía nos dice que es un problema estético, que es porque no nos gustan los pobres

Julia indica que también han ocupado la acera: "Ahora, cuando llegue el buen tiempo, volverán a dormir en la calle. Cuando eso sucede, no se puede ni pasar, están acampados y hacen sus necesidades en nuestra puerta. Entonces llamamos a la Policía y nos dicen que es más un problema estético, que no nos gustan los pobres, pero es que ni ellos ni el padre Ángel viven aquí". La vecina no comprende por qué no se cumple la normativa pese a las denuncias: "Es que tienen bula para hacer lo que quieran. Si yo mañana compro un local y monto un albergue ilegal... ¿cuánto tardarían en cerrármelo? Pues nada, porque no soy el padre Ángel", lamenta.

"Pues qué te voy a decir, que estos vecinos tienen bastante razón", dice el padre Ángel. "Es verdad que han sucedido peleas, que ha habido gritos y que han ensuciado las aceras. Los pobres huelen mal y molestan, es lo que tiene esta gente, que nadie los quiere en la puerta de su casa", dice. El religioso, que ya se ha reunido con los vecinos, ha activado un comando de limpieza en las calles Hortaleza y Farmacia para evitar los malos olores. "Y ahora nos dicen que les estamos quitando el negocio a los barrenderos, si por quejas no será", dice entre risas.

Alfonso, otro de los vecinos, sufre el problema aún más de cerca. Tiene un piso bajo y se cruza la mirada con los 'sintecho' desde su salón. "En cuanto les fijas la mirada, te amenazan", dice. "Ni siquiera puedo salir a fumar al balcón sin que me insulten. Han llegado incluso a lanzar desperdicios a mi ventana". En una ocasión, relata, se encontró con que habían accedido al 'parking' de su edificio, habían abierto varios coches y se habían puesto allí a dormir: "Me topé de frente con uno que estaba viendo porno en el móvil, aprovechando el wifi que les da el padre Ángel".

placeholder Una persona orina al lado de la iglesia del padre Ángel.
Una persona orina al lado de la iglesia del padre Ángel.

Algunas mañanas los vecinos salen de casa y se encuentran la calle llena de desperdicios. El ayuntamiento respondió a las quejas instalando unos urinarios portátiles en la esquina de la calle Farmacia que terminaron por desbordar y causar malos olores. "Se metían dentro y hacían de todo menos sus necesidades. Unos días amanecía el urinario tumbado en mitad de la calzada y otros, con la llegada del calor, se hacía imposible pasar al lado por el hedor. No quiero ni imaginarme cómo se sentirían los que tuvieran sus ventanas cerca", dice Alfonso.

Hay casi tantas historias como vecinos. Desde María, azafata, que en ocasiones trabaja de madrugada y pasa "un miedo terrible" atravesando la calle, hasta Pepa, una octogenaria que lleva meses sin conseguir alquilar su casa, según ella, por el mal aspecto que tiene la calle a la altura de su portal. O Pedro, que después de tres décadas acudiendo a misa todas las mañanas a San Antón, ha tenido que desistir y cambiarse a San Antonio de los Alemanes, en Corredera Baja. También tienen quejas en el Colegio de Arquitectos de Madrid, el inmueble aledaño, donde los 'sintecho' han irrumpido en alguna ocasión provocando desperfectos en los coches del 'parking'.

placeholder Unas personas, acampadas frente a la iglesia de San Antón.
Unas personas, acampadas frente a la iglesia de San Antón.

En líneas generales, los vecinos creen que el padre Ángel se vale de su buena fama, y su cercanía con personas influyentes, en especial con la alcaldesa, para actuar sin arreglo a la ley. "Solo así se explica que esté empadronando a todos los 'sintecho' que llegan, para obtener subvenciones o acceso a la sanidad, no lo sé, o que haya llenado un edificio protegido, la iglesia de San Antón, de leds, carteles y televisiones que se usan para ver el fútbol", dice Esteban Benito. "Yo comprendo que el padre Ángel solo puede hacerse responsable de lo que sucede dentro de la iglesia, pero el problema lo tenemos nosotros y ni él, ni la policía ni el ayuntamiento están dispuestos a solucionar nada", continúa. "¿Qué cuál sería nuestra solución? Pues que se cumpla la ley y que se utilice la iglesia como lo que es, un templo de oración. Pocas calles más arriba tenemos un comedor social, donde la gente hace cola, accede, come y se va, del que nadie se ha quejado. Aquí se pasan las 24 horas del día", afirma Benito.

No voy a dejar de abrazar a una persona que quiere suicidarse porque molesto a los vecinos

"La gente que viene a la iglesia no son unos santos, pero tampoco unos indeseables como quieren pintarlos. Es gente que no tiene nada más", se excusa el padre Ángel. "En estos cuatro años ha pasado cerca de un millón de personas por allí, y hay de todo, pero si la idea es abrir las puertas siempre y a todos, no sería muy lógico que estuviese diciendo tú sí entras y tú no, que tienes mala pinta". "Yo lamento mucho molestar a los vecinos, y se lo he dicho varias veces, pero no por eso voy a dejar de abrazar a una persona que se quiere suicidar, como ha sucedido en varias ocasiones. También te digo que hay otros vecinos que vienen de voluntarios a dar desayunos todas las mañanas, no es todo el barrio el que se queja".

El sacerdote lamenta que se esté "exagerando" la situación y se siente en mitad de una guerra entre los vecinos y el ayuntamiento: "No se deben querer muy bien entre ellos, pero yo ahí no quiero meterme", explica, " yo me quedo con que el papa Francisco dice que las iglesias tienen que estar abiertas a todos, que no son museos, y yo te confieso que estoy muy contento y orgulloso de este proyecto. Ojalá poder contentar a todo el mundo, claro, porque a nadie le gusta que vengan a su casa a decirle que es feo, pero creo que lo justo es ayudar a los que más lo necesitan, y no a los que menos, así que estoy tranquilo", concluye.

Hubo un tiempo, no hace tanto, en el que toda España conocía el barrio de Chueca, en el centro de Madrid, con el mote de Yonquilandia. Desde los años setenta y hasta finales de siglo, la heroína, la cocaína y el hachís eran la 'commodity' del barrio, con epicentro en la plaza Vázquez de Mella, hoy renombrada en honor al difunto socialista Pedro Zerolo. Después llegó la comunidad homosexual, que trabajó a destajo para sacar la droga de las calles y convertir Chueca en uno de los barrios más caros y atractivos de la ciudad.

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