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Un soplo en la nuca, una pelea y la obsesión por una mujer: el gimnasio acabó en llamas
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Un soplo en la nuca, una pelea y la obsesión por una mujer: el gimnasio acabó en llamas

La policía detiene a un hombre que había incendiado el local en el que entrenaba después de que el dueño le impidiera el paso por provocar peleas y 'acosar' a su mujer

Foto: Artes marciales mixtas. (EFE)
Artes marciales mixtas. (EFE)

Antonio E. llevaba cuatro años con el gimnasio abierto en pleno barrio madrileño de Villaverde Alto. Era el sueño de su vida y por eso se entregaba con gusto, aunque no sin esfuerzo. Llegaba a 'la oficina' cuando el sol aún no había salido y se iba a casa bien entrada la noche. Le había costado mucho sudor y horas sin dormir poner en marcha el negocio y, sobre todo, mantenerlo. Por fin había conseguido una clientela estable, fiel y numerosa cuando, de la noche a la mañana, todo se fue al traste.

"Era alumno mío", explica a El Confidencial el propio Antonio, que además de dueño del establecimiento ejercía como profesor de artes marciales en el gimnasio. En concreto, de K1 y de Muay Thai, insiste en referencia a la persona que, según él, ha destrozado su vida. "Algunos clientes me decían que era un poco raro, que tenía problemas mentales; pero yo no notaba nada más allá de que a veces dejaba la mirada perdida", recuerda el propietario. "El chaval venía, entrenaba y se iba, nunca daba problemas", subraya. Sin embargo, en septiembre empezó a cambiar su comportamiento.

Antonio asegura que ese mes dejó de asistir a sus clases y comenzó a centrarse en musculación durante las tardes de los martes y los jueves, que era justo cuando la mujer del dueño se hacía cargo del negocio para que este descansara unas horas y ejerciera de padre de la hija pequeña de ambos. A los pocos días de este cambio de rutinas, ella le confesó a su marido que el cliente que había modificado su horario de asistencia no dejaba de mirarla. Él le quiso quitar importancia. "Hasta entonces no había dado problemas, no creí que pasara nada", confiesa ahora Antonio.

El punto de inflexión tuvo lugar hace unas semanas. "El hombre le sopló en la nuca a otro cliente y este se dio la vuelta para pedirle explicaciones", relata el dueño del gimnasio, que añade que fue en ese momento cuando el tipo extraño se lanzó a por quien le había recriminado y le agredió. Ambos comenzaron una pelea entre las máquinas de musculación. La mujer echó a ambos de la sala y les prohibió la entrada. La decisión, sin embargo, no gustó nada a quien había iniciado la trifulca, que durante los días siguientes trató de acceder a las instalaciones varias veces.

Siempre lo intentaba, además, cuando estaba al cargo la mujer de Antonio. En cada tentativa, ella le respondía que se fuera y que, si quería algo, se dirigiera directamente al propietario. Él hacía caso omiso e insistía una y otra vez en que solo hablaría con ella. "Estaba obsesionado con mi mujer", explica Antonio, que pocos días después de estos episodios recibió una llamada de los juzgados de plaza de Castilla. "Me dijeron que este hombre me había denunciado por violarle, por intimidarle y por amenazarle; aseguraba que mi mujer era su novia pero que él no tenía contacto físico con ella", añade.

Los agentes de la unidad de la Policía Nacional adscrita a los juzgados de plaza de Castilla comprobaron que no había nada de cierto en lo que denunciaba este hombre, por lo que tranquilizaron al dueño del gimnasio, quien sin embargo se topó el pasado miércoles con la sorpresa más desagradable con que se podía topar. A las 5:15 de la madrugada, un vecino le llamó por teléfono para informarle de que el gimnasio estaba ardiendo. "Yo llegué en cinco minutos, porque vivo al lado", relata con tristeza Antonio. "Los policías que llegaron a la zona estudiaron la escena y observaron que el pirómano había utilizado un acelerante; por eso, me preguntaron si yo había tenido problemas con alguien recientemente", rememora el dueño del gimnasio, que cayó en ese momento en que sí que había un hombre que le odiaba.

Foto: Una de las estancias con jacuzzi y cama en la parte baja del local. (Foto: vive-madrid.com)

La víctima contó a la policía lo sucedido y los agentes tomaron declaración a los testigos. Uno de ellos había visto al sospechoso subirse a un coche tras prender el fuego. Los funcionarios también dieron con el empleado de la estación de servicio que vendió la gasolina al incendiario, que reconoció al comprador. Fuentes policiales explican que, tras estas pistas, detuvieron al presunto pirómano, que se enfrentará previsiblemente a una pena de hasta 12 años de prisión por el delito de incendio. "Pudo haber sido mucho más dramático, dado que por momentos peligró la vida de los que vivían en los pisos que hay sobre el gimnasio", aseguran las mismas fuentes.

Pero el drama no se queda aquí. Antonio admite que se fio plenamente del empleado de La Caixa que le atiende desde hace años y contrató el seguro que este le indicó el día que abrió el negocio. Ahora, gracias a los consejos de este hombre de confianza —afirma—, tendrá problemas para cobrar, dado que la póliza no incluía seguro contra incendios. Para más inri, el casero del local reclama a Antonio los daños de la fachada e incluso el alquiler del mes. "Llevo cuatro años pagándole puntualmente a pesar de que he arreglado yo todas las humedades y problemas con los vecinos", afirma Antonio, que solo se consuela por la iniciativa que han puesto en marcha algunos clientes, que han abierto una cuenta para ayudar.

Antonio E. llevaba cuatro años con el gimnasio abierto en pleno barrio madrileño de Villaverde Alto. Era el sueño de su vida y por eso se entregaba con gusto, aunque no sin esfuerzo. Llegaba a 'la oficina' cuando el sol aún no había salido y se iba a casa bien entrada la noche. Le había costado mucho sudor y horas sin dormir poner en marcha el negocio y, sobre todo, mantenerlo. Por fin había conseguido una clientela estable, fiel y numerosa cuando, de la noche a la mañana, todo se fue al traste.

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