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El Príncipe aguanta impasible la bronca al himno nacional y las burlas al Rey
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INSULTOS A ESPERANZA AGUIRRE EN LA FINAL DE LA COPA CELEBRADA EN EL VICENTE CALDERÓN

El Príncipe aguanta impasible la bronca al himno nacional y las burlas al Rey

Sabía lo que se le venía encima. Y actuó con toda la profesionalidad que cabía esperar de él. Felipe de Borbón soportó anoche impasible

Foto: El Príncipe aguanta impasible la bronca al himno nacional y las burlas al Rey
El Príncipe aguanta impasible la bronca al himno nacional y las burlas al Rey

Sabía lo que se le venía encima. Y actuó con toda la profesionalidad que cabía esperar de él. Felipe de Borbón soportó anoche impasible la bronca monumental que una gran parte de las aficiones del Barça y el Athletic de Bilbao dedicaron al himno nacional en el estadio Vicente Calderón antes del arranque de la final de la Copa del Rey, que el heredero de la Corona presidió en representación de su padre, aún convaleciente de su reciente operación de cadera.

El Príncipe de Asturias, flanqueado en el palco de autoridades por la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Saénz de Santamaría, y el presidente de la Federación Española de Fútbol, Ángel Villar, no sólo fue incómodo testigo de la colosal pitada al himno. También aguantó estoicamente las burlas hacia Don Juan Carlos de miles de aficionados, que mediada la segunda parte del encuentro corearon cánticos sarcásticos sobre la polémica cacería del monarca en Botsuana.

Corría el minuto 60 del partido cuando en la grada situada tras la portería que en ese momento defendía el guardameta del Barça José Manuel Pinto, totalmente ocupada por hinchas barcelonistas, cientos de gargantas comenzaron a canturrear: "¡Un elefante se balanceaba sobre la tela de una araña, como veían que resistía fueron a llamar a otro elefante…!". Inmediatamente, miles de aficionados de ambos equipos se sumaron al coro. Y cuando la burla creció en decibelios y se extendió por casi todo el campo, las miradas, inevitablemente, se clavaron en el Príncipe.

En las redes sociales

El cántico no surgió espontáneamente. Desde finales de abril circulaba por las redes sociales un llamamiento a ambas aficiones para entonar esa popular canción infantil durante el partido, como muestra de rechazo, si no a la monarquía, sí al menos al controvertido safari del Rey en Botsuana, por el que luego se vio forzado a pedir perdón. Y la consigna, a juzgar por lo escuchado ayer en el Vicente Calderón, fue seguida por miles de hinchas. Algunos, incluso -los más cercanos a la tribuna de autoridades-, se levantaron de sus asientos para increpar al Príncipe mientras coreaban la canción.

Don Felipe, impertérrito, no movió una ceja. No le quedaba otra. Y también supo mantener el tipo cuando la inmensa mayoría de las casi 55.000 gargantas que abarrotaban el estadio silbaron y abroncaron la versión reducida del himno nacional, apenas 27 segundos de acordes que fueron prácticamente eclipsados por el griterío ensordecedor. Ni siquiera los 100.000 watios de potencia de la megafonía del Vicente Calderón, esparcidos a través de 20 amplificadores, fueron capaces de disimular la protesta. Banderas independentistas y pancartas a favor del acercamiento de los presos etarras completaron la coreografía

El Príncipe de Asturias tampoco dibujó el menor rictus de asombro en su rostro cuando, tras cesar los acordes del himno nacional, y apenas un minuto antes de que el árbitro pitase el inicio del partido, las aficiones juzgaron en ausencia a la otra gran protagonista de la noche: Esperanza Aguirre. Y la sentencia de la grada fue inapelable: "¡Esperanza, hija de puta...!". El grito de la hinchada era la respuesta a las polémicas declaraciones de la presidenta de la Comunidad de Madrid, que había calentado las vísperas del encuentro con su propuesta de suspenderlo y celebrarlo a puerta cerrada si se producía la bronca contra los símbolos nacionales que, finalmente, ocurrió anoche.

"¡Fuera, fuera!"

El heredero de la Corona llegó al estadio a las 21.40 horas, 20 minutos antes del comienzo del partido. Lo hizo en un vehículo blindado que se detuvo a escasos metros de la entrada que da acceso a la tribuna de autoridades, en una zona del campo alejada de la muchedumbre que en ese momento abarrotaba los alrededores del Vicente Calderón. Aún así, algunos aficionados que advirtieron su presencia comenzaron a gritarle "¡Fuera, fuera!", mientras Sáenz de Santamaría, Villar, el ministro de Educación, José Ignacio Wert, y la alcaldesa de Madrid, Ana Botella, le recibían a pie de calle, tomada por un ejército de policías a caballo, agentes antidisturbios y miembros del equipo de seguridad de la Casa del Rey.

Acabado el encuentro, y tras entregar las medallas de consolación a los perdedores -el Athletic de Bilbao- y la Copa a los ganadores -el Barça-, el Príncipe de Asturias abandonó el estadio por la misma puerta, que seguía blindada por las Fuerzas de Seguridad, y fue despedido por idénticos protagonistas que a su llegada. Esta vez nadie le increpó. Y antes de introducirse en el vehículo que lo llevó de regreso a La Zarzuela tuvo tiempo de saludar tímidamente, con una leve sonrisa, a un aficionado y sus dos hijas -todos enfundados en la camiseta del Athletic- que se arrancaron a aplaudirle. Tal vez fue la única alegría del futuro Rey en una noche tumultuosa.     

Sabía lo que se le venía encima. Y actuó con toda la profesionalidad que cabía esperar de él. Felipe de Borbón soportó anoche impasible la bronca monumental que una gran parte de las aficiones del Barça y el Athletic de Bilbao dedicaron al himno nacional en el estadio Vicente Calderón antes del arranque de la final de la Copa del Rey, que el heredero de la Corona presidió en representación de su padre, aún convaleciente de su reciente operación de cadera.