Es noticia
Punto final
  1. España

Punto final

Los abogados suelen recomendar a sus clientes que al final de un juicio, cuando el Tribunal otorga a los acusados la posibilidad de decir unas últimas

Foto: Punto final
Punto final

Los abogados suelen recomendar a sus clientes que al final de un juicio, cuando el Tribunal otorga a los acusados la posibilidad de decir unas últimas palabras, lo mejor es estar calladito. Saben que la incontinencia verbal en esos momentos previos al “visto para sentencia” la carga el diablo y puede acercar a quien la sufre más hacia una condena que hacia la ansiada absolución. En la última sesión del 11-M, algunos de los procesados han seguido el consejo con el silencio o con escuetas declaraciones de inocencia y de condena a los atentados. Otros, sin embargo, no han podido evitar acaparar por largos minutos la atención del Tribunal con largas disertaciones sobre la supuesta falsedad de las pruebas contra ellos o, simplemente, echándole la culpa de los 192 muertos al de al lado. Alguno se arrepentirá a mediados de octubre, fecha prevista para que se dé a conocer la sentencia.

Así, ha habido nueve procesados que se han refugiado en el silencio para no meter más la pata. Ha sido el caso de gran parte de los implicados en la trama asturiana, entre ellos el ex minero Emilio Suárez Trashorras y la que fuera su mujer, Carmen Toro, deseosos de seguir aparentando ser el loco y la tonta del juicio por si ello quita años de cárcel a la condena. Varios más se han limitado a recordar que se consideran inocentes y que condenan los atentados como el que más. Es el caso de dos de los presuntos cerebros de la masacre: Rabei Osman El Egipcio y Youssef Belhadj. El tercer instigador, Hassan el Haski, tampoco se ha explayado mucho, aunque se le ha oído más porque ha hablado a gritos mientras recordaba que nadie le ha mencionado a lo largo de todo el proceso y que, sin embargo, ahí está, sentado en el banquillo de los acusados. Más tranquilo ha estado Fouad el Morabit, el niño bien de papá notario, quien se ha limitado a insistir en su ideología pacifista y en que él no tuvo nada que ver con el 11-M.

Otros han contenido a duras penas las lágrimas. Abdelilah el Fadoual, el vendedor de coches y ropa, ha asegurado entre sollozos que cada mañana se pregunta ante el espejo de su celda por qué estoy aquí y que sólo le contesta su abogado: “Por el coche, Abdelilah, por el coche”. Ha habido momentos en los que se temía volviera a contar el embarazo y parto de su mujer. También ha estado a punto de echarse a llorar Mahmoud Slimane, acusado de falsificar documentos, que ha hecho todo un repaso a sus familiares muertos en la guerra civil del Líbano y que ha insistido en que si se vino a España fue, precisamente, para “vivir en paz”.

Otros, sin embargo, no han resistido la tentación de completar el trabajo de sus abogados con largos discursos. Han sido los casos de Jamal Zougam y Basel Ghalyoun, quienes han estado hablando casi una hora cada uno para sacar del tintero todo lo que se había dejado el abogado de ambos, José Luis Abascal, más preocupado de defender la teoría de la conspiración que a sus clientes. También lo ha hecho Abdelmajid Bouchar, el Gamo, quien ha terminado hablando más tiempo que su abogado hace sólo unos días. Eso sí, con la misma idea: que él no estuvo nunca en Leganés, que la bolsa de la basura que dicen que le vieron tirar al contenedor antes de huir a la carrera huele mal y que si no paró hasta llegar a Serbia fue porque tenía miedo no porque sea un terrorista.

Los ‘superinocentes’ y su incontinencia verbal

Los abogados suelen recomendar a sus clientes que al final de un juicio, cuando el Tribunal otorga a los acusados la posibilidad de decir unas últimas palabras, lo mejor es estar calladito. Saben que la incontinencia verbal en esos momentos previos al “visto para sentencia” la carga el diablo y puede acercar a quien la sufre más hacia una condena que hacia la ansiada absolución. En la última sesión del 11-M, algunos de los procesados han seguido el consejo con el silencio o con escuetas declaraciones de inocencia y de condena a los atentados. Otros, sin embargo, no han podido evitar acaparar por largos minutos la atención del Tribunal con largas disertaciones sobre la supuesta falsedad de las pruebas contra ellos o, simplemente, echándole la culpa de los 192 muertos al de al lado. Alguno se arrepentirá a mediados de octubre, fecha prevista para que se dé a conocer la sentencia.