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Millet, prohombre de la sociedad catalana perseguido por el escándalo
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Millet, prohombre de la sociedad catalana perseguido por el escándalo

No es la primera vez que Fèlix Millet se encuentra en el ojo del huracán. A primeros de mayo de 1983, fue detenido, junto a los

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Millet, prohombre de la sociedad catalana perseguido por el escándalo

No es la primera vez que Fèlix Millet se encuentra en el ojo del huracán. A primeros de mayo de 1983, fue detenido, junto a los hermanos Ignacio y Antonio María Baquer Miró y a Eduardo Guillén Ulloa acusado de estafa a través de Renta Catalana. Esta compañía, creada en 1972, se dedicó a captar capitales ofreciendo una alta rentabilidad. De estructura similar a Sofico, cuyo escándalo estalló en la década de los 70, Renta Catalana tenía un capital de 6 millones de pesetas pero consiguió manejar fondos de 1.500 millones de pesetas que pertenecían a un millar de inversores.

La alta rentabilidad era ofrecida por los negocios inmobiliarios que emprendía, ya que su principal actividad era la construcción de edificios, especialmente en Barcelona. En 1978, comenzó a tener problemas para pagar los intereses a los impositores, por lo que decidió convertir a éstos en accionistas. Una vez realizado este paso, como eran accionistas de una compañía con pérdidas, no tenían derecho a beneficios y asunto concluido. Las querellas llovieron y en octubre de 1984 se llegó a juicio en la Audiencia de Barcelona, que absolvió a los cuatro principales acusados de estafa.

Ignasi Baquer fue condenado a un año de cárcel por falsedad documental y Fèlix Millet, a dos meses de arresto por falsedad documental por imprudencia. Meses más tarde, el Tribunal Supremo ordenó repetir el juicio, ya que la Audiencia de Barcelona se había negado a incorporar al sumario dos piezas sobre el asunto que se seguían en Girona.

Estas piezas hacían referencia a las empresas Cohabitat y Laira, vinculadas a Renta Catalana y que habían hecho préstamos de gran importancia hacia Banca Catalana. Según los querellantes, dos grupos de accionistas gerundenses, se había descapitalizado la empresa matriz en favor de la banca. Curiosamente, el principal acreedor de Renta Catalana cuando estalló la crisis era el Banco de Crédito e Inversiones, filial de Banca Catalana.

En estas dos entidades, figuraban como miembros del consejo de administración los hermanos de Fèlix Millet, Xavier y Joan, respectivamente. Xavier Millet había sido también el cabeza de lista de Convergència i Unió (CiU) en las primeras elecciones municipales democráticas, que perdió frente a Narcís Serra. El círculo político de Renta Catalana se cerraba con dos nombres de postín: los diputados nacionalistas Josep Maria Trias de Bes -actualmente en UPyD, tras pasar por el PP- y Joaquim Molins, que al final no fueron condenados.

La sombra del escándalo rozó de nuevo la carrera de Millet en el año 2001. Una veintena de ex empleados del Banco Consolidado le acusó, junto a varios directivos más de Agrupación Mutua, de una supuesta apropiación indebida. Junto a él se sentaron en el banquillo Josep Lluís Torra, director general, Eugenio García Pérez y Xavier Bigatà, ex portavoz de CiU en el Parlamento y ex consejero de Política Territorial en el Gobierno de Jordi Pujol. El problema era que, cuando Agrupación Mutua compró el Banco Consolidado, existía un fondo de pensiones para el personal ya jubilado.

En 1998, la aseguradora convirtió el banco en la empresa Agrupación de Energías Renovables (Aersa), promotora de parques eólicos. Y los fondos de pensiones desaparecieron, aunque los empleados sostenían que los acusados estaban obligados a constituir y mantener los fondos, según una normativa del Banco de España, puesto que el Banco Consolidado no desapareció, sino que fue comprado. Millet declaró que su cargo era meramente simbólico y descargó las culpas en Torras, que llevaba “el día a día de la sociedad”.

El “ciudadano que nos honra”

Como su propia trayectoria indica, Fèlix Millet siempre ha sido uno de los prohombres mimados por el poder en las últimas décadas. El alcalde Pasqual Maragall le entregó la Llave de Barcelona en el año 1998 y, al año siguiente, fue Jordi Pujol quien le premió con la Cruz de Sant Jordi, la máxima distinción del Gobierno autonómico. Emparentado por vía matrimonial con la familia propietaria de los papeles Guarro, Fèlix Millet ha tenido negocios madereros en Guinea y goza de una privilegiada situación en el sector asegurador y en el inmobiliario.

En los últimos años, Fèlix Millet volvió a impulsar su actividad social. Así, en el 2006 fue elegido presidente de Agrupació Mútua, en sustitución de Jordi Conejos, contra cuya gestión cargó con dureza tras asumir el cargo. En el 2007, fue elegido también presidente de Bankpyme y vicepresidente de la Fundación del FC Barcelona. Y el 9 de julio del año pasado, en una multitudinaria cena con 300 comensales fue ungido con el distintivo Ciutadà que ens honora (Ciudadano que nos honra). El galardón es del Grup Set, un colectivo formado por mujeres empresarias y profesionales de Cataluña. Una de sus integrantes, Adela Subirana, es también miembro del Patronato de la Fundación del Palau de la Música. A la cena, realizada en el Palacio de Pedralbes, asistieron el presidente de la Generalitat, José Montilla, el alcalde de la ciudad, Jordi Hereu, y el ministro de Cultura, César Antonio Molina, que aquella misma mañana había visitado con gran pompa el Palau acompañado de Millet.

La actuación de la fiscalía, no obsante, llega en un momento crucial para el prohombre barcelonés: el Ayuntamiento de Barcelona debía ratificar en su sesión de hoy la concesión de la medalla de oro al mérito cultural a Fèlix Millet. De momento, ante la operación policial, el consistorio ha decidido aplazar sine die el otorgamiento de dicha medalla.

No es la primera vez que Fèlix Millet se encuentra en el ojo del huracán. A primeros de mayo de 1983, fue detenido, junto a los hermanos Ignacio y Antonio María Baquer Miró y a Eduardo Guillén Ulloa acusado de estafa a través de Renta Catalana. Esta compañía, creada en 1972, se dedicó a captar capitales ofreciendo una alta rentabilidad. De estructura similar a Sofico, cuyo escándalo estalló en la década de los 70, Renta Catalana tenía un capital de 6 millones de pesetas pero consiguió manejar fondos de 1.500 millones de pesetas que pertenecían a un millar de inversores.

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