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Un canterano del Atleti: "Me rompí la rodilla y a la vuelta no me daban ni ropa de juego"
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ACABA DE CONSEGUIR LA INCAPACIDAD

Un canterano del Atleti: "Me rompí la rodilla y a la vuelta no me daban ni ropa de juego"

Alejandro Llama tenía casi 18 años cuando una rotura de ligamento cruzado de la rodilla derecha acabaría con su trayectoria y su sueño, obligándole a comenzar una nueva vida

Foto: Canteranos, en los entrenamientos de pretemporada del Atlético de Madrid. (EFE)
Canteranos, en los entrenamientos de pretemporada del Atlético de Madrid. (EFE)

“Era jugador del Atlético de Madrid, en ese año, del juvenil A. En un entrenamiento con un primer equipo, me rompo el ligamento cruzado de la rodilla derecha. Empieza un proceso que dura hasta hoy, seis años”. Así comienza el relato de Alejandro Llama Rivera, un chaval de 24 años que ha vivido la cara más amarga del fútbol. Cuando tenía 17, casi 18, un mal gesto en el campo le cambió la vida. Ahora, cuando anda más de la cuenta, el dolor entra en su cuerpo. No puede seguir la vida de cualquier joven de su edad. Adiós a practicar deporte, adiós a correr. Desde entonces, es un asiduo al quirófano, aquella sala en la que ha sido intervenido en multitud de ocasiones y a la que sabe que tendrá que volver tarde o temprano.

“Una lesión que no se recupera de manera correcta, porque desde el principio no se hacen las cosas bien. Al mes, tengo una infección en la rodilla, tengo que volver a pasar por quirófano, se complica. A partir de esa etapa, no recupero bien, no sabemos los motivos. En esas pruebas se aprecia que la zona del cartílago está desgastada”, relata Llama en una conversación con El Confidencial.

"Entro al campo con dolor, pero ellos me dicen que es algo normal"

Sin tapujos, el que fuera defensa central y promesa del Atlético de Madrid tiene claro que su lesión no se trató de la manera que tenía que haberse tratado. El ligamento cruzado es el terror de los futbolistas, te obliga a estar mínimo seis meses parado y tu rodilla nunca vuelve a ser la misma. Pero en su caso, el drama fue mucho más allá, obligándole a dejar el fútbol y a luchar por la incapacidad a los 24 años.

placeholder Llama disputa un balón en un partido con el Atlético de Madrid.
Llama disputa un balón en un partido con el Atlético de Madrid.

“Desde que se rompe, comienzo un tratamiento en Fremap, pero todo va de la mano de los médicos del Atlético de Madrid, supervisado por ellos”, cuenta el joven, argumentando que desde la aseguradora el tratamiento y los cuidados eran demasiado 'light'. “Es muy poco, avanzo muy lento”. Alejandro esperaba que, con los servicios médicos del club haciéndose cargo al pleno de su lesión, las cosas iban a mejorar. No fue así: “Va mal, la musculatura de la rodilla no avanza. Entro al campo con dolor, pero ellos me dicen que es algo normal”.

Ahí comenzaron las sospechas de que algo raro pasaba en su rodilla. “Le pido permiso al Atleti para ver si puedo contar con fisioterapeutas de mi confianza, y otros médicos”, quienes le dicen que muchas cosas de las que había estado haciendo no debería realizarlas en las condiciones en las que estaba su rodilla, asegura el exfutbolista. El tiempo pasaba, la musculatura no acompañaba y los pinchazos comenzaban a ser algo más: “Un año después, mis mejoras han sido mínimas. El club me dice que el dolor lo tengo que aguantar, que me iré adaptando. Un día me digo que es imposible, no era una molestia. Llevo jugando al fútbol desde los cinco años, en equipos de élite desde los 10. Sé diferenciar cuándo es una molestia y cuándo algo está mal y no puedes”.

"Al final, la emoción de querer volver a jugar te nubla, crees que vas mejor, pero estás igual"

“Me pasaron cosas que no suelen ser normales en este tipo de lesiones, es la peor para los futbolistas, ¿pero tanto?”, se pregunta Alejandro al recordarlo. Su rodilla quedó marcada para toda la vida, con cicatrices que la atraviesan. “Me mandan a Vitoria para ver a un médico especialista, intentando infiltrarme para recuperar el cartílago, porque había un enema óseo”. Este tratamiento funciona, poco a poco su rodilla se encuentra mejor. Responde. Pero su lucha no había hecho más que empezar.

“A los dos años, parecía que remitía. Volví al campo, me encontraba algo mejor. Al final, la emoción de querer volver a jugar te nubla, crees que vas mejor, pero estás igual. Uno de los médicos del Atlético me toca la rodilla, en una revisión, y dice que algo va mal”, confiesa durante la conversación. Las secuelas de esos años todavía perduran: “En el día a día, he tenido dolores que han afectado a mi vida normal, de no poder andar. Hasta el último año, que me hice un implante de cartílago. No podía casi ni andar”.

placeholder Alejandro Llama, durante su etapa como jugador del Atlético de Madrid.
Alejandro Llama, durante su etapa como jugador del Atlético de Madrid.

Renovación con el Atlético, pero apartado

Al preguntarle a Alejandro Llama sobre el Atlético de Madrid, club del que fuera promesa de la cantera, responde con un ligero resoplo. “Mi sensación es que no querían que entrenase con ellos. Digamos que estaba desplazado, el club estaba esperando que te recuperes y te vayas, no contaban conmigo. Mi contrato vencía, pero ellos me iban renovando año a año. No estaban obligados, es todo muy raro”. La palabra 'raro' es la que más utilizó este joven al hablar del Atlético y de su trato.

"Tenía la rodilla hecha un cristo, el hueso necrosado, el cartílago comido entero"

El paso del tiempo no mejoraba su estado físico, incapaz de alcanzar la forma en los breves periodos de tiempo que podía volver al campo. “Hacemos resonancia, sigue saliendo el edema óseo. El Atlético me decía que o jugaba con dolor o dejaba el fútbol”, recuerda. Pero el regreso a quirófano era inminente: “Me opero, estamos en 2018, tienes que estar un año de rehabilitación. Tenía la rodilla hecha un cristo, el hueso necrosado, el cartílago comido entero”.

placeholder Imagen de la rodilla de Alejandro después de una de las operaciones.
Imagen de la rodilla de Alejandro después de una de las operaciones.

“Seguía perteneciendo al Atlético, pero ahí solo me dejaban entrenar con equipos pequeños de categorías inferiores. Con 23 años, para mí era humillante estar con gente más pequeña, si no queréis que esté con los míos, me busco otras cosas”. Alejandro indica que incluso quiso probar suerte en un club más humilde, en un intento por no abandonar lo que había sido toda su vida: “Me fui al Unión Adarve, aunque a mí me seguía pagando el Atlético. Me hacen un último contrato de enero de 2019 a junio, unos 230 euros, solo me cubre para asegurarme en temas médicos. Ahí veo que no puedo seguir en el fútbol, la rodilla no me funcionaba, me sentía inútil”.

Dejar el fútbol, empezar de cero

Ya no había un sueño que buscar, el fútbol había acabado. “Estaba en un bloqueo, en mi vida estaba en el limbo”. Toda su familia se volcó en ayudarlo, pero fue su padre, César, quien más pena sintió: “Mi madre me ha apoyado mucho, pero mi padre… Mi padre tenía muchas ganas de seguir viéndome jugar al fútbol. Era mi sueño volver a verme de corto, pero el suyo también”. “Él vio que podíamos pedir la incapacidad. A la primera no me la concede el tribunal médico, antes habíamos solicitado unos seis meses de prórroga para que probase si podía recuperar la rodilla, yo quería jugar. Luego veo que no, y me la niegan. Ahí me pongo en contacto con un abogado conocido, pero no era su especialidad y no sale bien”.

La nueva vía para obtener la incapacidad la llevó a cabo la consultoría Fidelitis. “Iniciamos un nuevo expediente. La ganamos en la vía judicial, que por desgracia es lo más habitual. Era un claro 100 por 100 ganable”, asegura Lorenzo Pérez, presidente de la entidad. A su juicio, “el desconocimiento que en general tienen los deportistas sobre su derecho lleva a que no se soliciten este tipo de incapacidades profesionales”. “A veces piensan que esta no es una profesión normal, que no tienen los mismos derechos que otro profesional, y no los ejercitan”, señala antes de aconsejar que “vendría bien que las asociaciones, ligas y otros deportes asesorasen mejor a los deportistas. Hay muchos deportistas, que no son de élite, que se lesionan y no saben que tienen derecho a este tipo de prestaciones”.

“Hace dos meses, a finales de julio, tuvo lugar el juicio por fin. Me otorgaron la incapacidad, con la sentencia firme, no está recurrida. Ya estoy esperando la pensión, puedo trabajar en cualquier oficio, menos fútbol. Voy a recibir 500 euros mensuales, aproximadamente. Entre todo lo malo, al menos sacas algo”, relata Alejandro, que podrá compaginar esta prestación con una carrera profesional: “Sigo estudiando para la licencia de detective privado. Mi padre tiene un despacho y me gustaría dedicarme a esta profesión”.

placeholder La rodilla de Alejandro, en la actualidad.
La rodilla de Alejandro, en la actualidad.

Las secuelas de un sueño roto

“Mentalmente, entre comillas… Me destrozó”, resume Alejandro sobre el periplo de lesiones y frustraciones que le ha tocado vivir. “El fútbol era mi sueño. Me consideraba una persona fuerte de cabeza y, a pesar de seis años de proceso, no he tirado la toalla. En ese momento tenía 23 años, y era un tío que se ha dedicado toda su vida a esto, entonces te preguntas: ‘Hostia, qué hago yo ahora”, reflexiona el exfutbolista.

Más allá de las cicatrices de su rodilla, las secuelas también afectaron a su vida personal: “Me entran inseguridades, veo que mi vida se destruye y tengo que hacer una vida nueva. Tengo una lesión de por vida, lo más seguro que en unos años vaya a prótesis”. “No tengo dolores si no ando mucho. Si estoy mucho de píe o ando demasiado, ya empieza a doler. Condicionado estoy totalmente, no puedo hacer prácticamente nada de deporte, todo lo que influye en las piernas lo noto”, insiste.

Alejandro vivió la parte mala del fútbol, aquella que no se ve. Y su recuerdo del club no es satisfactorio: “A día de hoy, no puedo ver el Atlético de Madrid. Para mí ha sido un trato raro, parte de la lesión, creo… A día de hoy, estoy peor de lo que podía estar, esa es la opinión de lo que yo he vivido”. “Mi padre, por ejemplo, cree que no debería quedarme con lo malo. Después de desvincularnos, cada uno por su lado. Ellos se portaron bien al renovarme cada año, pero a mí me huele raro… Cuando un jugador tiene estas lesiones, que estás dos años sin entrenar, es raro que te renueven. Cualquier persona que conozca el mundo del fútbol sabe que es extraño”, insiste el excanterano.

placeholder Ficha de Alejandro cuando era jugador del Atlético de Madrid.
Ficha de Alejandro cuando era jugador del Atlético de Madrid.

A su juicio, ciertos gestos del club se contradecían: “Creo que ellos saben que han hecho cosas mal, por agradecimiento, o por lo que sea, han ido firmándome. Ni siquiera me daban ropa. Tenía que ir a las instalaciones, al fisioterapeuta, y me daban camisetas del año pasado, o de la escuela. No se me trataba como jugador suyo”. Estas renovaciones, pese a estar lesionado y no contar deportivamente para el club, sorprendieron a los que eran sus compañeros de vestuario. “Me decían si no me lo tomaba en serio. Se llegaron a creer que me inventaba que me renovaban, porque no lo entendían”, asegura Alejandro.

24 años e incapacitado para jugar al fútbol, la que era su profesión. “Lo primero que le diría a alguien que critique mi situación es que el fútbol no es tan bonito como parece. Lleva un sacrificio de muchos años hasta que ganas dinero, no se ganan millonadas. Para un chaval de 17 años, a lo mejor 1.000 euros es mucho. Durante muchos años, no tienes vacaciones, llevas una vida enfocada en la competición. Todo gira en torno a ello”, medita el exdeportista, antes de añadir: “Sé que algunos me dirán, pues ponte a trabajar. Habrá que pasar el proceso que he pasado, de seis años, psicológicamente todo lo que sufres. Que se pregunten si de repente no pueden ejercer su trabajo por algo físico. Que todo desaparezca, todo lo que has trabajado, y tengas que empezar de nuevo”. Aquel entrenamiento, aquel crujido en la rodilla.

“Era jugador del Atlético de Madrid, en ese año, del juvenil A. En un entrenamiento con un primer equipo, me rompo el ligamento cruzado de la rodilla derecha. Empieza un proceso que dura hasta hoy, seis años”. Así comienza el relato de Alejandro Llama Rivera, un chaval de 24 años que ha vivido la cara más amarga del fútbol. Cuando tenía 17, casi 18, un mal gesto en el campo le cambió la vida. Ahora, cuando anda más de la cuenta, el dolor entra en su cuerpo. No puede seguir la vida de cualquier joven de su edad. Adiós a practicar deporte, adiós a correr. Desde entonces, es un asiduo al quirófano, aquella sala en la que ha sido intervenido en multitud de ocasiones y a la que sabe que tendrá que volver tarde o temprano.