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Los políticos, cuanto más lejos de Madrid 2020, mucho mejor
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LA CORRUPCIÓN, EL PUNTO NEGRO

Los políticos, cuanto más lejos de Madrid 2020, mucho mejor

Madrid ha cambiado la orientación de la candidatura con respecto a las dos anteriores. La ha enfocado hacia el deporte y con escasa presencia política

Foto: Ana Botella, la política que ha tenido mayor relevancia. (EFE)
Ana Botella, la política que ha tenido mayor relevancia. (EFE)

Los allí presentes y los que estábamos pendientes de todo lo que ocurría en Copenhague nos quedamos boquiabiertos. El famoso Air Force One aterrizaba en la capital danesa, para, momentos después, aparecer el mismísimo Barack Obama. El mundo se paró, pero el movimiento olímpico, no. Los tertulianos de turno daban por segura la victoria de Chicago en la carrera por 2016. Los analistas olímpicos, no. Quería impresionar, pero fracasó estrepitosamente. Horas después, ya sin focos ni flashes, Obama regresaba y, junto a él, la candidatura de Chicago, primera eliminada de la votación de hace cuatro años. El olimpismo volvió a emitir, otra vez, una clara señal de que no quiere injerencias políticas, que los cinco anillos tienen sus propias normas y maneras de hacer las cosas.

Cuatro años después, Madrid ha tomado nota y la candidatura, por deseo de Alberto Ruiz-Gallardón, cambió su orientación hacia el deporte. Los políticos apenas han aparecido en escena a excepción, como es lógico, de Ana Botella, alcaldesa de la capital de España, que siempre se ha quedado en un segundo plano y con menos protagonismo que el que tuvo el actual ministro de Justicia. Además, todo el mundo es consciente de que la gran lacra que persigue la candidatura de Madrid, una vez que el fantasma del rescate ha desaparecido, ha sido y es la corrupción política. La orden ha sido clara: "Los políticos, cuanto más lejos, mejor". Y han tomado nota de la sugerencia.

Mariano Rajoy aparecerá por Buenos Aires en la mañana del sábado, horas antes de la votación. Cierto es que llegará procedente de la reunión del G20, pero sus apariciones de apoyo a la candidatura han sido contadas. Los ministros Margallo, Wert y Soria, Exteriores, Cultura y Deporte y Turismo respectivamente, son los que se dejarán ver en las horas previas a la elección de la sede olímpica. Como el que no quiere la cosa, la clase política, tan señalada en los últimos meses en España, ha pasado a un segundo plano por obra y gracia de los movimientos estratégicos de la candidatura.

Durante los meses de junio y julio especialmente, con el caso Bárcenas en su apogeo, cada aparición de un dato nuevo de corrupción, cada gesto, cada SMS, cada aparición por el juzgado... eran como pequeños pellizcos que se recibían en la sede de la calle Mayor. Cruzaban los dedos para que ese trabajo que se ha hecho en búsqueda de esos 50 votos que dan los Juegos a la primera no fuera más allá de nuestras fronteras o se quedara en fuego de artificio.

El otro gran reto de la candidatura ha sido el de hacer ver a los miembros del COI que esas imágenes de pobreza máxima, que en los últimos años han querido identificar con España, no se corresponden con la realidad de un país que está atravesando un momento complicado en lo económico, pero que la situación no ha llegado a ese extremo. La misión no ha sido sencilla, pero los miembros del COI vuelven a hablar de un país solvente o por lo menos del establecimiento de unas bases fundamentales para que el Estado de bienestar no corra peligro, tal y como han querido hacer ver en ocasiones.

Los allí presentes y los que estábamos pendientes de todo lo que ocurría en Copenhague nos quedamos boquiabiertos. El famoso Air Force One aterrizaba en la capital danesa, para, momentos después, aparecer el mismísimo Barack Obama. El mundo se paró, pero el movimiento olímpico, no. Los tertulianos de turno daban por segura la victoria de Chicago en la carrera por 2016. Los analistas olímpicos, no. Quería impresionar, pero fracasó estrepitosamente. Horas después, ya sin focos ni flashes, Obama regresaba y, junto a él, la candidatura de Chicago, primera eliminada de la votación de hace cuatro años. El olimpismo volvió a emitir, otra vez, una clara señal de que no quiere injerencias políticas, que los cinco anillos tienen sus propias normas y maneras de hacer las cosas.

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