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“Valorar empresas es una chapuza y los analistas sólo confunden a los inversores”, según un experto del IESE
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“Valorar empresas es una chapuza y los analistas sólo confunden a los inversores”, según un experto del IESE

Las últimas salidas a bolsa han puesto de nuevo de actualidad una de las cuestiones más inquietantes del mercado: que las empresas se pueden valorar como

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“Valorar empresas es una chapuza y los analistas sólo confunden a los inversores”, según un experto del IESE

Las últimas salidas a bolsa han puesto de nuevo de actualidad una de las cuestiones más inquietantes del mercado: que las empresas se pueden valorar como se quiera. “La valoración de las empresas es una chapuza que no sirve para nada, porque se basa en una serie de hipótesis totalmente subjetivas”. El que dice esto no es un cualquiera, sino el gurú financiero Pablo Fernández, profesor de IESE Business School y conocido por haber valorado El Corte Inglés para los hermanos Areces Fuentes, que vencieron el pleito a Isidoro Álvarez.

En una conferencia muy políticamente incorrecta organizada por Capital at Work, Fernández no dejó títere con cabeza: los analistas, la gestión activa, los hedge funds, los auditores, las nuevas teorías de los mercados y, sobre todo, la tendencia de los profesionales a complicar en exceso las cosas “con el único fin de confundir a los inversores”, a juicio de Fernández.

“No se invierte mejor en bolsa ni se valoran mejor las empresas realizando muchas operaciones matemáticas sofisticadas. Si esto fuera así, habría muchos matemáticos (y varios profesores de finanzas) millonarios”, sentenció. “La gente sueña que, haciendo numeritos, va a tener una herramienta perfecta para tomar decisiones, pero en la vida se hace poco con unas divisiones”, añadió.

Asimismo, criticó los trucos que utilizan los analistas para que parezca que hacen algo científico: “Con los conceptos que se usan en el análisis bursátil no se llenaría ni media página, por eso usan muchos sinónimos para dar la impresión de que hablan de muchas cosas diferentes. También se usa la misma palabra para distintos conceptos, con lo que la confusión es total”.

Este gurú explicó que el valor de las acciones depende de las expectativas de flujos de una empresa y de la estimación del riesgo de los mismos, magnitudes que no son observables. La "chapuza" viene de que se las asimila a los bonos: se estiman los flujos futuros y se descuentan a una tasa superior a la de los bonos en una cantidad que justifique nuestra estimación del riesgo.

Especialmente crítico se mostró con el famoso WACC (Weighted Average Cost of Capital): el coste de capital al que se descuentan en el momento presente los flujos de caja futuros que se prevé que genere la empresa, lo que da el valor de la compañía. “Había que poner una tasa de descuento y quedaba muy sofisticado poner algo que empezara por W”, ironizó Fernández, que considera esta variable “totalmente subjetiva”.

También puso de vuelta y media al método de valoración más en boga en el mercado: el CAPM (Capital Asset Pricing Model), que “no sirve para casi nada, pero por alguna extraña razón se utiliza mucho”. Este modelo utiliza la beta –correlación con el mercado- para medir la rentabilidad exigida a las acciones, pero la beta es tan inestable que “daría lo mismo coger la raíz cúbica del número de tu portal”. Al final, su receta es no complicarse la vida: “Lo importante son los flujos, que entre en la empresa más de lo que sale”.

Palos de todos los colores

Los auditores también se llevaron lo suyo: “La Ley de 2002 dice que el valor razonable de una empresa es el que diga un auditor externo que no sea de la empresa, porque el gremio ha hecho lobby para conseguir esta prebenda”. Además, la valoración tampoco es tan importante en su opinión: “Valorando bien se puede perder mucho dinero. Lo importante es adivinar qué va a hacer la bolsa”.

Las últimas salidas a bolsa han puesto de nuevo de actualidad una de las cuestiones más inquietantes del mercado: que las empresas se pueden valorar como se quiera. “La valoración de las empresas es una chapuza que no sirve para nada, porque se basa en una serie de hipótesis totalmente subjetivas”. El que dice esto no es un cualquiera, sino el gurú financiero Pablo Fernández, profesor de IESE Business School y conocido por haber valorado El Corte Inglés para los hermanos Areces Fuentes, que vencieron el pleito a Isidoro Álvarez.

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