Marcus Cooper Walz engañó al público, pero no sorprendió a su madre
El piragüista español, oro olímpico en el K1 1.000, no sorprendió a su madre Fiona. "Lo veía capaz de hacer lo que ha hecho, es un campeón nato", explicó tras la carrera
"¡La que ha liado, la que ha liado!". Ekaitz Saies, expiragüista y ahora entrenador, alucinaba. A Teresa Portela, que acababa de competir en su final, le pilló el resultado cuando todavía atendía a la prensa; ni siquiera le dio tiempo a ver la carrera. Narciso Suárez, técnico de la federación española de piragüismo, se abrazaba a Juan de Salabert, presidente de la federación balear, que lloraba de la emoción. No había ni una persona en el Lago Rodrigo de Freitas que no se quedara con la boca abierta después de ver la remontada de Marcus Cooper Walz para llevarse el oro en la final de K1 1.000 y darle a España la sexta medalla en los Juegos de Río. Bueno, había una que no estaba sorprendida: su madre, Fiona Walz.
"No me sorprende en absoluto. Lo veía capaz de hacer lo que ha hecho, es un campeón nato", dijo orgullosa tras la carrera. Había pasado casi una hora y estaba muy tranquila. "Supongo que es lo que dicen de estar en una nube. He pasado de estar con una sobredosis de emociones a estar supertranquila, aunque un poco temblorosa". Más nerviosa estaba mientras su hijo competía en su primera final olímpica. "Me quedé como una piedra, me aparté de mi familia para verla", comentó. Todo esa tensión se transformó en cariño con el abrazo que le dio tras la ceremonia de entrega de medallas. "Me ha dado el abrazo más grande de mi vida", dijo Cooper. "Es que no se deja. Es un chico de 21 años que no quiere a su mamá mimándole", le reprochaba su madre.
Desde los tres meses en España
Hace un par de años aún no tenía la nacionalidad (lleva desde los tres meses en Mallorca y siempre se ha sentido español, dijo), necesaria para competir en los Juegos; el año pasado fue el peor de su vida, según dijo él mismo; y en este consiguió la clasificación por los pelos hace menos de tres meses. Su sueño era ser campeón olímpico, pero no tan pronto. "Es una pasada ganar el oro con 21 años", afirmó, seguro, el mallorquín, que tras probar con el fútbol y el baloncesto comenzó en el piragüismo con 12 años porque un amigo lo practicaba y porque le permitía ponerse fuerte. Entró en el club de Portopetro, donde Joel Badía vio en él el campeón en que se ha convertido.
Cooper ni siquiera es especialista en el 1.000. Pero su distancia, el 500, en la que ganó un bronce mundial en 2014, no está en el programa olímpico. Por eso se ha tenido que adaptar, y por eso corre como corre. Porque su impresionante remontada (pasó quinto por los 750 metros) no es casual: Cooper corre de esa manera, así lo preparó con Luis Brasero, su entrenador. "Engaña al público. Hace sus salidas muy rápidas, luego se queda un poco atrás a ver qué hacen los demás y al final ¡fum!", describió su madre. "Es de lo mejor del mundo en 500. Pero puede hacer un 1.000 con un ritmo constante y un gasto muy alto. Él baja en el 400 y luego en el 700 vuelve a arrancar", explicó De Salabert.
"Normalmente, a mitad de carrera se me escapan un poco, pero he visto que estaba con ellos y que faltaban 400 metros y me he dicho: 'Ahora o nunca", relató Cooper, que quiso destacar toda la carrera, no solo el final. "Ha sido el 1.000 entero. He hecho la carrera de mi vida", apuntó. Hasta que no cruzó la meta no se dio cuenta de que iba el primero. "Ahí ya he mirado y he pensado: 'Ostras, lo que he conseguido".
El oro de Cooper es de esas medallas que saben bien por lo inesperadas que son. "No soñábamos con el oro, sino con un bronce peleado", contaba De Salabert. Pero quizás el menos sorprendido era el joven piragüista, bastante más tranquilo que su familia y los responsables de la federación. "He hecho lo que sé hacer", afirmó. La que has liado, Marcus. La que has liado.
"¡La que ha liado, la que ha liado!". Ekaitz Saies, expiragüista y ahora entrenador, alucinaba. A Teresa Portela, que acababa de competir en su final, le pilló el resultado cuando todavía atendía a la prensa; ni siquiera le dio tiempo a ver la carrera. Narciso Suárez, técnico de la federación española de piragüismo, se abrazaba a Juan de Salabert, presidente de la federación balear, que lloraba de la emoción. No había ni una persona en el Lago Rodrigo de Freitas que no se quedara con la boca abierta después de ver la remontada de Marcus Cooper Walz para llevarse el oro en la final de K1 1.000 y darle a España la sexta medalla en los Juegos de Río. Bueno, había una que no estaba sorprendida: su madre, Fiona Walz.