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Eulen y el patriarcado infinito
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UNA FAMILIA ENFRENTADA POR UNA FORTUNA

Eulen y el patriarcado infinito

A finales del pasado mes de noviembre, David Álvarez fue ingresado de nuevo en la madrileña Clínica Rúber. A pesar de su fortaleza física, el empresario

Foto: Eulen y el patriarcado infinito
Eulen y el patriarcado infinito

A finales del pasado mes de noviembre, David Álvarez fue ingresado de nuevo en la madrileña Clínica Rúber. A pesar de su fortaleza física, el empresario leonés fundador de Eulen tuvo que pasar por quirófano para un trámite relacionado con las válvulas de su achacado corazón. Su estancia hospitalaria sirvió de pretexto para que tuviera lugar, por enésima vez, una posible reconciliación familiar. Una representación de los cinco hijos con los que está enfrentado (Elvira y Emilio) acudió a visitarle en ocasión tan especial, aunque la comitiva fue vetada por orden y deseo del temperamental octogenario.

El titánico patriarca, respaldado por dos de sus hijos, mantiene firme el pulso con el resto de vástagos, decidido a ganar en los tribunales la batalla iniciada en 2010, cuando sus otros cinco descendientes le invitaron a que cediera sus funciones del día a día en la gestión del gigante Eulen. Aquel órdago dio pie al posterior folletín, que tras diferentes episodios culminó hace sólo un mes con la creación de un núcleo duro que permite a David Álvarez blindar un 60% del capital y designar a su hija fiel María José como la elegida para sucederle en la presidencia y por extensión para hacerse con el control de la compañía.

Esa alianza ha dejado fuera a Jesús David, el mayor de los siete hijos, a pesar de ser uno de los que apoya al patriarca. Los serios problemas económicos del primogénito, derivados de sus inversiones en el sector de las energías renovables, forzaron la venta de su 7% del capital de Eulen sobre el que pesaba una ejecución, un momento crítico que dio pie a una posible reconciliación para solucionar de una vez todos los problemas. El rescate financiero, sin embargo, se resolvió sin acuerdo entre los dos bandos, siendo finalmente la propia compañía quien recompró la participación por decisión única del patriarca. 

Este episodio dejó sin opciones a Jesús David frente a su hermana María José a la hora de participar en el núcleo, perdiendo así cualquier posibilidad de heredar el trono. Aún así, David Álvarez ha vuelto a hacer un hueco en la gestión de Eulen a su hijo mayor, asignándole una retribución millonaria que le permita ir rehaciendo su mermado patrimonio personal. Mientras tanto, los otros cinco hermanos asisten mermados al desenlace tejido por su padre, que pretende además hacerse con el control de la sociedad patrimonial El Enebro, donde tiene la mayoría del capital en usufructo, pero no sus derechos políticos. 

Una vez asegurado el control de Eulen, de donde sacó del consejo a los cinco hijos rebeldes, David Álvarez se bate el cobre por desembarcar en el holding donde se aglutinan los negocios familiares ajenos a la matriz. La joya de este complejo empresarial es Vega Sicilia, la bodega de Ribera de Duero levantada por su hijo Pablo, toda una referencia mundial valorada en cerca de 300 millones de euros que desde hace un par de años es socia de la familia Rothschild, productora de varios de los mejores vinos franceses (Château Mouton Rothschild), para desarrollar un tinto de gama alta -Macán- en La Rioja.

Han renunciado a cualquier acuerdo

Sólo dentro de esta espiral de tintes saturnianos cabe imaginar cómo David Alvarez pudo escribir una carta al barón Edmund de Rothschild para advertirle de las consecuencias que podría tener en su contra la alianza con Vega Sicilia, dando a entender que el frente jurídico abierto por el control de la bodega puede invalidar la gestión de sus hijos. La sugerencia cayó en saco roto. El aristócrata y millonario francés ignoró el consejo y recomendó al napoleónico empresario leonés que, por su sugerencia de su tía, la baronesa Philippine de Rothschild, admiradora del trabajo de Pablo Álvarez, recondujera su situación familiar. 

Algo parecido ha ocurrido con la proyección profesional de otro de los hijos, Juan Carlos Álvarez, consejero delegado de Eulen durante doce años. Considerado el líder del bando rebelde, sus hermanos reconocen su desempeño en el complicado tránsito de una empresa familiar hecha a la medida de su fundador con la transformación en una multinacional que emplea a 85.000 personas y factura 1.000 millones de euros. Esa notoriedad empresarial le llevó al consejo de administración del BBVA, donde ocupa sillón desde el año 2000 y cuya legitimidad, a raíz del conflicto, ha sido cuestionada por su padre.

El próximo mes de marzo, el temperamental David Álvarez cumplirá 86 años. A sus espaldas carga con una exitosa trayectoria profesional, la meritoria historia de un hombre hecho así mismo que empezó desde abajo. Sin embargo, para decepción de todos cuantos le conocen, independientemente de bandos y razones, arrastra la culpa de haber roto una familia, no por haber rehecho su vida sentimental por tercera vez (dos veces viudo), sino por su incapacidad para consensuar con sus hijos una sucesión ejemplar. Para bochorno propio, el clan leonés ha preferido confiar su suerte a la justicia de un tribunal mercantil.