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Galicia, el independentismo sentimental
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POR QUÉ ALLÍ NO CUAJA EL SOBERANISMO

Galicia, el independentismo sentimental

Mientras en Euskadi y Cataluña se plantean las inminentes elecciones autonómicas como un plebiscito independentista, el soberanismo gallego duerme. No es noticia. En los 75 escaños

Foto: Galicia, el independentismo sentimental
Galicia, el independentismo sentimental

Mientras en Euskadi y Cataluña se plantean las inminentes elecciones autonómicas como un plebiscito independentista, el soberanismo gallego duerme. No es noticia. En los 75 escaños que reparte el Parlamento gallego, los nacionalistas nunca han sentado a más de 18 diputados. En la última legislatura han sido 12. Y las encuestas más favorables apuntan ahora que las dos fuerzas nacionalistas con posibilidad de obtener representación -Alternativa y BNG- no sumarían más de 14 escaños salvo que bajara de los cielos Breogán, el mítico rey celta de los gallegos, a multiplicar, milagrosamente, panes, peces y votos.

Ni siquiera esta crisis, que está generando profundas desafecciones contra Madrid en algunas comunidades -como, igualmente, ha exasperado movimientos centralizadores- ha servido de catalizador a una idea de Galicia independiente.

Para Alfredo Conde, escritor -en gallego-, premio nacional de narrativa y ex consejero de Cultura con el Partido Socialista entre 1987 y 1990, hay que irse a lo profundo de la historia para encontrar respuestas: “Al contrario que catalanes y vascos, los gallegos sí hemos tenido un reino formalmente constituido [siglos X al XIII]. Cataluña pertenecía a Aragón. Los vascos, nada. Quizá por eso somos inmunes a ese complejo histórico. Y entendemos muy bien lo que está sucediendo ahora: hoy las fronteras desaparecen, los ejércitos son comunes y los mapas se desdibujan. El soberanismo responde a un discurso descolonizador, y ese discurso, en este marco, tiene poco sentido. Los gallegos lo sabemos bien, porque tanta emigración nos ha convertido en gente muy viajada. Recuerdo la campaña de las primeras elecciones autonómicas, en 1981. Me decía Felipe González, hablando de este tema:

-Yo en el único lugar de España en el que percibo el hecho diferencial es aquí, con vosotros, con los gallegos.

Quizá por eso no necesitamos reivindicarlo tanto, me parece a mí”, concluye Conde.

Saltando fronteras, el pensador vasco Fernando Savater encuentra explicaciones de inspiración más económica, que es lo que se lleva: “Muy sencillo. Galicia no es un estado viable ni siquiera en los sueños más delirantes. Por razones económicas, poblacionales, geográficas... De Euskadi, incluso, se podría decir algo parecido. A no ser que se les uniera Navarra. Por eso tanto énfasis en esa reivindicación. Cataluña sí sería un estado viable. El único. Pero Galicia, no. Nunca. Y eso los gallegos lo saben”.

Manuel Camaño es un sindicalista que ya anda corriendo el riesgo de que lo califiquen de histórico. No por anciano, sino por su protagonismo, desde hace décadas, en los diferentes movimientos reivindicativos de la pervivencia del sector pesquero en Galicia. Desde Cangas. Pueblo de pescadores. Y de los bravos. De los que se echan a la calle con la misma ferocidad con la que se enfrentan al mar. La Central Unitaria de Traballadores (CUT), a la que Camaño pertenece, se autodefine como marxista, nacionalista y anticapitalista. “Con respecto a Cataluña y Euskadi, Galicia sufre un atraso histórico en la culminación de sus derechos naturales. La revolución industrial llegó a Galicia un siglo después, y eso explica mucho esto. Sin embargo, la idea de doma y castración de nuestro nacionalismo todavía corre por nuestras venas. Lo triste es que el nacionalismo gallego, en los últimos 20 años, acabó en una renuncia autonomista. Tanto por parte de los intelectuales como de la clase obrera. El remedo autonomista ha sido un fracaso, y lo demuestra la cantidad de gente, tanto aquí como en España, que ya se plantea acabar con las autonomías”.

Antón Reixa (Vigo, 1957) es músico, poeta, director de cine y, desde hace unos meses, tras ganar las elecciones, presidente de la convulsa SGAE. “El galleguismo siempre fue una cuestión político-melancólica, aunque dotado de mucha inteligencia emocional. Pero nunca superó las contradicciones entre clases e intereses económicos. En Cataluña, por ejemplo, hay opciones de derechas que optan por la autodeterminación. Eso es fundamental. Yo, personalmente, le daría la autodeterminación incluso a las asociaciones de vecinos. Seré independentista hasta el día después de que se consiga la independencia”.

El periodista y escritor Santiago Jaureguízar gatea sobre los tejados de dos nacionalidades. Nacido en Bilbao en 1965, se trasladó muy joven a Galicia, y ha escrito toda su obra literaria en la lengua de su país de adopción. Así que se autodefine como nacionalista gallego y nacionalista vasco. “En la familia de mi madre, desde el día de tu nacimiento, se da por hecho que eres nacionalista y del Athletic de Bilbao. Después puedes discutir si Dios existe, si la tierra gira alrededor del sol o es al revés, o si los ángeles tienen sexo. Pero el nacionalismo y el Bilbao no se discuten. Son dogmas. Mis abuelos se conocieron en un alderdi eguna (día del PNV)”. Considera Jaureguízar una obviedad que los votantes gallegos no se decanten por el nacionalismo: “Tenemos una economía subsidiaria de España. Cuando estás viviendo de tus padres, no te puedes ir de casa”. En cuanto al impulso reciente del soberanismo catalán, se muestra escéptico: “Los catalanes son bastante teatrales. Son fenicios. Más que desear algo, lo negocian. Sin embargo, en mis últimas visitas a Euskadi sí he notado otro ambiente. Ya no sé discute cómo se logrará la independencia. Se habla de cómo se plantearán las relaciones con España el día después, dando por hecho de que se va a conseguir”.

“En cuanto a los gallegos, siempre hemos tenido un sentimiento galleguista muy sentimental, del tipo marcar unas pocas diferencias para enseñárselas a los turistas. Nada más. Eso es, yo creo, porque el gallego tiene poca confianza en su destino. A pesar de que somos un gran exportador de mandatarios: Franco, Rajoy, Calvo Sotelo, muchos ministros...”.

Por último, aporta un argumento bastante catastrofista: “¿Cómo va a ser nacionalista gente que sabe que no podrá vivir en su país? El 90% de la gente que conozco con menos de 40 años piensa que se tendrá que marchar de aquí. Si no te puedes quedar en tu país, es absurdo plantear la independencia. Yo he mandado a mis hijos de 10 y 6 años a estudiar alemán. No veo su futuro aquí. Me veo a mí cogiendo cada fin de semana billetes baratos de Ryanair para ir a verlos a Francfurt, o a Bonn, o a Berlín”.

Mientras en Euskadi y Cataluña se plantean las inminentes elecciones autonómicas como un plebiscito independentista, el soberanismo gallego duerme. No es noticia. En los 75 escaños que reparte el Parlamento gallego, los nacionalistas nunca han sentado a más de 18 diputados. En la última legislatura han sido 12. Y las encuestas más favorables apuntan ahora que las dos fuerzas nacionalistas con posibilidad de obtener representación -Alternativa y BNG- no sumarían más de 14 escaños salvo que bajara de los cielos Breogán, el mítico rey celta de los gallegos, a multiplicar, milagrosamente, panes, peces y votos.