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ETA ‘neutralizó’ a Otegi y Usabiaga, partidarios de dejar las armas, sólo 5 meses después de anunciar la tregua
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ETA ‘neutralizó’ a Otegi y Usabiaga, partidarios de dejar las armas, sólo 5 meses después de anunciar la tregua

ETA sólo tardó cinco meses en reorientar su tregua. Entre finales de julio y comienzos de agosto de 2006, la organización terrorista celebró una asamblea clandestina

Foto: ETA ‘neutralizó’ a Otegi y Usabiaga, partidarios de dejar las armas, sólo 5 meses después de anunciar la tregua
ETA ‘neutralizó’ a Otegi y Usabiaga, partidarios de dejar las armas, sólo 5 meses después de anunciar la tregua

ETA sólo tardó cinco meses en reorientar su tregua. Entre finales de julio y comienzos de agosto de 2006, la organización terrorista celebró una asamblea clandestina en la que varios dirigentes pusieron ya sobre la mesa la necesidad de romper el “alto el fuego permanente” que la propia banda había hecho público el 22 de marzo anterior porque consideraban que el proceso se dirigía a lo que calificaban de “rendición”. La tregua no se rompió, pero la dirección etarra dio un brusco giro a las negociaciones que ya mantenía con el Gobierno -con quien se había reunido a finales de junio- y uno de sus primeros pasos fue neutralizar a aquellos dirigentes de la propia izquierda abertzale que hasta entonces se habían mostrado claramente partidarios de abandonar la lucha armada. Entre ellos estaban el líder de Batasuna, Arnaldo Otegi, el secretario general del sindicato LAB, Rafael Díez Usabiaga, y la abogada Jone Goirizelaia.

Así, tras esta asamblea de ETA, Otegi se vio obligado a dar marcha atrás al compromiso que había adquirido dos meses antes con sus interlocutores del PSE: inscribir ese mismo verano en el Registro de Partidos del Ministerio del Interior unas nuevas siglas que sustituyeran a la ilegalizada formación. En aquella reunión con los socialistas, celebrada en secreto el 29 de mayo de 2006, el dirigente de Batasuna asumió que la izquierda abertzale debía dar ese paso previo para allanar su participación en las elecciones municipales y forales del año siguiente y, posteriormente, para facilitar su incorporación a la hipotética mesa de partidos que entonces comenzaba a fraguarse, aseguran a El Confidencial fuentes conocedoras del contenido de dicho encuentro.

Entonces, Otegi incluso aseguró que un equipo de abogados, encabezado por el veterano Iñigo Iruín, se había puesto manos a la obra para redactar los estatutos de la nueva formación. Sin embargo, los dirigentes de Batasuna cambiaron repentinamente en agosto de discurso y empezaron a dar largas a su compromiso. Paralelamente, ETA hacía público un comunicado el 18 de ese mes en el que denunciaba que, en su opinión, las negociaciones habían entrado en crisis y acusaba de la situación de bloqueo a la “actitud mezquina” de los socialistas y al PNV. Más adelante, a finales de octubre, Otegi tuvo que rectificar de nuevo. La dirección de la banda armada le obligó a elevar el listón de su exigencias cuando ya había alcanzado un acuerdo con PSE y PNV para la Mesa de Partido en las reuniones de Loyola.

Un documento sindical en el cajón

El segundo neutralizado fue Rafael Díez Usabiaga, dirigente del sindicato LAB, y considerado uno de los muñidores en la sombra de la apuesta de la izquierda abertzale por el fin de la actividad etarra. Díez Usabiaga había comenzado a finales de 2005 un acercamiento a los dirigentes de UGT en Euskadi, aprovechando la renovación de cargos que había hecho el sindicato socialista. De aquel acercamiento, surgió un encuentro con luz y taquígrafos entre él y el nuevo secretario general ugetista en el País Vasco, Dámaso Casado, y el compromiso de ambos de promover un documento de las organizaciones de trabajadores en apoyo al proceso de paz que ya para entonces, comienzos de 2006, se vislumbraba cercano.

ETA sólo tardó cinco meses en reorientar su tregua. Entre finales de julio y comienzos de agosto de 2006, la organización terrorista celebró una asamblea clandestina en la que varios dirigentes pusieron ya sobre la mesa la necesidad de romper el “alto el fuego permanente” que la propia banda había hecho público el 22 de marzo anterior porque consideraban que el proceso se dirigía a lo que calificaban de “rendición”. La tregua no se rompió, pero la dirección etarra dio un brusco giro a las negociaciones que ya mantenía con el Gobierno -con quien se había reunido a finales de junio- y uno de sus primeros pasos fue neutralizar a aquellos dirigentes de la propia izquierda abertzale que hasta entonces se habían mostrado claramente partidarios de abandonar la lucha armada. Entre ellos estaban el líder de Batasuna, Arnaldo Otegi, el secretario general del sindicato LAB, Rafael Díez Usabiaga, y la abogada Jone Goirizelaia.

Arnaldo Otegi