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España, una historia de bancarrotas y resurgimientos
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EL PAÍS HA QUEBRADO NUMEROSAS VECES EN SU HISTORIA

España, una historia de bancarrotas y resurgimientos

Hubo una época en la que el solo nombre de España provocaba pavor en Europa. Hoy, sin necesidad de los legendarios tercios, el viejo continente también

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España, una historia de bancarrotas y resurgimientos

Hubo una época en la que el solo nombre de España provocaba pavor en Europa. Hoy, sin necesidad de los legendarios tercios, el viejo continente también tiembla al oír nuestro nombre, aunque esta vez por razones muy diversas. Nuestro país vive al borde de la navaja (económica) y nuestros vecinos temen que sus economías puedan verse atrapadas por el remolino provocado por nuestro hundimiento. Un hecho que no es nuevo en nuestra historia, porque España ya estuvo en otras ocasiones al borde del abismo.

La primera vez, paradójicamente, se produjo en un periodo de plena expansión, durante el Siglo de Oro. Felipe II recibió en 1556 de su padre, el emperador Carlos V, un imperio donde no se ponía el sol, con una floreciente Castilla y con las grandes reservas de metales preciosos procedentes del Nuevo Mundo. A pesar de este reluciente patrimonio, la herencia venía envenenada por una deuda de 20 millones de ducados que don Carlos contrajo principalmente al adquirir el título de emperador.

Solo un año después de su llegada al trono, Felipe II se vio obligado a proclamar la primera bancarrota de las arcas españolas, un hecho que se repitió en dos ocasiones durante su reinado (en 1575 y 1596, concretamente). Las guerras y los gastos que conlleva un inmenso imperio llevaron a Castilla a soportar grandes cargas impositivas, amén de una alta inflación y de una grave crisis, tras ver reducido su importante comercio de lana por el conflicto con los Países Bajos, su principal cliente. Por otra parte, los ingresos producidos por las minas de América Latina suponían un 20% del total de las arcas del Estado.

Al final de su reinado, en 1598, mientras la inflación hundía en la miseria a Castilla, su sucesor, Felipe III, heredaba tres frentes abiertos y una deuda que quintuplicaba la inicial. En 1607, España volvía a proclamar la bancarrota, el mismo año en que se hundía la familia Fugger, los prestamistas que habían ayudado a Carlos V a alcanzar el título de emperador, quizás por su exceso de confianza en la deuda española.  

A lo largo del XVII, las arcas españolas se declararon en bancarrota otras dos veces. Con la llegada de los Borbones, a principios del siglo XVIII, las finanzas nacionales emprendieron un proceso de modernización, lo que no impidió nuevos problemas en las décadas venideras.

El ajetreado siglo XIX

La guerra con la Francia revolucionaria acarreó nuevas deudas para una decadente España, que comenzó de una manera un tanto precaria un desastroso siglo en el que la bancarrota sería un constante en la vida del país, siendo declarada hasta en seis ocasiones. Guerras, pronunciamientos, pérdida de las colonias y un constante retraso en la Revolución Industrial llevaron a la economía del país a un estado ruinoso, que agravó la fiebre del ferrocarril.

 

Los continuos pronunciamientos, unidos a las guerras carlistas, provocaron graves dificultades. Además, al contrario que en los siglos anteriores, España no pudo aprovechar los recursos de las minas de América, debido a sus procesos de independencia.

 

Salvados de la bancarrota


Aun siendo menos ajetreado que el anterior, en el siglo XX, España tampoco vivió tranquila. La corona española sufrió el dolor de la pérdida de Cuba, Filipinas y Puerto Rico en el ocaso del siglo XIX. Asimismo, diversos conflictos en el exterior y, sobre todo, la terrible Guerra Civil, agotaron también los recursos del país. Sin embargo, a pesar de estos contratiempos y con el fantasma de la deuda extendiendo el terror, España no se declaró en bancarrota.

 

Sí es cierto que al terminar la Guerra Civil, Franco sólo reconoció las deudas contraídas por el bando Nacional, por lo que dejó sin sufragar las reclamaciones de los países que ayudaron económicamente a la República. Llegaron entonces los tiempos de la autarquía y del gasógeno. Con el país agotado y con los posibles aliados del régimen derrotados en la Segunda Guerra Mundial, España se vio sumida en una terrible penuria que la situó, una vez más, en la cuerda floja. En 1957, con el modelo totalmente agotado y con la bancarrota acechando, Franco dio un giro a su Gobierno, incluyendo a los tecnócratas del Opus Dei, que sembraron las bases del crecimiento español de los años 60.

Hoy, como entonces, la bancarrota de España es la pesadilla de los acreedores. Queda por ver si en los libros de historia seguirá narrándose que la última bancarrota hispana ocurrió en el siglo XIX.

 

Hubo una época en la que el solo nombre de España provocaba pavor en Europa. Hoy, sin necesidad de los legendarios tercios, el viejo continente también tiembla al oír nuestro nombre, aunque esta vez por razones muy diversas. Nuestro país vive al borde de la navaja (económica) y nuestros vecinos temen que sus economías puedan verse atrapadas por el remolino provocado por nuestro hundimiento. Un hecho que no es nuevo en nuestra historia, porque España ya estuvo en otras ocasiones al borde del abismo.

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