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Ansias, pelirrojos y Marlene Mourreau: Pogačar manda en el Tour
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Quinta etapa del Tour

Ansias, pelirrojos y Marlene Mourreau: Pogačar manda en el Tour

Pogacar le saca más de un minuto a sus principales rivales gracias a la victoria. Van der Poel conserva el liderato por ocho segundos

Foto: Van der Poel celebra el podio en la quinta etapa. (EFE)
Van der Poel celebra el podio en la quinta etapa. (EFE)

Los primeros días del Tour siempre son agitados, porque los primeros días de cualquier cosa siempre tienen ese je ne sais quoi que nos vuelve a todos locos. Tampoco deben tener muy en cuenta el asunto, ¿eh?, pues no son reflejo fidedigno de lo que vendrá después. Si a veces, en esos primeros días, algunos hasta fingieron que les gustaba el cine iraní o que odiaban el fútbol, qué es eso del fútbol, qué barbaridad para trogloditas el fútbol. Luego ya suaviza el tema. Y con el Tour lo mismo. No me saquen muchas conclusiones de lo que no es sino locura de fin de semana (largo).

Dos sprints y una crono. Así, de primeras. Solo que los resúmenes siempre esconden todo lo rico, y por eso usted suspendió aquel examen sobre El Quijote que le pusieron en COU (es viejo y fue a COU, querido lector, yo también, no pasa nada). Citar solo palabrejas nos hurta elementos decisivos. Diferencias ya grandes en la general, por ejemplo. Merced a las caídas, sobre todo.

Las caídas. A ver, cómo explicarlo... una psicosis. Que tú encendías la tele y no había más que velocípedos volando, y tipos con sus pieles por el suelo, y hasta esa cadena que ustedes saben (esa que solo habla de bicis cuando Belén Esteban le regala una eléctrica a su hija) sacó imágenes, porque el Tour nos importa una mierda, pero para el morbo sí que andamos sueltos. Y eso... palabras dichas con tono así, como de tragedia, ceños fruncidos (hay presentadores que cuando desfrunzan el ceño tendrán marcas que ni el Desfiladero de La Hermida), sensación de que hemos mandado a un puñado de jóvenes hasta Verdún, más o menos. Y, oigan, miren... pues no.

placeholder Wout Van Aert cruza la línea de meta. (EFE)
Wout Van Aert cruza la línea de meta. (EFE)

Ojo, se viene un torrente de opiniones en plan cuñado, cubatita entre los dedos, de alguien que jamás ha sido profesional y no sabe lo que es pedalear doscientos kilómetros bajo la lluvia (también les digo, si seguimos recortando recorridos algunos pros se retiran sin catar sensaciones). Advertidos quedan, es opinión y nada más, pero al menos se la voy intentar dar razonaduca. De primeras... oigan, es que caídas hubo siempre. La primera semana del Tour 97 fue una carnicería gorda, y en 1983 Perico Delgado llegó a la montaña a más de diez minutos. Vamos, que no es cosa nueva, lo que pasa es que ahora tenemos redes sociales, y todos nos quejamos, y cada cual mira por su favorito. Así que... tampoco acusen de asesina a la Grande Boucle (no, al menos, como era de asesina hace medio siglo, con etapas montañosas de 300 kilómetros). Pero volvamos a algo ya dicho... los favoritos. Ahora es que hay cien, y cada uno tiene sus propios intereses, y quiere defenderlos. Qué intereses son esos yo ya no sé, porque aquí hay gente luchando la posición para lograr, en el mejor de los casos, un honroso noveno en París. Sumen a eso que en nuestros días el líder va rodeado de seis gregarios (luego veremos qué hace el restante), que tú ves el pelotón y más que serpiente multicolor parece un jaspeado de tonos uniformes, porque cada sitio está cubierto por colores homogéneos. Juntitos hasta el final para ese noveno puesto. Y claro... no entran todos. ¿Más factores? ¿Recuerdan el octavo hombre? Sí, ese que no acompaña al líder. Pues es sprínter. Solo que sprínter, lo que se dice sprínter, sprínter de esos de esprintar en el Tour... pues hay cinco o seis. El resto, lo que antes llamábamos tipos rápidos. Rapiñar el quinto. Ellos también quieren ir delante, porque se ven con posibilidades. ¿De ganar? Al menos de sumar puntitos, que siempre alimentan. Y la carretera sigue siendo igual de ancha.

Más factores. El cómo se afrontan hoy las etapas llanas. Escapada consentida, pelotón que acelera al final (a veces apuran hasta la última recta, como con Van Moer). En pocas palabras... competitividad escasa. Donde antes había diez o doce equipos que buscaban agitar el avispero los primeros días para ver si caía algo, ahora hay diecinueve escuadras que tienen un velocista con capacidad para hacer entre los diez primeros y un líder que anhela el top 15. Y ahí se quedan. Si las etapas se disputasen de verdad, a cara de perro, no habría tantas fuerzas al final y seguramente la tensión iba a decaer. Pero (lean más arriba) los puntos mandan.

Antes minutos, ahora décimas

Ojo, puntos y recorridos. Antaño los Tours se jugaban por minutos (generalmente), así que perder diez segundines la primera semana pues era pena menor. Solo que ahora... ahora la cosa está a punto de medirse en centésimas, y nadie quiere marrar meses de entrenamiento (y tres concentraciones en el Teide) por no meter un poco el codo (él o su gregario) cuando quedan diez kilómetros. Quizá volver a etapas monstruosas en montaña y crono ayude, paradójicamente, a mejorar la seguridad en el llano. O igual es solo una idea de bombero.

Dos apuntes más. Las carreteras ya no son las que eran. Ni en un sentido ni en otro. Quiero decir... el asfalto es infinitamente mejor, y los caminos resultan (por lo general) mucho más seguros. Yo no creo que las sendas bretonas de estos primeros días sean trampas mortíferas, como se ha llegado a leer por ahí. Carreteras secundarias, sí, como toda la vida fueron en este bendito deporte. Las autopistas son más cómodas, claro, y también matan el espectáculo, el ciclismo y casi a la Vuelta a España hace unos quince años, así que... por mí que no vuelvan. Otra cosa son pueblos y ciudades, donde cada vez hay más rotondas, más medianas, más pasos de cebra, bordillos y demás. Pero eso es una evolución urbanística, y no creo que el Tour de Francia pueda exigir que se detenga el progreso. Entonces, dos opciones... o sacamos las metas de los centros y las ponemos en polígonos industriales y sitios de similar catadura... o aceptamos que esa peligrosidad va a existir.

La segunda cuestión... algunos ciclistas han dicho que lo ideal en estas jornadas sería tomar los tiempos no a tres kilómetros de meta, sino a siete o diez. Incluso algún youtuber con coulotte abogaba porque estos días llanos directamente no contasen para la clasificación general, porque el maillot a la mayor barbaridad siempre está competido y has de hacer méritos desde muy pronto. Yo no creo que arreglase nada, más allá de adelantar los nervios unos miles de metros. Vamos, que los límites deben de ser precisos, como la mayoría de edad, y si a usted le quedan veinticuatro horas para los dieciocho pues... Aquí lo mismo. No se busca adelantar tensiones, sino eliminar peligros.

placeholder Dylan Teuns, en acción durante la quinta etapa. (EFE)
Dylan Teuns, en acción durante la quinta etapa. (EFE)

Y eso es, me temo, imposible. Relean todo lo anterior... no hay ni una solución clara. Bueno, sí, dos que deben regir siempre el desempeño en la competición. Por parte del organizador, evitar riesgos innecesarios (esas llegadas en curva, esos sprints en ligera bajada) para lo que ya de por sí es una actividad arriesgada (remirarse el concepto global de carrera en base a lo que dijimos más arriba tampoco estaría mal). Y por los ciclistas... en fin, no incrementar peligros inherentes con actitudes poco recomendables (los dos últimos kilómetros del otro día entre Sagan y Ewan...), y ser conscientes de que, a veces, cien tíos no entran en la misma fila, y que a lo mejor es preferible frenar. Ya sé que es difícil, pero...

Ah, y a los periodistas... no fliparse tanto, que caídas, montoneras y nervios hubo siempre, que no estamos inventando el ciclismo, coño. No hagan cualquier cosa por un like.

Entonces... deporte. Victoria para Merlier, que fue lanzador de van Aert en ciclocross y ahora se está componiendo un palmarés cuco en carretera. Y victoria para Cavendish. Que esto también... se pone cerquita de Merckx, amigos, en parciales ganados por Francia. A ver, nunca se acercará al belga, pero ese récord... Es un poco como si el cuadro más caro de la historia pasase de ser obra de Picasso a estar pintado por Marlene Mourreau. En fin, Pablo siempre tendrá más peso en el Arte (al menos por ahora, Marlene está empezando y puede sorprendernos) pero ciertos hitos escuece perderlos. Está feo desear que alguien no gane, pero es por fuerza mayor. Cavs, colega, tiendes a caerme bien, pero ya... una etapita es más que de sobra, que el año pasado te ibas a retirar, que vas cubierto. Invítame a Man, que parece bonito, pero no levantes más los brazos, por favor. Atentamente. Marcos Pereda.

1934, primera crono

Y luego la crono. Ay, la crono. Estamos gruñones hoy, pero es que la crono. Veamos, la primera contrarreloj en el Tour tuvo lugar allá por 1934. En Nantes, miren ustedes qué casualidad. Ganó Antonin Magne, al que llamaban taciturno e iba siempre con boina. Todo un carácter. Ah, noventa kilometritos. Cinco años después hay otra, más breve, pero que consistía en subir y bajar el Col de l´Iseran, una monstruosidad que corona a 2770 metros, muy cerquita del cielo (esta imagen seguro que nunca la usó nadie antes). La famosa de Luxemburgo que ustedes tanto recuerdan, se fue a los sesenta y cinco kilómetros.

Veintisiete tuvo esta. Por volver a Indurain, en 1993 el Giro le preparó un trazado para ponerle las cosas lo más difícil posible. Para ello redujo hasta el máximo que se consideraba permisible la crono llana. Una sola (la otra fue cronoescalada hasta Sestriere), con final en Senigallia. Aquel engendro, apenas prólogo (decíamos en tiempos) sumó veintiocho kilómetros. Ya ven, las risas. Se apuntó en otras ocasiones que esto de humanizar recorridos a la baja suele dar malos resultados, porque a menos diferencias en crono menos necesidad de ataques por las cumbres, y a menos necesidad de ataques menos ataques (porque tenemos casta, pero no somos tontos), y a menos ataques menos espectáculo, y etcétera. Cosa sabida, pero... parece que la tendencia ha venido para quedarse, al menos por un tiempecito. Solo queda penar...

Y verlo con interés, claro. Las cronos son bonitas, estéticas. Quizá no tienen ese punto de tremendismo épico que te regala el Tourmalet, por ejemplo, pero reúnen otros atractivos. La certeza de que habrá distancias entre los buenos, por ejemplo, aunque sean pocas. Sumen a eso los tiempos perdidos (tampoco estamos tan lejos de los sitios donde pastaba Charlie Swann) y pueden ver que era cosa trascendente...

En teoría... todo para Jumbo. Roglič recuperando segundos y siendo el mejor de los favoritos, Wout van Aert ganando la etapa. Amarillo para el belga, Vingegaard premio al mejor traje de baño. Albricias y zapatetas. Solo que la realidad es tozuda, y a Jumbo parece haberle mirado un tuerto (o un calvo, como acabó Primož en La Planche des Belles Filles), y la cosa se jodió casi desde el principio.

Por su culpa, principalmente.

Tadej Pogačar calza 22 añitos y cara de pillo. Es, además, pelirrojo. Pero pelirrojo estilo Oliver Kahn, no pelirrojo estilo Ed Sheeran. Seguro que me entienden. Fiereza y determinación más que abrazabilidad y aspecto de tortitas un domingo por la tarde. En fin, que el chico lo volvió a hacer. ¿Quedaron sorprendidos en los Vosgos? Pues esto es aun más epatante. Porque miren su cuerpín. Esos brazucos, esas piernas de alambre. Y, a la hora de la verdad... Stefan Küng (bigardo suizo por encima del metro noventa, uno de esos que entra en los bares y no necesita pedir, con mirar al camarero éste ya va poniendo las copas) esperaba en lo que llaman (horrible nombre) “la silla caliente”, y según llegaba el esloveno joven se le iba poniendo rostro de cornudo en “La isla de las tentaciones”. Mira Stefan, lo siento, pero tenemos más videos que enseñarte. Al final se fue, porque aquello era demasiado, el gesto entre serio y malhostiado, menuda pérdida de tiempo, macho.

placeholder Julian Alaphilippe, instantes antes de cruzar la meta. (EFE)
Julian Alaphilippe, instantes antes de cruzar la meta. (EFE)

Tiempo perdieron también todos los rivales de Pogačar. ¿Redondeando? En la general a minuto y cuarenta y cinco segundos, milésima arriba o abajo. Lo perdió Roglič, y Carapaz, y Thomas, también Urán, Alaphilippe o Gaudu. ¿Los Movistar? Pues Mas mal y MAL no da más. O así. Ah, el líder sigue siendo van der Poel, que se defendió cojonudamente (demostrando, ya que estaba, que cuando no rinde en la disciplina es porque no le sale de las narices sufrir).

Buena noticia para Pogačar, seguramente. Otra. Porque su equipo es débil, y parece (a priori) un poco el ejército de Pancho Villa. Vamos, que a Rui Costa quiero verlo yo dejándose la piel por nadie (por nadie que no sea Rui Costa, digo). Así que descargar responsabilidades siempre es interesante. Con todo... no se engañen, jaune de Eslovenia, y se llama Tadej. El mejor contra el crono, el mejor, presumiblemente, cuesta arriba. Veremos cómo andan las ambiciones ajenas para bajarlo de ese trono, que hoy todo son tambores de guerra y para el finde ya me veo yo a algunos salvando el sexto de la general (y la clasificación por equipos, muy importante).

Hasta entonces... el chico disfruta.

Menuda bestia.

Los primeros días del Tour siempre son agitados, porque los primeros días de cualquier cosa siempre tienen ese je ne sais quoi que nos vuelve a todos locos. Tampoco deben tener muy en cuenta el asunto, ¿eh?, pues no son reflejo fidedigno de lo que vendrá después. Si a veces, en esos primeros días, algunos hasta fingieron que les gustaba el cine iraní o que odiaban el fútbol, qué es eso del fútbol, qué barbaridad para trogloditas el fútbol. Luego ya suaviza el tema. Y con el Tour lo mismo. No me saquen muchas conclusiones de lo que no es sino locura de fin de semana (largo).

Tour de Francia Enric Mas