Valverde engrosa su palmarés mientras busca la manera de ganar un oro
El ciclista murciano logró el bronce en los mundiales de Ponferrada. Es la sexta medalla (2 platas y 4 bronces) mundialista. El oro sigue siendo la asignatura pendiente
En los días previos al evento, la cautela se apoderaba del ambiente. Lo de elucubrar gratuitamente, más aún tras el varapalo del año pasado, quedó demostrado que no es sano. Valverde asumía el reto, pero de sus palabras se desprendía un angustioso conformismo. "Lo intentaré, y si no se puede ser, pues nada. He estado tan cerca que si no lo gano te quedas un poco triste, pero contento con el palmarés". Un palmarés que sigue engrosando pero al que le falta la presea de oro. Del mismo modo, para no dar pie a una absurda lucha de egos entre los ‘gallos’ del corral, el seleccionador, Javier Mínguez, quiso dejar claro que el incuestionable jefe de filas era Valverde. “No habrá problemas de protagonismo porque las funciones quedarán claras. En los últimos momentos Valverde es más candidato que ‘Purito’, y ambos los saben", comentaba el preparador, un hombre que pese a los impagos (se le adeudan dos años) sigue al pie del cañón.
Había llegado el momento. Parecía la ocasión perfecta para acabar con una sequía de triunfos que ha asolado al ciclismo patrio en la última década. Desde que Óscar Freire ganó en Verona su tercer oro en 2004, los nuestros han visto vetado el acceso al escalón más alto del podio. Pero se nos olvidó que nunca sale el arcoíris para Alejandro Valverde. El pasado domingo, el ciclista murciano volvió a dejar escapar una oportunidad idónea para colgarse por fin la ansiada medalla de oro. Al final, como le suele pasar en los mundiales, tuvo que conformarse con una medalla de bronce, la cuarta de este metal y la sexta (dos platas) en total.
"Viendo cómo era el circuito y estando todos los sprinters ahí era muy difícil conseguir medalla. Le hemos echado valor, arranqué donde tenía en mente y perdí por muy poco la plata", comentaba tras completar las 14 vueltas al circuito de 18,2 kilómetros (254,8 kilómetros en total) previsto en Ponferrada, ciudad encargada de acoger los mundiales de ciclismo en carretera. La gloria fue para el polaco Michal Kwiatkowski. El joven ciclista del Omega evidenció que la receta del éxito no incluye los términos contemporizar ni sestear. Desade el principio, el ciclista del Omega puso a sus compañeros a trabajar para un hombre que en las quinielas aparecía al final de la terna de favoritos. España, testigo directo de la trama, sólo se animó a endurecer la prueba cuando quedaban dos vueltas para el final.
Y en el último giro por la capital de El Bierzo llegó el golpe. Todo el grupo de cabeza estaba arremolinado, con rostro compungido mientras afilaban sus colmillos para atacar en la ascensión a El Mirador, a cinco kilómetros de la meta. Entonces, Kwiatkowski, astuto como ninguno, subvirtió el orden establecido para sorprender en el descenso de Confederación, la penúltima cima de la ruta. Los gregarios españoles se afanaron en descolgar a la nómina de velocistas acomodados ante la inoperancia de los escaladores. Luego llegó ‘Purito’ a 100 metros de coronar el repecho, no con el objetivo de revivir fantasmas del pasado, sino con el de allanar el terreno al jefe. El murciano respondió y se llevó a rueda a una panda de parásitos muy peligrosos: Gerrans, Gallopin, Gilbert, Van Avermaet o Breschel. Por delante, el polaco de 24 años seguía a lo suyo y coronaba las últimas cuestas con diez segundos de ventaja respecto al grupo que le perseguía a la desesperada.
Una exigua distancia que exprimió hasta la agonía en un vertiginoso descenso. Cuando por detrás se dieron cuenta de que habían perdido la opción de hacerse con el maillot arcoíris y la medalla de oro, fueron preparándose para la consolación de la plata y el bronce. Valverde maldecía por enésima vez mientras figuraba agazapado en el grupo. Había que intentarlo. Tras vigilar los movimientos de unos rivales más veloces en las llegadas apretadas, se lanzó a esprintar por el centro para acabar rozando la rueda de la bala australiana que es Simon Gerrans. Un metal amargo. El español erró por partida doble: atacó demasiado tarde y no hubo comunicación ni piernas para que los peones cogieran al insolente Kwiatkowski.
Una carrera entre la mala suerte y las malas decisiones
Aunque el mérito que tiene conseguir seis metales mundialistas durante a lo largo de once años (plata de 2003 al bronce de 2014), echando la vista atrás nos encontramos con una carrera (al igual que en el Tour y en La Vuelta) plagada de dudas en la que Alejandro Valverde no siempre ha optado por tomar las mejores decisiones. Si a ello le unimos el habitual desplante de la diosa fortuna en los momentos más complejos, nos juntamos con un rosario de lamentos que todavía pesan sobre su espalda. Un doloroso ‘what if’ que ha llevado al ciclista de Las Lumbreras a no gozar del reconocimiento que merece. Y eso que inició su camino sin miedo a nada y con alguna grata sorpresa. En 2003, en Hamilton, Igor Astarloa dio la campanada con un ataque en la última vuelta para hacerse con el penúltimo oro en un Mundial. Aquel día, Valverde se coló en un grupo de perseguidores a los que terminó destrozando en el sprint.
En 2005, durante su primer año en el Illes Balears-Caisse d'Epargne, equipo surgido del extinto Banesto, llegó al Mundial de Madrid y pescó una plata sorprendente. El trazado madrileño, completamente llano, no favorecía a las características del combinado español tras la ausencia de Freire, la principal baza al sprint. Sin embargo, cuando nadie lo esperaba, apareció de la nada, esprintó y acabó lamiendo el sillín de un consagrado especialista como Tom Boonen. Al año siguiente, en Salzburgo, tuvo lugar la primera gran desilusión. Samuel Sánchez propinó una violenta dentellada al pelotón para evitar una llegada masiva. Junto a él, saltaron Paolo Bettini, Erik Zabel y Alejandro Valverde. Sin embargo, cuando el por entonces ciclista de Euskaltel lanzó el sprint, Valverde no pudo superar al italiano y al alemán. Una estrategia suicida viendo los dos huesos con los que había que velar armas.
Seis años tuvieron que pasar para que Valverde regresara al podio. Arrancaba un trienio de reproches que se saldaría con tres bronces. En 2012, en el Mundial de Valkenburg Freire se retiraba del ciclismo profesional criticando el trabajo de Valverde. El santanderino le echaba en cara al murciano no estar donde se le requería cuando Gilbert atacó en la última subida al Cauberg. Valverde tiró lo que pudo y acabó tercero, por detrás del belga y del noruego Boasson Hagen. En 2013, en Florencia, las lágrimas de ‘Purito’ y el penúltimo bronce para Valverde. A dos kilómetros de la línea de meta, el catalán pedaleaba con fuerza, consciente de que la gloria estaba cerca. Por detrás, Valverde contenía a Nibali, exhausto, y a un perro viejo llamado Rui Costa. En la última subida a Fiesole, ‘Purito’ había asestado el que parecía iba a ser el estacazo definitivo. Entonces llegó la tragedia. El exceso de confianza de Valverde dejó en bragas a su compatriota. En una curva aparentemente inofensiva a 1,5 kilómetros del final, el murciano del Movistar, pensando que la ventaja era suficiente, dejó coger unos metros al portugués que serían definitivos. A sus 34 años, y tras una nueva decepción, su particular búsqueda del dorado continúa.
En los días previos al evento, la cautela se apoderaba del ambiente. Lo de elucubrar gratuitamente, más aún tras el varapalo del año pasado, quedó demostrado que no es sano. Valverde asumía el reto, pero de sus palabras se desprendía un angustioso conformismo. "Lo intentaré, y si no se puede ser, pues nada. He estado tan cerca que si no lo gano te quedas un poco triste, pero contento con el palmarés". Un palmarés que sigue engrosando pero al que le falta la presea de oro. Del mismo modo, para no dar pie a una absurda lucha de egos entre los ‘gallos’ del corral, el seleccionador, Javier Mínguez, quiso dejar claro que el incuestionable jefe de filas era Valverde. “No habrá problemas de protagonismo porque las funciones quedarán claras. En los últimos momentos Valverde es más candidato que ‘Purito’, y ambos los saben", comentaba el preparador, un hombre que pese a los impagos (se le adeudan dos años) sigue al pie del cañón.