Republicana, feminista, catalanoparlante: el PSOE más federal llega al Congreso con Armengol
La elección de la expresidenta balear es un guiño a los nacionalistas. Tiene experiencia negociadora como jefa de un Gobierno de coalición y se enfrentó al escándalo de los abusos a menores tuteladas por el Consell
No es raro que un político empiece su militancia en una corriente ajena al partido que acaba dándole protagonismo. A María Jesús Montero, por ejemplo, se le despertó el instinto en los movimientos católicos cercanos al comunismo. Francina Armengol hizo lo propio en un sindicato de estudiantes de corte independentista en los pasillos de la Universidad de Barcelona, cuando en la primera mitad de los 90 estudiaba Farmacia en la capital catalana.
Ese punto de su biografía no es baladí cuando se analiza el puesto que ocupará desde este jueves, la Presidencia del Congreso. Pedro Sánchez optó por esta mallorquina (Inca, 1971) en un gesto hacia los partidos nacionalistas que deben hacerlo presidente si quiere reeditar su mandato. Su condición de catalanoparlante le ha granjeado ya varios piropos desde los socios, desde Yolanda Díaz a Aina Vidal, pasando por dirigentes de ERC, que la preferían a otros nombres como el de Félix Bolaños.
De su padre, Jaume Armengol, le llegó su vocación para estudiar Farmacia, pero también su familiaridad con el catalán. El progenitor de la ya presidenta del Congreso de los Diputados dejó las fórmulas para internarse de lleno en la escritura en catalán. Es cierto que el padre de la expresidenta balear también tenía antecedentes, ya que un pariente de su padre, Gabriel Alomar, fue un político socialista y catalanista, como explicó el propio Armengol en una entrevista en el diario Última Hora.
“Es una mujer inteligente que ha estado en momentos dificultosos”, dijo el miércoles Vidal, líder de los comunes en la carrera de San Jerónimo. El propio Sánchez, en la reunión de la interparlamentaria del PSOE, alabó la militancia feminista de Armengol, “una mujer con carácter fuerte y de fuertes convicciones”. También destacó su capacidad de diálogo, algo necesario, según el líder socialista, para la “nueva etapa” que se abre en el Congreso.
En 2018 defendió la idoneidad de una votación en el Parlamento balear sobre el modelo de Estado
Sánchez no aludió al republicanismo de Armengol, lo que la llevó, no sin polémica, a plantear una consulta sobre el modelo de Estado después de la abdicación de Juan Carlos I. Lo hizo en la ejecutiva socialista dirigida entonces por Alfredo Pérez Rubalcaba. Años después, ya como presidenta de las islas, defendió la idoneidad de un debate en las cortes autonómicas, a propuesta de sus socios de nacionalistas de izquierdas, de plantear una consulta sobre la monarquía.
Tendrá que presidir una Mesa donde el bloque de la izquierda (PSOE y Sumar) tienen cinco de los nueve puestos. Los otros cuatro son para el PP. Armengol podrá utilizar para mediar la experiencia acumulada durante ocho años como presidenta de un Gobierno de coalición, primero con los nacionalistas de Més y, entre 2019 y 2023, con Unidas Podemos.
Como jefa del Ejecutivo autonómico tuvo que enfrentarse a la polémica por los supuestos abusos a menores tuteladas por la Administración regional que llevó a la Fiscalía a abrir una investigación en 2020 y que incluso dio pie a una visita de la Comisión de Peticiones del Parlamento Europeo para indagar sobre este caso, que llevó a pensar en la existencia de una red de prostitución que podía afectar a más de una treintena de menores.
Comenzó su carrera política en el Ayuntamiento de su localidad natal, pero ha pasado prácticamente por todas las etapas posibles de la política local y autonómica en las islas. Es la líder del PSOE balear desde 2012 y lo sigue siendo. Cuando recogió su credencial como diputada en el Congreso, fue cuestionada sobre su posible nombramiento como presidenta y negó esas aspiraciones justo para recordar su papel como jefa de los socialistas en las islas y su voluntad de confrontar con el Gobierno de PP y Vox que la ha desalojado del Ejecutivo balear.
No es raro que un político empiece su militancia en una corriente ajena al partido que acaba dándole protagonismo. A María Jesús Montero, por ejemplo, se le despertó el instinto en los movimientos católicos cercanos al comunismo. Francina Armengol hizo lo propio en un sindicato de estudiantes de corte independentista en los pasillos de la Universidad de Barcelona, cuando en la primera mitad de los 90 estudiaba Farmacia en la capital catalana.