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Ciclistas asomados al Balcón (de Alicante) y Storer triunfando el día que abandonó Valverde
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Vuelta Ciclista a España

Ciclistas asomados al Balcón (de Alicante) y Storer triunfando el día que abandonó Valverde

Una etapa que pudo ser histórica será finalmente recordada por la caída (y abandono) de Alejandro Valverde. Empieza a verse qué ciclistas no van tan bien

Foto: Storer gana en el Balcón de Alicante. (EFE)
Storer gana en el Balcón de Alicante. (EFE)

Cuando algo está bien se dice, y no pasa nada. Sí, amigos, huyan de esos piltrafillas de la queja perpetua, el “todo mal” y “qué guay es odiar, pásame más ganchitos sabor glutamato naranja”. Durante un rato está bien (la pose, digo, los ganchitos no) pero a la larga se nos pone cara de Peter Panes anclados en la tardoadolescencia, el canallismo y la tontería. Añadan corte de pelo modo orinal volcado, mofletes de esos de “ven pacá, que te dé un beso la tía” y... hop, el perfecto ser odiante. Qué hartura. Qué cansancio.

Porque eso... a veces lo que toca es aplaudir bien fuerte. Agradecer. Quizá, con suerte, se tome nota y este tipo de asuntos vayan repitiéndose en el futuro. Hablo, claro, de la etapa de hoy, que no vean ustedes... menuda preciosidad. Tiradita a la perfección, mala leche por doquier, trampitas donde cazar osos, bisontes e incluso a Mazinger Z. Impecable, oigan, media montaña de libro. A ver, impecable-impecable igual tampoco, porque tenía varios defectillos, cosucas mejorables. La distancia, cómo no, porque 152 kilómetros es un poco meh. Carreteras que son alfombras a ratos, deliciosas para el cicloturismo pero rompiendo opciones de ver algo entre los pros. Hasta su situación en el conjunto de las tres semanas, porque este tipo de tinglados mejor más avanzado el asunto, por aquello de llegar con fuerzas bajo mínimos (aunque así hay menos posibilidades de bidonazo, ojo). En fin, cosas menores, y hemos tenido que buscar con lupa. Todo ello perdonable. Porque el recorrido... ay, el recorrido. Qué preciosidad, qué de cosas. Seis puertos. El primero, muy duro. El último también duro, tramitos imposibles y meta arriba. Entre medias... pues un poco de todo, como en botica. Rampones, subidas largas y tendidas, curvas. Bajadita, repecho, bajadita. Ni un metro llano. Mira qué pueblo tan cuco, se estrecha la carretera, mira qué de cruces. Allá arriba los bandoleros esperan para caer sobre nosotros. Emboscadas. No, sioux no hay, sioux son el domingo...

Seis puertos

Excusas pocas, por tanto. Sol y calor, pero tampoco aires del Sahel, no me lloren. Todo dispuesto. Hombre, puedes argumentar que igual algunos equipos saldrán atemorizados por el puerto final. Balcón de Alicante, ahí es nada. Ineos con los testículos a la altura de la glotis, Carthy un poco más arriba aun. Ya se sabe que anglos y balcones levantinos funcionan regular...

Para allá que nos vamos. Se barrunta fuga buena desde casi salida, porque La Llacuna es cosa seria, oigan. Vamos, que si hay ritmo nos cepillamos al principio jornaleros y buscaglorias con maillots molones. Nadie piensa en un Cuneo-Pinerolo, la verdad, pero el grupito de diez o doce sí que debía incluir bastantes apellidos de los que suenan al aficionado de julio y siesta... El capitán Louis Renault leyendo nombres y sonriendo así, como de lado. Este sí, este no.

placeholder Primoz Roglic y Adam Yates, en primer plano. (EFE)
Primoz Roglic y Adam Yates, en primer plano. (EFE)



Solo que nanai. Se intenta, pero... pelotón que no deja. Todos esperaban que en los primeros kilómetros sonasen Sonia y Selena, y resulta que brama La Cabalgata de las Valkirias. Ta, ta, ta, taaata, ta, ta, ta, taaata, etcétera. Un salto, otro, grupitos chicos, cinco, seis segundos, el paquete que va veloz, La Llacuna que agarra un montonazo, un primer paquete se sacude ciclistas como su cuñado la caspa cuando pide el tercer coñac. Loquísimo. Coronan... nada, unos cuarenta mozos. El líder, por ejemplo, va (casi) en solitario. Y la fuga sin hacerse. Por delante, ataques. Detrás hay gregarios que aprietan el culo para enlazar con los primeros. Qué carretera más chula, qué de zapatazos pegan algunos, qué bonito ha salido esto. Ataque y contraataque. Comienza la segunda subida, solo que la segunda subida comienza muchos kilómetros antes del comienzo oficial de la segunda subida. Terreno pestoso, le dicen los pros. “Otro repecho, no me jodas”, gemimos quienes no lo somos.

(Ah, para esto Carthy ya circulaba a un mundo. Terminó abandonando. Balcones y británicos... ya les dije que no podía salir bien).
Solo que luego... parón. Se hace fuga, se paran los mejores. Poncheras con agua fresca, mano al pinganillo para ver quién está y quién no, arrancadas de algunos, mirar a las cunetas de otros. Tregua. Queda tanto... Casi treinta tíos por delante. Gente de calidad. Bardet, que recupera de su caída. Elissonde, que no pilla bici de su talla. Kuss, que cuando debe trabajar tiene día malo y cuando se filtra en escapadas camina más que nadie. De la Cruz, Polanc, Sivakov, Vine, Haig, Großschartner y su acojonante apellido. También está Verona, así que tendrán ustedes una entrada to chula en su blog hoy. ¿Bidoneamos? Bueno, tampoco tiene pinta, porque la cosa va estable entre los dos y los cuatro minutos, pero no es plan de despistarse...

La sensación es de “lo que pudo ser esto, oiga”. Porque la cosa queda algo deslucida, y solo se busca hacer “la fuga de la fuga” (expresión acuñada por el mismísimo Calderón de la Barca), y detrás no les digo yo que sesteen, pero sí va la cosa mucho más tranquila de cómo empezó.

Ataque de Valverde

A cuarenta y cinco de meta Movistar prueba. Acelera Rojas, le sigue Valverde, luego entran Carapaz y Yates. Peligroso, el asunto. Kruijswijk intenta cazar (primera vez que le da aire en el morro desde 2016, más o menos. Luego Valverde pilla un bache, cae, se va ladera abajo. No mucho, tampoco, pero... Aturdido, toda la pinta de clavícula un poco así. Podía ser la última bala en Vuelta de Valverde (la primera fue hace diecinueve años) y se quedó allá, en una curva con baches por el puerto de El Collao. Kilómetros después se subió al coche. No abandonaba la carrera desde, sí, el año 2002...

(Luego Roglič tuvo que salir en primera persona a por López y Carapaz, porque si algo tiene este bendito deporte es que no para nunca. Después... reagrupamiento. Espadas en alto. Hay ganas, parece. No hay fuerzas en los equipos y hay ganas en los corredores. Situación inmejorable. Ah, por delante Sivakov hace cosas rarísimas, pero lo bancamos cantidad. Aquí siempre muy a favor de este tipo de chifladuras).

Calma chicha en adelante, pero cierta impresión de que tantas cosas, tanto ritmo, pues oigan... algo se debe notar. Por el último puerto (uno de esos con tramos donde lo mejor es bajarse de la bici, comer algo y leer un ratuco a Cortázar) ataca Verona, lo siguen Storer y Sivakov, que va jurando en tatarça, remata el australiano. Jovencillo, con moflete y cara de... en fin, de haberse llevado algunos vaciles gordos en el colegio, seguro que me entienden. Gran futuro, impactante victoria. Piernas y cabeza. Enhorabuena.

placeholder Instante de la séptima etapa. (EFE)
Instante de la séptima etapa. (EFE)



¿Y los grandes? Pues a lo suyo. Yates arranca, Roglič lo alcanza silbando una de Iron Maiden. A rueda todos los que (tipo arriba o abajo) pensamos que deben ir a esa rueda. Luego acelera López, decidido a ser el líder (de su equipo). Landa se queda, pero Landa es que... oigan, siempre se queda, así que sorpresas las justas. En fin. Bernal, Mas, Meintjes, de la Cruz, Vlásov. Los nombres empiezan a repetirse, y no es casualidad cuando ocurre. Ellos de la manuca en meta, el rojo que sigue sobre los hombros de Roglič. Etapa de doler las piernas, no se crean, pero final algo anticlimático. Primož sigue silbando.
Ahora toca Judas Priest.

Cuando algo está bien se dice, y no pasa nada. Sí, amigos, huyan de esos piltrafillas de la queja perpetua, el “todo mal” y “qué guay es odiar, pásame más ganchitos sabor glutamato naranja”. Durante un rato está bien (la pose, digo, los ganchitos no) pero a la larga se nos pone cara de Peter Panes anclados en la tardoadolescencia, el canallismo y la tontería. Añadan corte de pelo modo orinal volcado, mofletes de esos de “ven pacá, que te dé un beso la tía” y... hop, el perfecto ser odiante. Qué hartura. Qué cansancio.

Porque eso... a veces lo que toca es aplaudir bien fuerte. Agradecer. Quizá, con suerte, se tome nota y este tipo de asuntos vayan repitiéndose en el futuro. Hablo, claro, de la etapa de hoy, que no vean ustedes... menuda preciosidad. Tiradita a la perfección, mala leche por doquier, trampitas donde cazar osos, bisontes e incluso a Mazinger Z. Impecable, oigan, media montaña de libro. A ver, impecable-impecable igual tampoco, porque tenía varios defectillos, cosucas mejorables. La distancia, cómo no, porque 152 kilómetros es un poco meh. Carreteras que son alfombras a ratos, deliciosas para el cicloturismo pero rompiendo opciones de ver algo entre los pros. Hasta su situación en el conjunto de las tres semanas, porque este tipo de tinglados mejor más avanzado el asunto, por aquello de llegar con fuerzas bajo mínimos (aunque así hay menos posibilidades de bidonazo, ojo). En fin, cosas menores, y hemos tenido que buscar con lupa. Todo ello perdonable. Porque el recorrido... ay, el recorrido. Qué preciosidad, qué de cosas. Seis puertos. El primero, muy duro. El último también duro, tramitos imposibles y meta arriba. Entre medias... pues un poco de todo, como en botica. Rampones, subidas largas y tendidas, curvas. Bajadita, repecho, bajadita. Ni un metro llano. Mira qué pueblo tan cuco, se estrecha la carretera, mira qué de cruces. Allá arriba los bandoleros esperan para caer sobre nosotros. Emboscadas. No, sioux no hay, sioux son el domingo...

Alejandro Valverde
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