Nadal no quiere volver a llorar por nadie y buscará su noveno título en Roland Garros

Nadal ha puesto el punto de mira hacia su noveno Roland Garros. El tenista español sacó su mejor versión en lo que va de torneo para ganar por la vía rápida a Andy Murray (6-3, 6-2 y 6-1), al que no dio ninguna opción en una semifinal en la que el balear mostró un nivel supremo. El balear olvidó sus problemas de espalda ante un rival que se antojaba complicado, pero que se diluyó con el paso de los minutos. Y es que Nadal tuvo mucha culpa de ello, pues su juego arrollador y su abanico magistral de golpes hundió al británico, incapaz de responder al número uno del mundo.

El tenista español tuvo controlado el partido en todo momento: agresivo, incisivo y muy concentrado, pasó por encima de Murray como un huracán. Parece que Nadal tenía la lección aprendida tras el partido de cuartos ante David Ferrer y, para tratar de evitar en la medida de lo posible cargar su maltrecha espalda, decidió solventar el partido por la vía rápida. Con clara mejoría con su servicio y un excepcional repertorio de golpes desde el fondo de la pista, el español supo ahogar el juego del británico, incapaz de tener continuidad en la pista, lo que le llevó a la desesperación.

Saques profundos -entrando muchos primeros servicio-, golpes profundos a las líneas y subidas a la red rápidas y contundentes le sirvieron al español para evitar los 'rallys' y cerrar los puntos muy rápido. Mientras que el español sumaba juegos a mucha velocidad, Murray era incapaz de entrar en el partido, viendo cómo se le escapaba el pase a la final sin casi poner la bola en juego. Fruto de la desesperación, el británico sólo era capaz de lamentarse de manera continua, además de asistir en primera persona al mayor festival de juego de Nadal en la presente edición de Roland Garros.

Muy sereno y con las ideas muy claras, Nadal jugó a un nivel arrollador. Desmontando a Murray, el español se paseó para meterse en la gran final de Roland Garros, en la que se medirá a su 'bestia negra', Novak Djokovic. Este mismo viernes reconocía en las páginas de L'Equipe que el partido en el que más "miedo" ha sentido fue la final de Roland Garros de 2012, ya que llegaba al gran partido después de perder varios títulos ante el serbio. Ahora, tras darse una exhibición ante Murray, es el serbio el que deberá remar mucho si quiere impedir la novena Copa de los Mosqueteros de Nadal.

Las lágrimas de Nadal

Según indica en las páginas del diario francés, aseguraba que llegaba a aquel partido de 2012 "prácticamente sin dormir" por la importancia del choque, después de que Djokovic le hubiera ganado tres finales a lo largo de la temporada. Este curso, el español ya ha sufrido dos derrotas con el serbio en lo que va de curso -en la final de Miami y en la final de Roma-, y no está dispuesto a volver a caer en su torneo favorito. En los nueve años que ha jugado, el español ha ganado en ocho ocasiones el título, perdiendo un solo partido en su vida, tras aquella dramática victoria ante Robin Soderling.

Pero, como reza el dicho, 'no hay mal que por bien no venga'. El español ha confesado que lloró con aquella final en la que él no estuvo, pero no por su ausencia, sino por la victoria de Roger Federer: "Me emocioné. Se merecía ganar un día este torneo, después de tantas finales y semifinales. Merecía ganar los cuatro Grand Slam", asegura el español. Y es que Nadal quiere seguir con sus increíbles números en la arcilla parisina, para lo que deberá derrotar a Djokovic, que no dejó demasiadas buenas sensaciones ante Ernest Gulbis, mostrando en varias ocasiones síntomas de cansancio.

Nadal, que suma 65 victorias en París, quiere conseguir su noveno título en Roland Garros. Para ello, tratará de seguir la línea ascendente que ha demostrado en el torneo, donde ha ido de menos a más para mostrar su mejor juego ante Murray. Nadal no quiere volver a llorar por nadie en la arcilla francesa: con el número uno en juego ante Djokovic, buscará un triunfo que le sirva para demostrar que no tiene rival en tierra batida. Sólo 'Nole' se interpone en su camino hacia el éxito, su 'bestia negra' a la que quiere devolver las dos derrotas endosadas por el serbio esta campaña.