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40 años de terror, 40 años de diáspora
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ANIVERSARIO DE ETA

40 años de terror, 40 años de diáspora

Cuatro generaciones de ciudadanos solo han conocido la España de ETA. Y otras tantas generaciones de vascos solo han conocido una Euskadi de amenazas y extorsiones.

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40 años de terror, 40 años de diáspora

Cuatro generaciones de ciudadanos solo han conocido la España de ETA. Y otras tantas generaciones de vascos solo han conocido una Euskadi de amenazas y extorsiones. Se cumplen 40 años del fracaso de toda una nación en acabar con el terrorismo. El 7 de junio de 1968 caía muerto en una zona de obras de la Nacional I (Madrid-Irún), a la altura de Villabona, José Pardines Arcay, la primera víctima asesinada por ETA, la primera de otras 820 más. Y el inicio de un exilio en el que más de 200.000 personas han emigrado de Euskadi, la diáspora más importante desde el final de la Guerra Civil.

Txabi, su verdugo, tenía entonces 22 años y aunque el asesinato del guardia civil Pardines no fue una acción premeditada (todo se desencadenó porque el agente le pidió a él y a su acompañante la documentación), supuso el inicio de un negro historial de sangre, barbarie y odio que aún hoy sigue impregnando la convencía en Euskadi con un clima irrespirable. Un clima tan agobiante que ha mermado considerablemente la población del País Vasco. Solo en las dos últimas décadas, durante los años más negros de la banda, 157.417 personas han dejado su casa en busca de un remanso de mayor paz, según una estimación de Julio Alcaide para la Fundación BBVA (“Evolución de la población española en el siglo XX”).

El etarra fue abatido a tiros al día siguiente. Y apenas dos meses después, la banda planificaba el que sería ya su primer atentado, también contra otro miembro de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, el comisario Melitón Manzanas. Y todo cuando en Francia se vivía la euforia de mayo del 68, Sartre reclamaba su célebre “prohibido prohibir” y Massiel ganaba el Festival Europeo de la Canción con su “La, la, la”.

Van ya tres generaciones de asesinos al frente de la organización, que, por cierto, es la segunda banda terrorista más antigua del mundo por detrás de las FARC colombianas, la pesadilla etarra sigue ahí. Con los mismos argumentos de antaño para justificar el tiro en la nuca, el bombazo a los cuarteles o el sabotaje al Tren de Alta Velocidad. ¿Pero qué hubiera pasado si este mal trago nunca hubiera empezado? Según Mikel Buesa dirigente de Unión, Progreso y Democracia (UPyD), si ETA nunca hubiera existido, en el País Vasco vivirían entre 300.000 y 400.000 personas más, su Producto Interior Bruto sería un 20% mayor y la renta per cápita un 10% superior. “Cerca de 25.000 familias, más de 150.000 personas, han emigrado del País Vasco por motivos políticos. Hasta hace tres o cuatro años, ha habido una emigración neta de entre 3.000 y 4.000 personas al año, un dato que no es normal en una comunidad con una renta tan alta. Es una pérdida de capital humano muy importante, que ha contribuido a que sea una de las comunidades en las que hay un proceso de envejecimiento más acelerado”, explica. “Todo esto ha tenido un impacto importante sobre la economía, con un déficit negativo entre el número de cotizaciones y el de pensiones a pagar y un enorme impacto del terrorismo sobre las inversiones”.

Víctimas del terrorismo

Exiliados políticos que, gracias a la moción aprobada esta semana en el Congreso de los Diputados a instancias de UPyD, recibirán también a partir de ahora el reconocimiento simbólico de ser víctimas del terrorismo. Lo que, según la presidenta de la Fundación Víctimas del Terrorismo, Maite Pagazaurtundua, es un gran paso “porque va a obligar a consecuencias prácticas para los afectados y, de paso, va a ayudar a neutralizar y deslegitimar el mundo de ETA”.

Un reconocimiento al que también han dado su apoyo los diputados del Partido Nacionalista Vasco, una formación inmersa ahora en la segunda parte del Plan Ibarretxe y que, según el Foro de Ermua, se ha preocupado poco desde el Gobierno vasco en promover la vuelta de los exiliados. “No han hecho nada para impedir que nosotros nos tuviéramos que marchar, ni para facilitar nuestro regreso, ni para permitirnos el ejercicio de nuestros derechos políticos en la Comunidad de la que nos han echado. Y no sólo no han hecho nada ante la dramática realidad de este exilio vasco, sino que lo han aprovechado para ocupar totalitariamente la sociedad vasca”, denuncia el Foro en su página web.

Cuarenta años después de que en una mañana como la de este sábado, José Pardines fuese rematado en la calzada con cuatro tiros a bocajarro, apenas leves cambios se han obrado en el ideario de una banda petrificada en sus postulados nacionalistas y que no tolera disidencias como la de la dirigente etarra Yoyes o la de Jon Juaristi, quien se incorporó a la banda con solo 16 años y que ha acabado finalmente militando en el Partido Socialista. Emigrado de su Bilbao natal, 3000 kilómetros le separan de su tierra. 300 kilómetros que, como relataba recientemente en el diario ABC, son ya una distancia insalvable para tantos y tantos exiliados. “Trescientos kilómetros al norte de donde está mi casa, en el sitio donde estuvo mi casa, vive una mayoría de gente silenciosa, acobardada, proterva, embrutecida, dañina y además estéril en todos los sentidos de la palabra. Ni siquiera se reproduce. Y yo me planteo hoy qué relaciones quiero tener en el futuro con esa gente y con sus instituciones y con su universidad, y me sorprendo diciéndome que ninguna, salvo esta bendita distancia de trescientos kilómetros”.

Cuarenta años después, ETA sigue siendo nuestro principal fracaso como nación.

Cuatro generaciones de ciudadanos solo han conocido la España de ETA. Y otras tantas generaciones de vascos solo han conocido una Euskadi de amenazas y extorsiones. Se cumplen 40 años del fracaso de toda una nación en acabar con el terrorismo. El 7 de junio de 1968 caía muerto en una zona de obras de la Nacional I (Madrid-Irún), a la altura de Villabona, José Pardines Arcay, la primera víctima asesinada por ETA, la primera de otras 820 más. Y el inicio de un exilio en el que más de 200.000 personas han emigrado de Euskadi, la diáspora más importante desde el final de la Guerra Civil.

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