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Ricos que llevan vidas sin excesos y regalan más de lo que compran
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USAN EL TRANSPORTE PÚBLICO Y REALIZAN CUANTIOSAS DONACIONES

Ricos que llevan vidas sin excesos y regalan más de lo que compran

Al igual que las meigas, que haberlas haylas, y de la misma manera que si uno busca puede encontrar una aguja en un pajar, en los

Foto: Ricos que llevan vidas sin excesos y regalan más de lo que compran
Ricos que llevan vidas sin excesos y regalan más de lo que compran

Al igual que las meigas, que haberlas haylas, y de la misma manera que si uno busca puede encontrar una aguja en un pajar, en los tiempos que corren también existen  con posibles que llevan una vida modesta, y no precisamente por obligación. Son millonarios enemigos del despilfarro. Ellos, que amasan cantidades inimaginables de dinero, prefieren llevar una existencia más terrenal y parecerse a la clase media. No siempre rico y famoso es sinónimo de extravagante y caprichoso.

Estos bichos raros de la especie adinerada se esconden muchas veces en el relativo anonimato. Es el caso de Francisco Riberas, presidente del Grupo Gestamp, recientemente fallecido en Madrid después de triunfar como empresario del negocio del metal. Poseedor al final de su vida de un patrimonio de entre 1.800 y 3.000 millones de dólares, sus comienzos están unidos al madrileño barrio de Usera. Un origen humilde que con tesón y esfuerzo logró no solo superar, sino cambiarlo para coronarse como uno de los señores del acero. Si bien llegó a poseer todo tipo de comodidades, nunca olvidó que los bienes más grandes, como el saber, la educación o la cultura, no tienen precio.

Desde la privacidad es más fácil llevar una vida sin estridencias, pero también hombres cuya vida está pendiente del ojo público pueden bajarse de su trono y poner los pies en el barro:

Warren Buffett

Se trata del inversor más reconocido en el mundo y el hasta hace poco hombre más rico del planeta. Establecido en Omaha (Nebraska) desde que comenzó su andadura profesional, no se ha movido de allí, ni de su modesta casa en 50 años. La adquirió por menos de 31.000 dólares, y a día de hoy atesora una fortuna valorada en 47.000 millones.

Su buen ojo para los negocios se basa en la misma  inclinación a la frugalidad que envuelve toda su vida. Buena prueba de ello es que, a pesar de haber cenado en los mejores restaurantes del mundo, él sigue considerando una hamburguesa con patatas fritas acompaña de una Coca-Cola fresca como el mejor de los menús.

Sus gustos se alejan de lo que suele ser habitual entre las celebrities: barcos, mansiones, coches, joyas… ya que, según declara, “todo ese tipo de juguetes solo me producen un dolor en el cuello”. Buffett tampoco es amigo de la tecnología –hasta hace poco se resistía a utilizar un ordenador-, pero sí ha mostrado interés por acercarse a la sociedad media americana e incluso a sus empleados, al participar como el más campechano de los abuelos, en las campañas publicitarias de su empresa.

Jaume Roures

Protagonista de un ascenso meteórico, este catalán, bautizado por algunos como “el Rupert Murdoch español”  tiene hábitos inusuales para un magnate de los medios y el cine. Su apariencia externa podría ser la de cualquiera de nuestros vecinos: nunca lleva traje, sino ropa informal y nada cara, casi desaliñada.  De carácter melancólico, se resiste a conceder entrevistas, y cuando lo hace detesta que se muestre su cara más personal. De pasado izquierdoso y presente independentista, se vale de su capacidad de trabajo para dirigir Mediapro. Él mismo reconoce que no dispone de secretaria, -“Puedo marcar el teléfono yo mismo”-, ni necesita chófer, porque le encanta conducir. No se considera un gran empresario y al hablar de su compañía, suele recurrir al nosotros. Un rico como pocos que prefiere trabajar como el que más.

Ingvar Kamprad

El fundador de Ikea, más que la austeridad, roza la tacañería. Uno de los nombres del top-ten de la Lista Forbes fundó la exitosa marca de muebles bajo las consignas de ofrecer un producto asequible, barato y que cualquiera pueda montar. El ahorro no es solo un objetivo de sus clientes, sino que él mismo lo lleva por bandera allí donde va. “La gente Ikea no conduce grandes coches ni se aloja en lujosos hoteles”, cita. Y él mismo se aplica el cuento.

Suele desplazarse en metro o autobús para ir al trabajo, a no ser que le apetezca conducir su Volvo con 15 años de antigüedad. Cuando le toca viajar en avión, lo hace en clase turista, y al hospedarse, busca los hoteles más económicos. Céntimo a céntimo y desde los 17 años, cuando comenzó vendiendo pequeños artículos, como cerillas o bolígrafos, Kampard ha ido escalando en el mundo empresarial y actualmente, con 83 años, es dueño de un conglomerado de 200 establecimientos en 31 países, dirige a 75.000 empleados y firma unas ventas anuales de 13.500 millones de euros. Su fortuna se estima en unos 23.000 millones de dólares; su capacidad ahorrativa… incalculable.

Chuck Feeney

A este estadounidense-irlandés de 79 años, el haber nacido en Nueva Jersey durante la Gran Depresión en una familia humilde y bajo las penurias que marcaron al país, le ha dejado un poso de austeridad, lucha y sacrificio en su personalidad.

Como cofundador de las tiendas de Duty Free ha llegado hasta la cima gracias a un lema personal llevado al extremo: “Me propongo trabajar duro, no hacerme rico”. Al final su no-objetivo se ha visto cumplido con creces, aunque a base de insistir en el primero. No muy dado a aparecer en público y aún menos a prodigarse en los círculos propios de su estatus financiero, lo suyo es trabajar en la sombra y llevar una vida humilde alejada de los derroches. En la actualidad vive para su fundación, a través de la que dona parte de su fortuna a escuelas, hospitales e investigación. En este aspecto, Feeney adelanta muchos puestos al resto de millonarios, aunque se iguala con ellos en cuanto a hábitos corrientes: asiduo del transporte público, comprador en grandes almacenes y defensor de la economía de clases, nunca ha gastado demasiado en ropa y calzado, porque, como  ironiza, “solo puedes llevar un par puesto al mismo tiempo”. Como padre y empresario ha intentado inculcar sus valores en los que le rodean, y por ejemplo, sus hijos nunca se libraron de trabajar en los típicos empleos de verano para ganar un dinero extra, como hacen la mayoría de los adolescentes.

Carlos Slim

El magnate mexicano acaba de auparse al primer puesto en el ranking de los hombres con más dinero del mundo. Ha sido en este último año cuando Slim ha dado la zancada definitiva y tras un incremento de 18.500 millones, su fortuna ha alcanzado los 53.500 millones de dólares.

Este mexicano de 70 años, viudo y con seis hijos, es un amante de la vida austera y del arte que fundó su primera empresa con 25 años. Actualmente sigue al pie del cañón dirigiendo grandes operaciones financieras –la última, la inversión en The New York Times-, pero vive volcado en su colección artística y la filantropía. No posee yates ni aviones, pero sí unas 72.000 obras de arte. Slim también destina mucho de su tiempo y dinero a proyectos de salud  con los que busca beneficiar a millones de latinoamericanos, a través del Instituto Carso de Salud (ICS).

Frederik Meijer

Más conocido en Estados Unidos que en resto del mundo, su cadena de supermercados le ha reputado una fortuna de unos 5.000 millones de dólares. Cuando comenzó la crisis en 2009, él se apretó el cinturón y realizó una serie de operaciones que ahora le permiten vivir en la tranquilidad financiera al mismo tiempo que practica la frugalidad en su día a día.

Conduce su propio coche y elige los alojamientos más asequibles en sus viajes de trabajo.  En lo que parece un denominador común a estos milmillonarios austeros, Meijer no malgasta su fortuna, sino que prefiere seleccionar sus gastos y donaciones a intentar promover el bienestar entre los ciudadanos de su comunidad, allá en la América profunda.

Rosalía Mera

El único nombre femenino en este selecto club es también quien mejor encarna la esencia de este artículo. La ex esposa de Amancio Ortega lleva colgada la etiqueta de mujer más rica de España, pero ella arroja este título directo al cubo de la basura. Su día a día contradice la radiografía de una millonaria. Gallega de pura cepa, progresista reconocida, recelosa de su intimidad, humilde… todos los adjetivos que la definen casan con una mujer hecha  a sí misma desde A Coruña hasta Zara, de la mano de Amancio Ortega, para llenarse los bolsillos con unos 1.5000 millones de euros. Sin embargo, la vida de Mera ni empieza ni acaba en el dinero. Madre de dos hijos, llevó a la mayor a un colegio público, viaja en clase turista, huye de los focos y las entrevistas, le gusta la telebasura, y es presidenta de la fundación Paidea. Este es su proyecto más querido y ambicioso, que trabaja en la incorporación de la mujer rural al mercado laboral y en la integración de los discapacitados.

El secreto de estas personas no es cuántos ceros redondean su cuenta corriente, sino la forma de vida que llevan. Son ricos, pero no actúan como tales. Ahorran más de lo que gastan y regalan más de lo que compran.

Al igual que las meigas, que haberlas haylas, y de la misma manera que si uno busca puede encontrar una aguja en un pajar, en los tiempos que corren también existen  con posibles que llevan una vida modesta, y no precisamente por obligación. Son millonarios enemigos del despilfarro. Ellos, que amasan cantidades inimaginables de dinero, prefieren llevar una existencia más terrenal y parecerse a la clase media. No siempre rico y famoso es sinónimo de extravagante y caprichoso.

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