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La cláusula de rescisión cambia de función: defender al presidente de sus propios aficionados
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EL CLUB 'PEQUEÑO' YA NO QUIERE ESTAR PROTEGIDO

La cláusula de rescisión cambia de función: defender al presidente de sus propios aficionados

Las cláusulas de rescisión han perdido el rumbo en el mundo del fútbol. Se han desorientado y su función ya no es la de proteger al

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La cláusula de rescisión cambia de función: defender al presidente de sus propios aficionados

Las cláusulas de rescisión han perdido el rumbo en el mundo del fútbol. Se han desorientado y su función ya no es la de proteger al club pequeño del grande. Ahora guarda a la directiva de su propia afición. Una vez que los tiempos de prosperidad se esfumaron, los sentimientos, el amor por los colores y el hombre de un solo club ('one-club men'), también. Los casos de Sergio Agüero y Jesús Navas manifiestan el nuevo orden de valores dentro de los equipos: la pasta es lo primero. Dos símbolos a los que han puesto precio. La directiva de los respectivos clubes tienen las espaldas cubiertas gracias a la ‘bendita’ imposición: “No hemos podido hacer nada por retenerle, han pagado la cláusula”, dirán un verano de estos.

Hoy en día, sólo Madrid y Barcelona pueden decir que consideran necesarias las cláusulas para proteger a sus estrellas. Son medidas ‘anti jeque’ o ‘anti Florentino’, depende de a quién se pregunte. El Athletic Club es un caso especial; no necesita vender a sus cracks para invertir en la plantilla pero sí para que el club respire económicamente. A Javi Martínez, cuya cláusula es de 30 millones, le quiso este verano el Real Madrid y Macua pidió a Florentino Pérez que esperase un año. Es decir, el aspecto deportivo primó sobre el económico. Llorente tiene una de 36 ‘kilos’ y su presidente se aferra a ella, al menos públicamente.

Pagar la cláusula significa desembolsar casi el doble

Porque el desembolso que un club debe realizar para pagar la cláusula de rescisión resulta ser de casi el doble de lo que en un principio parece. Es el propio jugador quien paga su libertad a la LFP (se supone que con dinero de su futuro club) depositando una cifra que permita al conjunto de procedencia ingresar la cláusula de rescisión neta (55%). Además, abonará también el IRPF, 45%, del total de la operación. Por ello, lo normal es llegar a un pacto entre los dos conjuntos (al fin y al cabo, el club de procedencia recibirá el mismo dinero y mantendrá públicamente que “no hemos podido hacer nada porque han pagado la cláusula”).

Ese pacto para evitar el IRPF suele realizarse en todas las operaciones de pago de cláusula. De este modo, al llegar a un acuerdo, se realiza un traspaso pagando sólo el IVA que, posteriormente, será desgravado. Hay que tener en cuenta que hasta 2010, el IRPF para jugadores extranjeros era de un 24%, no 43% (desde el pasado 1 de enero un 45%).

De este modo se actuó con los fichajes, por parte del Madrid, de Figo -gracias a las negociaciones entre Florentino y Gaspart (10.000 millones de pesetas)- y Sergio Ramos (27 millones de euros al Sevilla, sin IRPF, y a 31 minutos de agotar el plazo).

Además, se han dado otros pactos para evitar el IRPF como el de Keita, entre Barça y Sevilla (14 millones) o el de Villa entre Zaragoza y Valencia (12 millones). También está el caso de Mendieta, por el cual pagó la Lazio su cláusula de 8.000 millones de pesetas (posteriormente se arruinó) al Valencia. Si los clubes vendedores no hubieran querido desprenderse de sus figuras, podían haber apretado más las tuercas al comprador.

El caso de Rivaldo, mención aparte

Los casos anteriores nada tienen que ver con el de Rivaldo en 1997. Cuando, el último día y habiendo jugado un partido liguero ya con el Deportivo, el FC Barcelona depositó los 4.000 millones de pesetas en la Liga más el IRPF correspondiente, Lendoiro no se lo creía. Pero el conjunto culé utilizó el dinero que había recibido de la venta de Ronaldo al Inter (quienes pagaron también el precio de la cláusula, 4.000 ‘kilos’, aunque sin IRPF).

En otras contrataciones importantes no ha hecho falta llegar a la pantomima de la cláusula de rescisión y se ha negociado como en las grandes ligas europeas, basándose en el mercado. El Arsenal desembolsó unos 35 millones por Reyes cuando el nervionense tenía una cláusula de 100 ‘kilos’. Además, el Barça pagó 32 millones por Alves al Sevilla (tenía 60 de cláusula) y 40 al Valencia por Villa (126 ‘kilos’ reflejaba la cláusula en su contrato).

Mata: ni sí, ni no

Precisamente el Valencia ha renovado también a su estrella, Juan Mata, y a este no le han tocado la cláusula, que permanece en 60 millones. La moda de rebajar la cláusula la inició el Atlético de Madrid con Fernando Torres (subiéndole el sueldo), fue un primer paso para irse al Liverpool. Lejos quedan los 65.000 millones de pesetas que Lopera fijó a Denilson o los 2.000 millones que el Madrid quiso pagar al Deportivo por Manuel Pablo (Lendoiro dijo que también el IRPF y la operación se vino al traste) poco antes de su grave lesión de tibia y peroné.

La cláusula es un bien preciado para el presidente de un equipo. Adquiere doble valor y significado: por una parte sirve de excusa al aficionado y, además, es un reclamo (casi publicitario) para clubes solventes, quienes no tienen ni que hacer el esfuerzo de descolgar el teléfono para saber por qué cifra deben empezar a negociar.

Las cláusulas de rescisión han perdido el rumbo en el mundo del fútbol. Se han desorientado y su función ya no es la de proteger al club pequeño del grande. Ahora guarda a la directiva de su propia afición. Una vez que los tiempos de prosperidad se esfumaron, los sentimientos, el amor por los colores y el hombre de un solo club ('one-club men'), también. Los casos de Sergio Agüero y Jesús Navas manifiestan el nuevo orden de valores dentro de los equipos: la pasta es lo primero. Dos símbolos a los que han puesto precio. La directiva de los respectivos clubes tienen las espaldas cubiertas gracias a la ‘bendita’ imposición: “No hemos podido hacer nada por retenerle, han pagado la cláusula”, dirán un verano de estos.

IRPF Juan Mata