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Se acabó la fiesta en Magaluf: "España es una mierda, estamos muy cabreados"
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Se acabó la fiesta en Magaluf: "España es una mierda, estamos muy cabreados"

El Gobierno balear decreta el cierre inmediato de los puntos calientes del turismo de borrachera en Mallorca tras el descontrol de los últimos días. Los turistas están indignados

Foto: La calle Punta Ballena, cerrada y casi vacía en la madrugada del jueves. (David Brunat)
La calle Punta Ballena, cerrada y casi vacía en la madrugada del jueves. (David Brunat)

Un carrusel de cinco patrullas de la Guardia Civil desfila por la calle Punta Ballena, el epicentro de la fiesta y del desbarre etílico en Magaluf. Es la una de la madrugada y la calle está desierta. La presencia policial y la quietud se asemejan al toque de queda en una zona en conflicto. Solo hay un puñado de locales abiertos en una corta calle lateral. Allí se concentran decenas de jóvenes ingleses sentados en corro alrededor de las mesas, bebiendo. Otros andan tirados en los bancos sin saber qué hacer. Las patrullas aminoran el paso al llegar a este punto. Los turistas les miran con asco.

placeholder Una corta calle perpendicular a Punta Ballena es la única que se salva del cierre. (D. B.)
Una corta calle perpendicular a Punta Ballena es la única que se salva del cierre. (D. B.)
placeholder Varias patrullas de la Guardia Civil recorren la calle Punta Ballena, en Magaluf. (D. B.)
Varias patrullas de la Guardia Civil recorren la calle Punta Ballena, en Magaluf. (D. B.)

En Magaluf, la gente está indignada desde que la policía empezó a ordenar el cierre de los bares desde primera hora de la tarde del miércoles. El Gobierno balear ha decretado un cerrojazo al turismo de borrachera en Magaluf y Playa de Palma, los dos puntos calientes del verano en Mallorca, para poner fin a las aglomeraciones de jóvenes sin mascarillas que se repetían cada noche desde que la isla retomó los vuelos internacionales. En concreto, ha cerrado tres calles, Punta Ballena en Magaluf y las calles Miquel Pellisa (calle de la Cerveza) y Pare Bartomeu Salvà (calle del Jamón) en Playa de Palma.

Hemos pagado para venir a Magaluf a divertirnos y nadie nos avisó de que todo iba a estar cerrado. Es un gran engaño

Un grupo de chavales de York se arremolina en un banco sobre dos cajas de pizza. Pronto serán las dos de la madrugada, hora de cierre para los pocos bares abiertos en este corto tramo de calle que da a la espléndida playa de Magaluf. Llegada esa hora, se irán un rato a la arena a seguir bebiendo hasta que se aburran. “España es una mierda”, repite dos veces Sarah, 19 años, vestida de fiesta y sin poder pisar un mísero pub. “Estamos muy cabreados. Hemos pagado para venir a Magaluf a divertirnos y nadie nos avisó de que todo iba a estar cerrado. Es un gran engaño”.

Uno de sus amigos reconoce que sabían que las discotecas estarían cerradas, pero jamás imaginaron que en Magaluf vivirían un toque de queda. “Nos cerraron las discotecas y ahora nos cierran los bares para que ni siquiera podamos pasarlo bien. ¿Por qué no avisaron antes de que aquí no se iba a poder hacer nada? Muchos hemos ahorrado para venir, es el premio a un año de esfuerzos, y esto a la gente le cabrea muchísimo”.

placeholder Turistas británicos, sentados en los pocos bares abiertos en Punta Ballena. (D. B.)
Turistas británicos, sentados en los pocos bares abiertos en Punta Ballena. (D. B.)
placeholder Turistas en mitad de la calle Punta Ballena sin saber qué hacer. (D. B.)
Turistas en mitad de la calle Punta Ballena sin saber qué hacer. (D. B.)

Los turistas que se concentran en el único tramo con vida nocturna en Magaluf coinciden: hasta la noche del martes, todo iba más o menos bien. Sin discotecas, pero con bares abiertos y música y jaleo en la calle hasta bien entrada la madrugada. Lo que a ellos les parecía que iba bien, a la sociedad balear le parecía un escándalo intolerable. Desde el fin de semana pasado, los vídeos de británicos ebrios berreando canciones como si este fuera un verano cualquiera en Mallorca circularon por las redes sociales, y los locales de la calle Punta Ballena y los de Playa de Palma eran cómplices del disparate. Ellos ponían la música y el alcohol para que docenas de jóvenes convirtieran la calle en un gran botellón sin ningún control. Por el día, el botellón y la fiesta continuaba ‘non stop’ en las piscinas de los hoteles. Ningún turista llevaba mascarilla. Tampoco muchos empleados.

La policía local de Calvià y la de Palma abrieron multitud de expedientes en los últimos días por excesos de aforo, por incumplir el distanciamiento físico, por exceder horarios y por falta de uso de mascarillas por parte del personal. Nada de esto fue suficiente. Cada vez hay más vuelos a Mallorca, los turistas en la zona de El Arenal y Magaluf se multiplican por cientos cada día y la situación comenzaba a ser incontrolable pese a las sanciones.

Para evitar una tragedia sanitaria, el Govern balear decretó a mediodía del miércoles el cierre total de las zonas calientes del turismo de borrachera. En solo unas horas, la policía ya estaba precintando locales. “No nos merecemos ni esos turistas ni esos empresarios”, "no los queremos, que no vengan", zanjó el consejero de Turismo balear, Iago Negueruela.

placeholder Un grupo de turistas alemanas en la calle de la Cerveza, en Playa de Palma. (D. B.)
Un grupo de turistas alemanas en la calle de la Cerveza, en Playa de Palma. (D. B.)
placeholder Uno de los bares precintados en la calle de la Cerveza en Playa de Palma. (D. B.)
Uno de los bares precintados en la calle de la Cerveza en Playa de Palma. (D. B.)

“La mayoría de estos chicos lo han hecho bien, ¿sabes? Han seguido las normas y no se han metido en líos. Pero cuando vi el vídeo de unos chavales saltando encima de un coche la otra noche pensé, ‘uf, esto acabará mal”, cuenta Joseph, responsable de uno de los pocos bares abiertos tras el toque de queda en Magaluf. “Es un desastre económico. Me parece mal que desprecien a estos turistas, siempre me lo ha parecido. De ellos viven cientos de negocios, muchísimos trabajadores mallorquines que ahora están sin dinero por culpa de este cierre. Que nadie se olvide de que Magaluf da de comer a mucha gente local”. Alejandro Jara, propietario del grupo Alex Party, asegura que 250 trabajadores de su empresa “se han ido a la calle”. “Venimos de pasar un invierno muy duro y habíamos abierto hacía apenas 10 días. Cuando ha venido la policía, algunos camareros se han puesto a llorar”, dijo Jara a 'Diario de Mallorca'.

placeholder Un vendedor ambulante con poco trabajo en Playa de Palma. (D. B.)
Un vendedor ambulante con poco trabajo en Playa de Palma. (D. B.)

Junto a las calles vacías, la otra imagen del cerrojazo son los vendedores ambulantes, casi todos africanos, tanto en Magaluf como en Playa de Palma. Van pertrechados con gafas de sol baratas, flores y demás baratijas para ofrecer a los turistas. Esta noche, no han vendido casi nada. “Debo dinero a varios amigos que me prestaron para pasar estos meses y si ahora no hay turistas, no lo podré devolver. Esto es una ruina, si no cambia, compraré un billete de avión y me iré a mi país”, se queja Ahmed, pakistaní, con un puñado de flores en una mano y un ramillete de mecheros y gafas colgando de la chaqueta. Las prostitutas nigerianas, que suelen tener trabajo a altas horas de la madrugada con los turistas ebrios, ven pasar a los pocos transeúntes con la mirada perdida.

La prensa inglesa ya se ha hecho eco del toque de queda impuesto en Mallorca, para gran pasmo de los miles de jóvenes turistas que tienen pagado el billete de avión y el hotel. “Nosotros estamos cabreados, pero el viernes ya nos vamos a casa. Al menos, lo hemos pasado bien unos días. Pero los que aterricen hoy en Mallorca, esos sí van a estar muy, muy cabreados. Nos sentimos discriminados por ser ingleses, nosotros venimos a divertirnos y no hacemos daño a nadie”, advierte Joe, de Mánchester, todavía elocuente pese a su embriaguez. Uno de sus amigos le tira del brazo y se lo lleva hacia la playa, donde terminarán de rematar la noche ahogando el aburrimiento en más alcohol.

Un carrusel de cinco patrullas de la Guardia Civil desfila por la calle Punta Ballena, el epicentro de la fiesta y del desbarre etílico en Magaluf. Es la una de la madrugada y la calle está desierta. La presencia policial y la quietud se asemejan al toque de queda en una zona en conflicto. Solo hay un puñado de locales abiertos en una corta calle lateral. Allí se concentran decenas de jóvenes ingleses sentados en corro alrededor de las mesas, bebiendo. Otros andan tirados en los bancos sin saber qué hacer. Las patrullas aminoran el paso al llegar a este punto. Los turistas les miran con asco.

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