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Operación Emperador, o cómo burlar al fisco español con jamón, vino y viajes a China
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BORRÁS DEFENDIÓ EN UNA ENTREVISTA SU COLABORACIÓN CON GAO PING

Operación Emperador, o cómo burlar al fisco español con jamón, vino y viajes a China

Vaya una cosa por delante: varios de los detenidos en la Operación Emperador están en la agenda de contactos de mi móvil, entre ellos algunos españoles.

Foto: Operación Emperador, o cómo burlar al fisco español con jamón, vino y viajes a China
Operación Emperador, o cómo burlar al fisco español con jamón, vino y viajes a China

Vaya una cosa por delante: varios de los detenidos en la Operación Emperador están en la agenda de contactos de mi móvil, entre ellos algunos españoles. Ninguno es amigo mío. Los contacté a lo largo de los dos últimos años para preparar un libro que publicará la editorial Debate en enero de 2013[1] y en el que intento explicar la fascinante y polémica aventura de la comunidad china en España.

El verano de 2011, el entonces concejal de ciudadanía de Fuenlabrada, José Borrás, me concedió una entrevista en su despacho durante la cual me dijo: “las relaciones con la Policía y los políticos son muy importantes para los empresarios chinos y nosotros colaboramos constantemente con ellos”. Su defensa de los negocios de Cobo Calleja era firme y cerril.

En noviembre de ese mismo año, el inspector Miguel Ángel Gómez, jefe del Grupo V de la Brigada de Extranjería de Madrid, me atendió amablemente en una cafetería para hablar de criminalidad china. Su discurso, que ya había escuchado en un reportaje un tanto sensacionalista emitido por Antena 3, parecía el de un agente que cumplía su deber sin contemplaciones. Con tanto empeño en descubrir tramas ocultas, que me pareció incluso exagerado. Durante la conversación, subrayó las sospechas más turbias sobre las "mafias chinas" y me dio detalles sobre su modus operandi que encajan a la perfección con el escenario que describe la operación Emperador. Llevaba dos días intentando localizarlo cuando leí su nombre en la lista de imputados. Tuve que frotarme los ojos.

Los dos han sido puestos en libertad sin fianza en las últimas horas. Según los detalles que he podido leer en la prensa, al concejal Borrás se les acusa de haber repartido licencias de manera irregular entre los responsables de la trama. Durante el interrogatorio le habrían llegado a preguntar si aceptó botellas de vino y jamones a cambio de favores. En el caso del agente Gómez, parece que se investiga su mediación a favor de los “mafiosos” chinos a cuenta de un colega suyo, agente de la Guardia Civil, que a su vez le habría recompensado quitándole multas de tráfico o incluso agasajándolo con viajes a China con todos los gastos pagados (un privilegio del que han gozado, por cierto, decenas de empresarios y políticos españoles en los últimos años).

Recapitulemos. Un concejal que presuntamente ofrece licencias a cambio de regalos como jamón y vino, un policía que hace la vista gorda para ahorrarse unas multas y un agente de la Guardia Civil que corrompe con paseos por la Gran Muralla. Amén, cierto es, de un puñado de abogados, un conocido actor porno que vendió al “capo” Gao Ping 13.000 consoladores con la forma de su propio pene y un criador de perdices, un viejo conocido del Rey. Este guión de Berlanga es, más o menos, toda la implicación institucional revelada hasta ahora en la mayor operación jamás realizada contra el delito financiero en España. Como poco, resulta sorprendente.

Otra de las fuentes que utilicé para documentar el libro es un agente de aduanas con quien volví a hablar este jueves. Me dijo que había trabajado con Gao Ping, con su mujer y su cuñado desde 1997 hasta el 2002. “Pero después encontraron a otros que se lo hacían mejor y como yo no estaba dispuesto a realizar ese tipo de trabajo, se marcharon”, me dijo. De esto hace ya 10 años, los que llevaría la familia Gao metiendo unos 150 contenedores al mes de mercancía tasada muy, muy por debajo de su precio real, remitiéndola a empresas fantasma, algunas de ellas domiciliadas en apartamentos que ni siquiera tenían registrado un almacén. Una vez pasada la aduana, los contenedores se desviaban hacia Cobo Calleja, donde se descargaban totalmente en negro. Si alguno de los clientes, después, solicitaba una factura, se mostraban los papeles del pequeño porcentaje importado sin irregularidades. Para pagar a los fabricantes en China sin levantar sospechas se utilizaba parte de esa trama de lavado que han detallado estos días los medios de comunicación. Y ya está.

¿Nadie sospechó nada durante diez años? ¿Nadie vio nada raro en las aduanas, ni en los puertos, ni en los almacenes, ni en los comercios? ¿En serio? ¿Así de fácil es?

El montante de impuestos defraudados por estos y otros importadores a lo largo de la última década, calcula la fuente, es muy superior a las cifras del blanqueo declaradas y ascendería a miles de millones de euros. “Una barbaridad de dinero. Piensa que al menos el 60% de lo que se importa de Asia entra con alguna irregularidad”. Todo el proceso, que ya me habían detallado hace meses al menos seis personas diferentes (entre ellos dos empresarios chinos), era un secreto a voces. Cuando nos recuperemos de este escandaloso atracón de relatos, filtraciones policiales y testimonios sobre la “perfidia amarilla”, convendría preguntarse cómo es posible que alguien, por muy chino que sea, defraude miles de millones de euros en las aduanas y venda toneladas de mercancía en negro durante más de una década sin corromper otra cosa que las meriendas de un concejal y los viajes exóticos de un par de policías. Esperemos que, al menos, los jamones fuesen de Jabugo.

Todo esto, claro, a la espera de la “sorpresa” anunciada por Fernández Díaz.

[1] “¿Dónde van los chinos cuando mueren? Vida y negocios de la comunidad china en España”.

Vaya una cosa por delante: varios de los detenidos en la Operación Emperador están en la agenda de contactos de mi móvil, entre ellos algunos españoles. Ninguno es amigo mío. Los contacté a lo largo de los dos últimos años para preparar un libro que publicará la editorial Debate en enero de 2013[1] y en el que intento explicar la fascinante y polémica aventura de la comunidad china en España.