Hormigoneras marcha atrás y contrasentido con el plácet del alcalde de La Granja
Una calle de cuarenta metros enfrenta a varios hosteleros y al Ayuntamiento, que desoye el veredicto de sus propios informes
La calle Carral es cortita y estrecha, pero importante, pues une los dos lugares más turísticos de San Ildefonso de la Granja, en Segovia: la plaza del pueblo y los jardines del palacio. En el extremo norte de la calle hay tres restaurantes y, en el sur, otro.
La calle, por su carácter comercial, está cerrada al tráfico rodado. Tiene bolardos a la entrada y a la salida que siempre están levantados. Sin embargo, a principios de verano comenzó una obra en el centro de Carral, con su clásico trasiego de hormigoneras y camiones. Parece razonable creer que la solución pasaba por bajar los dos bolardos, de forma que los vehículos pudiesen entrar por el sur y salir por el norte, el sentido natural del tráfico en la calle.
Pero solo el bolardo sur está bajado, y los camiones entran, descargan, y se ven obligados a salir, en dirección prohibida, por el mismo sitio por el que entraron. No es solo eso: la estrechez de las calles obliga a las hormigoneras a subir marcha atrás la calle Embajadores, que da acceso a la plaza, ante la sorpresa de las hordas de turistas que abarrotan La Granja cada verano.
¿Y por qué no se baja el bolardo del norte?, se preguntará usted. Por dos motivos: uno, porque las terrazas de arriba –El dólar, La taberna del Pelón y Don Diego– invaden con sus sombrillas la calzada, impidiendo el paso de cualquier vehículo, y el segundo, y más importante, porque el alcalde no quiere.
Álvaro Cabello, el dueño del restaurante del sur de Carral, está negro con la situación. Durante veinte días comprobó, estupefacto, cómo los camiones pasaban por delante de su local, una y otra vez, molestando a sus clientes y llenándolo todo de cemento. “No es solo por mi negocio, es que es muy peligroso que una hormigonera vaya marcha atrás… cualquier día va a pillarle a una persona mayor cruzando y vamos a tener un disgusto”, dice el hostelero a este periódico.
Cabello, un madrileño que llegó en 2014 al pueblo, se armó de valor y puso una reclamación ante el Ayuntamiento; para su sorpresa, porque hasta ese momento habían obviado sus quejas, le respondieron al día siguiente dándole la razón. La arquitecta técnica municipal, como se puede comprobar en el informe inferior, reconoce el perjuicio que la situación está causando al negocio de Cabello: “Se ha observado que, efectivamente, se mantiene bajado el bolardo de la calle Carral en su conexión con Embajadores, mientras se mantiene permanentemente subido el de su conexión con la plaza del Vidriado, evitando la entrada o salida de vehículos en este punto. Esto genera, a mi juicio, grandes molestias a la terraza del denunciante, dado que todos los vehículos que entran deben dar marcha atrás y salir por el mismo lugar que entraron”, reza el informe.
Acto seguido, la funcionaria indica que se debería dar orden a Protección Civil, que tiene la llave para activar los bolardos, de mantener bajados los dos bolardos cuando la calle esté abierta, o los dos subidos cuando esté cerrada al tráfico. Al recibir el informe, Cabello creyó que todo había acabado, pero no fue así.
El informe no ha servido de nada, básicamente porque el alcalde lo interpreta de otra forma: “Ese informe dice que hay que bajar los bolardos cuando sea oportuno, y subirlos cuando no lo sea, lo lógico”, explica José Luis Vázquez, regidor de la localidad segoviana. “La calle Carral es peatonal, básicamente porque está llena de restaurantes, y la obra está muy cerca del bolardo de abajo (sur), de modo que solo abrimos esa parte. ¿Acaso se abre toda la calle Preciados, en Madrid, cuando hay una obra cerca de Sol? No, se abre la parte a la que afecta y se deja el resto cerrado”, explica Vázquez.
Sé que no van a hacer nada, salvo hacérmelo pagar de una u otra manera
El alcalde, además, no ve peligro en que las hormigoneras circulen contrasentido, ya que es “una situación puntual” que se corregirá al terminar la obra. Tampoco entiende Vázquez por qué los demás restaurantes afectados por el recorrido de los camiones no se han quejado, cuando sufren igual que Cabello: “Es porque en La Granja hemos desarrollado un servicio excelente de hostelería aprovechando al máximo esta temporada, el verano, y no fijándonos en lo que hace el de enfrente”, zanja Vázquez, del Partido Socialista.
Cabello, por su parte, sostiene haber recibido amenazas de sus compañeros para que "cierre la boca", aunque la sangre no ha llegado al río. "Sé que no se me va a hacer caso, porque uno de los que llevan los restaurantes de arriba es un exconcejal, y los otros son amigos del alcalde. Es más, sé que esto lo voy a pagar de alguna forma, ya sea a modo de inspección de sanidad, multas o lo que sea, pero creo que lo correcto es denunciarlo", explica el hostelero.
La calle Carral es cortita y estrecha, pero importante, pues une los dos lugares más turísticos de San Ildefonso de la Granja, en Segovia: la plaza del pueblo y los jardines del palacio. En el extremo norte de la calle hay tres restaurantes y, en el sur, otro.