Celso dejó una enigmática nota de despedida. Pedía perdón y avisaba a sus allegados de que ya lo entenderían. Venía a admitir su culpa en el robo de armas en el búnker de la comisaría. La confesión habría puesto el punto final a esta madeja, pero la jueza que asumió las pesquisas consideró demasiado burda la tesis del suicidio. La muerte solo fue un punto y aparte en el alambicado relato que lleva hasta los dos policías gemelos como únicos sospechosos del homicidio. Eran compañeros y amigos del fallecido. Tímidos ante los medios, cuesta distinguirlos.
Han sido muchos los investigados y hasta la fecha todos siguen en libertad. La Justicia no ha sido capaz de dar respuesta a las incógnitas que rodean la muerte de Celso. El Confidencial ha tenido acceso a miles de folios que permiten adentrarse en un caso que ha tenido escaso eco fuera de la prensa local, pero que conforman uno de los casos más complejos de la historia reciente en España. El análisis de estos documentos y entrevistas personales a sus protagonistas ha dado como resultado una profunda investigación que muestra el lado menos conocido de una ciudad tranquila. Ourense presenta bajos niveles de criminalidad, hay años que se cierran sin ningún homicidio.
Su comisaría de Policía rompe el paisaje urbano. Es un edificio grisáceo de grandes dimensiones con aspecto de fábrica vieja si no fuera por unas estructuras llamativas de color amarillo que le dan un aspecto de modernidad algo extravagante. Los vecinos de Ourense – 105.000 habitantes– han vivido en su mayoría ajenos todos estos años a los pormenores de lo sucedido en las instancias de esa dependencia policial.