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Javier de Paz, el Correo del Zar
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GARCÍA ABAD ES AUTOR DE ‘EL MAQUIAVELO DE LEÓN’

Javier de Paz, el Correo del Zar

Hoy sale a la venta 'El Maquiavelo de León' (La Esfera de los Libros), del periodista José García Abad, director de los semanarios 'Nuevo Lunes' y

Hoy sale a la venta 'El Maquiavelo de León' (La Esfera de los Libros), del periodista José García Abad, director de los semanarios 'Nuevo Lunes' y 'El Siglo'. 'El Confidencial' publica extractos del capítulo diez dedicado a Javier de Paz, consejero de Telefónica y presidente de su filial Atento, además de íntimo amigo de José Luis Rodríguez Zapatero.

No tiene cargo público alguno, ni falta que le hace para ser uno de los hombres más poderosos de España. Javier de Paz se ha situado en un cruce de caminos estratégico y muy productivo: entre la A-VI que conduce al palacio de La Moncloa, cuartel general del poder político, y el que lleva a la bolsa de valores, símbolo del mundo de los negocios, en la madrileña plaza de la Lealtad, junto al monumento a los caídos. Los empresarios que saben lo que se cuece, no ignoran que la mejor manera de llegar al presidente del Gobierno es utilizar los servicios del simpático vallisoletano, su mejor amigo; alguien que conoce bien a ambos me lo describía como «El Amigo», así como suena, sin necesidad de adjetivo alguno.

[…] Es el hombre al que acuden los empresarios en apuros o en espera de tajada, y a la vez el correo del zar, el mensajero que utiliza el presidente para las más delicadas misiones en el proceloso mundo del dinero.

No es, sin embargo, el típico conseguidor que cobra una comisión por facilitar a una empresa el arreglo de una discrepancia con el fisco o la concesión de una gasolinera. Ni es su estilo ni lo necesita, pues Javier es, como he dicho, millonario en euros. En alguna ocasión ha confesado en charla entre amigos: «Yo creo que soy el único español que no tiene una sociedad ni ha hecho nunca ningún negocio. No soy un Sarasola».

Por la realización de dichos servicios no cobra un euro, pero su posición a la diestra de Dios Padre le permitió introducirse en el sanctasanctórum de Telefónica y le ha colocado en primera línea para alcanzar la presidencia de la misma, la primera empresa española y la de mayor presencia en el mundo.

[…] Su gran oportunidad, la gran palanca que le catapulta a las alturas, se fragua, como he anticipado, en las Juventudes Socialistas; primero en las de Castilla y León y después, y en mayor medida, al alcanzar el mando a nivel nacional en 1984. […] El joven De Paz aprovechó la oportunidad para darse visibilidad política y cultivar la amistad de muchos dirigentes del partido.

[…] Es un hombre que se ha hecho a sí mismo y se ha hecho bastante bien. Es inteligente y frío, con una frialdad que no se aplica a sí mismo cuando barrunta una enfermedad, cuando se autodiagnostica. Se ha hecho una cultura y buenos reflejos y está dotado de un don maravilloso que no se enseña en la universidad, pero que es más útil que un cum laude: es uno de esos «figuras» de los que emana un algo con el que seducen a los poderosos. Javier sedujo al ministro, a Costafreda y finalmente al mismísimo presidente del Gobierno. Es el más influyente de su entorno. Para redondear su poder, es amigo de otro de los amigos influyentes del jefe, Cándido Méndez, secretario general de la UGT.

[…] Puede definírsele como el «eso-te-lo-arreglo-yo-jefe» de José Luis Rodríguez Zapatero, una figura con la que han contado todos los presidentes del Gobierno que en España han sido. Son especímenes difíciles de clasificar: desempeñan una función fuera del organigrama estatal, cuyos menesteres no están definidos, pero que resultan imprescindibles para los manejos más discretos y a veces no demasiado confesables del poder.

Cuando José Luis Rodríguez Zapatero fue elegido secretario general en el XXXV Congreso del PSOE (julio de 2000), el flamante dirigente puso en venta su casa de León y durante las navidades de 2001 se trasladaron a las cercanías de Madrid. Allí estaba Javier de Paz para gestionarle la compra de un piso próximo al suyo, en la localidad de Las Rozas. Allí, en una de las urbanizaciones más antiguas de la localidad, Eurogar, pegada a la A-VI, a 15 kilómetros del palacio de La Moncloa, empezó la última fase de su meteórica ascensión a los cielos.

[… ] Una vez avecindado con el jefe, la esposa de Javier, Ana Pérez Santamaría, funcionaria del Estado, se ocupa de que las niñas del matrimonio presidencial, Alba y Laura, de 6 y 4 años respectivamente, sean matriculadas en el colegio de los hijos de Javier y Ana. La hija menor de Javier de Paz, Ana, tiene la misma edad que la mayor de Zapatero. Ambas familias se encuentran con frecuencia en la recogida de los niños y en las típicas actividades escolares. Ana se convierte en la persona de la máxima confianza de Sonsoles Espinosa, en su cicerone para guiarla por Madrid, una ciudad acogedora pero que lleva un tiempo conquistar, sobre todo si uno viene de León, una deliciosa ciudad de 135.000 vecinos.

Los dos matrimonios se citan para ver juntos los partidos que transmite la televisión, especialmente en los que juega el Barça, del que ambos son adictos, aunque el corazón de Javier late con más fuerza por el Valladolid; acuden juntos a los cines del Zoco roceño o el de Majadahonda, o se desplazan a los de Madrid; quedan para almorzar o cenar los fines de semana; las esposas van de tiendas juntas, que eso une mucho. En fin, los De Paz y los Zapatero se hacen íntimos. Y cuando llega la ocasión Sonsoles nombra a su amiga Ana jefa de su gabinete, un puesto que sigue desempeñando cuando escribo estas líneas. Ana es funcionaria del INEM, pero se han resuelto sin demasiados escollos los problemas administrativos propios de su cambio de responsabilidades.

“Mercasa me va bien”

El 25 de mayo de 2004, dos meses después de que José Luis Rodríguez Zapatero ganara las elecciones, nombra a Javier de Paz presidente de Mercasa, una empresa pública importante pero de fácil gestión, integrada en la Sepi, el holding público, de la que Javier había sido vicepresidente entre 1993 y 1996, el periodo que ocupó la poltrona de la Dirección General de Comercio Interior.

Javier de Paz podría haber optado a otro cargo más deslumbrante, pero, inteligente que es, prefiere el bajo perfil; Zapatero quería tenerle en Madrid y al «Amigo» Mercasa le pareció un sitio cómodo, una empresa que ya conocía. Como no se quería separar de la actividad privada, le parecía el sitio adecuado para compatibilizar otros asuntos.

—Javier, ¿qué quieres ser, ahora que eres mayor?— le había preguntado el presidente, y se quedó con la boca abierta cuando «El Amigo» le dice:

—Mercasa me va bien.

—¿Mercasa, qué es eso? —se interesa Zapatero, sorprendido—. ¿Es eso dónde está Vidal Díaz Tascón?

—No, eso es Mercorsa, José Luis, la que se ocupa de los mercados en origen de los productos agrarios, yo quiero la de los mercados centrales de abastos.

—Bueno, bueno, tú verás…

Zapatero, obviamente, ni se molestó en consultarlo con los ministros que tienen que ver con el asunto: el de Agricultura y el de Economía.

Javier había pensado bien su jugada. Ante todo no llamar la atención y prepararse para el gran salto, que no dará escalando puestos políticos, una carrera que había decidido abandonar para siempre. Pero nunca abandonaría la política entendida en sentido amplio, en el de la influencia que proporciona la cercanía al poder. El gran salto vital lo da con el desembarco en Telefónica, la primera empresa de España, la gran multinacional presente en 50 países, donde cuenta con 200 millones de clientes y una cuota del 10 por ciento del mercado mundial de las telecomunicaciones y, lo que es más importante, con un presupuesto de publicidad de 1.000 millones de euros.

[…] La irrupción de Javier de Paz en el gigante de las telecomunicaciones es digna de una novela de ficción político-económica. Hete aquí que César Alierta —colocado al frente de la compañía por José María Aznar para relevar a Juan Villalonga, su compañero de pupitre—, a la vista de la defenestración de Alfonso Cortina de Repsol y de los intentos que se le atribuyen al nuevo gobierno de derribar a Francisco González de la poltrona del BBVA y a Manuel Pizarro de Endesa, pone sus barbas a remojar.

César Alierta, prudente zaragozano, hace llegar mensajes a Moncloa de que con él no habrá problemas. Zapatero confía entonces a Javier de Paz, a la sazón presidente de Mercasa, la tarea de gestionar las relaciones del gobierno con el presidente de la multinacional de la Gran Vía, con quien se ve cada quince o veinte días a lo largo de la primera legislatura.

El caso es que Alierta quiere meter en el consejo de administración a Manuel Pizarro, uno de los personajes del mundo de los negocios más próximo a José María Aznar. […] Manuel Pizarro había quedado descolocado tras el resultado adverso de su cruzada en Endesa y su paisano y amigo César Alierta le ofreció el sabroso puesto de consejero de Telefónica. Pero el zaragozano comprende que para meter al amigo turolense, hombre del PP hasta las cachas, necesita encontrar a un socialista que restablezca el equilibrio.

“Tú eres mi hombre en Telefónica”

Alierta le pide insistentemente nombres a Rodríguez Zapatero por medio de Javier de Paz, pero el presidente del Gobierno no termina de decidirse. De Paz ve que ésta es su gran oportunidad y juega sus cartas con maestría. En un momento determinado le confía al jefe que está pensando en dejar Mercasa, pues le han ofrecido un puesto muy atractivo en la empresa privada. El jefe, y sin embargo «Amigo», se decide entonces:

—Tú eres mi hombre en Telefónica, Javier. Estoy seguro de que lo harás muy bien.

Zapatero aprovechaba la oportunidad de retribuir los servicios prestados por Javier de Paz y de poner en la Gran Vía —ahora su despacho se encuentra en un moderno rascacielos elevado en Sanchinarro— a un peón de su absoluta confianza.

[…] Durante algunas semanas, al inicio del primer gobierno de Zapatero se da por hecho que Solchaga y el ex ministro de Industria Aranzadi se incorporarán al consejo de Telefónica. La noticia, sin embargo, no acaba de producirse. Evidentemente el presidente de Telefónica, hombre de pensamiento rápido, pero de decisiones maduradas y acciones parsimoniosas es muy desconfiado, y más en asuntos políticos, donde no siempre es fácil discernir quién está en alza y quién en baja; quién promete para el futuro y quién para el pasado. Hace entonces un nuevo intento de que Zapatero le otorgue el nihil obstat para los nombramientos, a través de Javier de Paz, naturalmente, y es cuando éste le dice:

—César, haz lo que quieras, que para eso eres el presidente, pero como amigo te digo que no te engañes, que no pienses que con Solchaga has cumplido con el gobierno, que el navarro no es el hombre del presidente.

[…] La verdad es que la decisión es de Zapatero. A partir de que éste le confiara la delicada misión, Javier de Paz y César Alierta se vieron frecuentemente y en el roce del frecuente trato alcanzaron un «buen rollo». En estas reuniones, a veces con almuerzo o cena, Javier le dice al aragonés:

—César, tú tranquilo —como le dijera el Rey a Jordi Pujol cuando el golpe de Estado del 23-F. Y César, que no las tiene todas consigo replica:

—Sí, tan tranquilo como FG.

—Que estés tranquilo, César —insiste De Paz—, que te lo digo yo, que sé de qué te hablo… Tú eres más listo que FG, te aseguro que nadie te va a mover el sillón. Tienes la palabra del presidente y tú sabes cómo corresponder.

En ese ir y venir pasa la primera legislatura, durante la cual Javier de Paz continúa en la presidencia de Mercasa. Descartado Carlos Solchaga, Alierta le ofrece el puesto de consejero y es entonces cuando le da la noticia que tenía escondida en la recámara:

—Javier, estoy encantado de contar contigo pero debes ser consciente de que tendrás un compañero especial: Manuel Pizarro.

Su interlocutor se mesa la barbilla y le dice:

—César, esto tengo que consultarlo.

Y en efecto lo consulta con el jefe y éste emite su veredicto inapelable:

—Adelante con Manuel Pizarro, siempre que quede fehaciente y definitivamente claro que éste no será jamás presidente de Telefónica. Debe ser un compromiso irrevocable.

Alierta respira aliviado:

—¿Entonces puedo contar contigo, Javier?

El presidente de Mercasa se hace un poco de rogar:

—Déjame el fin de semana para pensármelo.

No hay mucho que pensar; el fin de semana lo pasa en Barcelona asistiendo a la boda de Carme Chacón, ministra entonces de la Vivienda, con Miguel Barroso, el estratega mediático de Zapatero.

Son las diez de la mañana del lunes 10 de diciembre de 2007 y Alierta mide nervioso su despacho a grandes zancadas. Un hombre de su confianza le tranquiliza desde el sofá:

—No te preocupes, César, nadie se resiste a una oferta semejante.

Y en efecto, a las once de la mañana recibe la llamada esperada:

—A tus órdenes, César.

Javier ha decidido sacrificarse una vez más y renunciar a la presidencia de la empresa pública de los mercados centrales. Pronto se verá que los temores de Zapatero no tienen justificación alguna, pues Manuel Pizarro acepta el puesto de número dos por Madrid en la candidatura del Partido Popular para las elecciones de 2008 e inicia de forma prometedora su carrera política, donde él se ve como máximo responsable de la economía.

Tras la derrota del PP y su propia derrota en el debate televisivo donde fue corneado por Pedro Solbes, Rajoy le relega a un puesto secundario, confiando la responsabilidad económica a Cristóbal Montoro. Entonces el turolense le pide al paisano que le reincorpore, pero éste le dice: «Lo siento, Manolo, pero ahora no es posible». (…)  Javier penetra en Telefónica como consejero áulico, como un virrey, y pronto encuentra la oportunidad de recomendarle al presidente de la compañía un «equilibrio» más completo si incorpora a la empresa a Eduardo Zaplana, martillo de socialistas en la anterior legislatura, pero que había sido defenestrado del nuevo poder popular. Y, en efecto, el ex portavoz parlamentario del PP ficha para un cargo de alta denominación, pero de escaso contenido, muy bien retribuido, con dinero y con la consiguiente parafernalia de despachos, secretarias, conductores, tarjetas de crédito, etc.

El teléfono rojo de Zaplana

La idea no fue de Rajoy ni de Alierta, sino de Javier de Paz. (…) Antes de las elecciones de 2008, Eduardo Zaplana era el portavoz parlamentario del PP que golpeaba al PSOE donde más dolía. Pero el cartagenero de origen y valenciano de ejercicio está muy bien dotado para la supervivencia. El caso es que un buen día en el que Javier cenaba con Zapatero, le confía éste una misión singular:

—Javier, lo que te voy a decir quizás te sorprenda: nuestro amigo Eduardo Zaplana me ha mandado un mensaje interesante que no sería inteligente rechazar.

«El Amigo» sonríe esperando cualquier cosa del enemigo, del parlamentario demoledor.

—Tratándose de Eduardo cualquier cosa es posible.

—Pues siéntate bien en la silla: Eduardo me hace saber que a pesar de la dureza con la que nos trata, que es propia de su forma de entender la oposición, lo que yo comparto plenamente, que para eso estamos donde estamos, le gustaría mantener abierta con nosotros una línea especial de comunicación.

—¿Una especie de teléfono rojo? —apunta Javier, divertido.

—Sí, pero no quiere teléfonos, sino una persona que haga de correo.

—¿Una especie de correo del zar? —apunta «El Amigo».

—Llámalo como quieras, el caso es que Zaplana me ha pedido que le señale alguien de mi confianza para mantener un contacto de emergencia que puede sernos útil para ambos y ha sugerido tu nombre. La lucha política es muy dura, pero debe tener sus límites y está dispuesto a pactar con nosotros en situaciones especiales, que nosotros consideremos de la máxima importancia.

—¡Qué personaje! —se admiran ambos prorrumpiendo en sonoras carcajadas. Calmada la risa, De Paz le contesta:

—Creo que puedo hacerlo. Como sabes, Ana [su esposa] es de Benidorm, como la mujer de Eduardo, y ambos hemos mantenido buenas relaciones con los Zaplana cuando éste fue alcalde de la ciudad.

—Sí, cuando se hizo alcalde sobornando a una compañera nuestra —añade el jefe.

—Exacto, pero reconocerás que si Eduardo sobornó, la compañera se dejó sobornar. No me costará nada mantener esta relación con buen talante. Yo tengo la mejor opinión de Eduardo, le tengo en alta estima, es una persona que tiende puentes… La verdad, José Luis es que su imagen no corresponde a la realidad, no tiene que ver con su forma de entender la vida, de ver las cosas. Es una persona de la que nos podemos fiar.

—Así lo he entendido. Pues ya sabes, la patria te llama de nuevo —sentenció el presidente.

[…] Conocida la entrañable amistad del amigo de Zapatero con el amigo de Aznar, se comprenderá que el valenciano Martínez Pujalte, uno de los jabalíes del Partido Popular que no pierde ocasión de embestir, pero amigo de Eduardo Zaplana, hiciera grandes elogios de Javier de Paz cuando le nombraron consejero de Telefónica, en lugar de lanzar los esperables venablos verbales denunciando que un socialista, amigo de Zapatero, ocupara un cargo tan envidiable.

¿El sucesor de Alierta?

En definitiva, el ex presidente de las Juventudes Socialistas entra con mucha fuerza, aunque con grandes cautelas, en la gran compañía que quizás presida en un plazo no muy largo.  (…) La siguiente oportunidad se presentará cuando el zaragozano cumpla los 65 años de edad, el 5 de mayo de 2010, apenas un año antes de que se celebren las próximas elecciones generales, si es que éstas no se adelantan. Si César Alierta sobrevive a esta fecha, lo que es probable en razón del fuerte subidón que ha dado a la compañía, Javier de Paz tendrá escasas posibilidades de sucederle aun cuando el PSOE vuelva a ganar y como hoy por hoy parece lo más probable, aunque no seguro, el candidato vuelva a ser el leonés. Javier de Paz ha despertado tales envidias y suspicacias en su partido que no tendría ninguna oportunidad si es cualquier otro compañero quien conquista La Moncloa.

[…] Sin embargo, Javier de Paz le ha sido leal a Alierta. Javier aspira a la presidencia a su debido tiempo y sin traicionar a quien la ocupa en estos momentos. Como he dicho antes, la fecha clave puede ser la del 5 de mayo de 2010, cuando Alierta cumpla los 65 años. De no ser el elegido, la marcha de Alierta le perjudicaría, pues con otro presidente no recibiría, probablemente, mejor trato. El vallisoletano se prepara concienzudamente, como ha hecho siempre, por si las moscas: ha comprado 6.600 acciones de la compañía, aprende inglés a marchas forzadas y estudia a fondo los intríngulis de la operadora. Si Alierta se marchara, lo que es muy dudoso, Javier tendría que competir con otros catorce, y si se cambiaran los estatutos que obligan a que el futuro presidente lleve dos años de consejero, el número de posibles aspirantes sería indefinido.

El aragonés juega bien sus bazas. Reconoce que Javier le ha sido leal hasta ahora, pero no se le ocultan sus ambiciones. Su respuesta ha sido limitar los poderes reales al asesor áulico y compensarle con generosidad económica. Javier espera instalado confortablemente en la Gran Vía y en el moderno edificio de Sanchinarro; es miembro del consejo; de la comisión ejecutiva, que es el gobierno de la compañía; presidente de la comisión de recursos humanos; está en la comisión delegada; es consejero de Telefónica Brasil, de Telefónica Argentina, de Telefónica España, de Telefónica Internacional; y presidente de la filial Atento, donde trabajan más de 100.000 personas, entre otras responsabilidades y misiones especiales. En definitiva, se sienta sobre dos despachos estupendos, recibe un sueldo por cada uno de los menesteres aludidos y cuenta con un amplio tren de secretarias y demás apoyos burocráticos. Y no le faltan teléfonos ni agendas. En resumen: se siente como Dios.

Hoy sale a la venta 'El Maquiavelo de León' (La Esfera de los Libros), del periodista José García Abad, director de los semanarios 'Nuevo Lunes' y 'El Siglo'. 'El Confidencial' publica extractos del capítulo diez dedicado a Javier de Paz, consejero de Telefónica y presidente de su filial Atento, además de íntimo amigo de José Luis Rodríguez Zapatero.

Javier de Paz