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Arriola, el asesor de presidentes que desquiciaba al Partido Popular: "De crisis económica no se habla"
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Asesoró a Aznar y Rajoy

Arriola, el asesor de presidentes que desquiciaba al Partido Popular: "De crisis económica no se habla"

Ha sido el primer 'spin doctor' de la política española. Hizo de la demoscopia un arma para diseñar estrategias. Aznar y Rajoy siempre escucharon al padre de la teoría que hoy todavía impregna el PP: "Hay que ensanchar el partido"

Foto: Pedro Arriola. (EFE)
Pedro Arriola. (EFE)

"Es mejor no equivocarse que acertar". Este lema es el sello de lo que en el PP se llamó el "arriolismo", una forma de hacer política no siempre comprendida en el partido pero que forjó el liderazgo de dos presidentes opuestos, José María Aznar y Mariano Rajoy. La clave de que Pedro Arriola, que falleció el viernes a los 74 años, transitase por la Moncloa con poderes similares del duro Aznar y la del manso Rajoy era su forma de entender la política. Siempre apostó por "ensanchar el partido", aseguran los que trataron con él en diferentes etapas. Ahora la idea de que el PP es "la casa de todo el centroderecha" es un eslogan manido, pero en los años de Alianza Popular todo estaba por hacer y se hizo.

El sevillano Arriola aterrizó en la biografía política del castellano Aznar en 1989, cuando acababa de ganar las primeras elecciones en su tierra. Por aquel entonces trabajaba como asesor de la CEOE y fue el único que en sus cálculos electorales fue capaz de prever la victoria al candidato de AP. Era el primer síntoma del crepúsculo del "felipismo" pero solo este aventajado analista supo detectar que algo latía en el sustrato de la sociedad española.

El recién elegido presidente y su hombre de confianza, Miguel Ángel Rodríguez, le incorporaron a su proyecto. La llegada de Arriola supuso un vuelco en la forma de entender el valor político de los sondeos de opinión. Hasta ese momento eran meros instrumentos de campaña que tan solo se utilizaban como herramienta para medir la intención de voto.

Foto: Pedro Arriola. (EFE/Archivo/Víctor Lerena) Opinión
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Con Arriola todo cambió. Su obsesión era adivinar, intuir, detectar qué quería la gente. Entendía que los políticos debían estar conectados con las demandas sociales y que los números —su maletín siempre iba desbordado de documentos, papeles y gráficos— marcaban la política en cada momento. Empezó a trabajar con la empresa demoscópica de quien, años después, sería ministro de Cultura, Juan Ignacio Wert. Allí se fraguó una amistad que se prolongó durante más de cuarenta años. Aznar fue el primer presidente de la democracia que tuvo el olfato de incorporar a su equipo a un asesor que preguntaba no solo qué iban a votar los españoles, sino qué les preocupaba. Pese a que en aquellos tiempos las encuestas eran artefactos sociológicos muy caros, así como difíciles de elaborar, ya que eran presenciales y no telefónicas o por internet como ahora, se convirtieron en el arma fundamental para diseñar la estrategia del "aznarismo".

El hombre "simpático" y "tremendamente estudioso", como lo definen sus compañeros de trinchera, pasó de susurrar a Aznar a convertirse en la sombra de Rajoy. Fue el responsable fundamental de buena parte de la fama de "melifluo" y hasta de "indolente" que los enemigos políticos le atribuyeron al antecesor de Sánchez. Un colaborador de Rajoy recuerda cómo los cuadros del partido no llegaban a comprender los planteamientos de Arriola, no captaban su esquema mental. Lo consideraban un personaje muy peculiar. Hay una anécdota que lo visualiza perfectamente. Arriola no trabajaba en Génova (su 'cliente' no era el partido sino el candidato) ni participaba directamente en las campañas, aunque siempre estuvo presente en todas las fases de su gestación y diseño. Una vez se le propuso dar una charla a presidentes provinciales del PP. Era la etapa de la crisis de 2008 que sacudió a la formación conservadora desde sus cimientos. Rajoy estaba en la oposición. El primer mensaje que lanzó a los allí presentes fue que "de crisis económica no hay que hablar". Quien lo cuenta aún recuerda las caras palidecidas de los allí presentes. ¿Cómo no jugar la baza de la economía contra Zapatero? Episodios de este cariz le hicieron ganarse la fama de excéntrico dentro del partido. Era todopoderoso con el presidente, pero generaba desconfianza en las filas.

Foto: Pedro Arriola. (EFE)

Rajoy siempre contó con él en las grandes crisis. Cuando tuvo que tomar una de las decisiones más importantes de su mandato como aplicar el 155 en Cataluña, fue uno de los primeros en ser convocados a Moncloa. Se le escuchaba con atención, aunque en la última etapa 'marianista' fue Jorge Moragas quien se hizo cargo del cuadro de mandos del cuartel general de los populares. Moragas "profesionalizó" lo que Arriola inventó. El PP empezó a contratar sondeos a empresas de opinión y a trabajar con consultores internacionales, pero para el presidente su 'spin doctor' seguía siendo el de siempre. De su cuaderno salían los discursos de Rajoy e incluso aquellas célebres frases en la tribuna del Congreso de los Diputados que no dejaban indiferente a nadie. También lleva su firma lo de "hablar de lo que a la gente le interesa" que para los de pura cepa fue abandonar —y hasta traicionar— las señas de identidad del partido.

El "arriolismo" obligó a los críticos de la formación a renunciar a la batalla ideológica. Resulta por eso paradójico que se haya acusado a Rajoy de haber 'asesinado' a su padre político Aznar cuando los dos bebieron en las mismas fuentes y recurrieron al mismo asesor. Arriola entendía que para gobernar en el PP era imprescindible que hubiera perfiles variados que cubrieran todo el espectro. Del centro a la derecha. De Alejo Vidal Cuadras a Celia Villalobos, su compañera de vida y madre de sus tres hijos con los que vivió su etapa final en la que la lucha contra el cáncer marcó todo. "Ya sabes cómo es mi mujer" decía cuándo la diputada por Málaga protagonizaba una de sus salidas de tono. Conversador incansable, perspicaz y tolerante, era un dialéctico sutil, fino en el debate y exquisito en las formas. Sus argumentos y explicaciones se basaban siempre en datos, argumentos y papeles. No era un Maquiavelo ni un Fouché. Muy inclinado a las largas sobremesas, le gustaba más convencer que vencer. Ni sus detractores le niegan un papel principal en la historia del PP. Acertó más de lo que se equivocó.

"Es mejor no equivocarse que acertar". Este lema es el sello de lo que en el PP se llamó el "arriolismo", una forma de hacer política no siempre comprendida en el partido pero que forjó el liderazgo de dos presidentes opuestos, José María Aznar y Mariano Rajoy. La clave de que Pedro Arriola, que falleció el viernes a los 74 años, transitase por la Moncloa con poderes similares del duro Aznar y la del manso Rajoy era su forma de entender la política. Siempre apostó por "ensanchar el partido", aseguran los que trataron con él en diferentes etapas. Ahora la idea de que el PP es "la casa de todo el centroderecha" es un eslogan manido, pero en los años de Alianza Popular todo estaba por hacer y se hizo.

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