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Paula Modersohn, la artista irreverente que escandalizó a la puritana Alemania
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estreno el viernes 26 de mayo

Paula Modersohn, la artista irreverente que escandalizó a la puritana Alemania

Murió sin el reconocimiento de sus coetáneos, a pesar de ser una pionera del Expresionismo. Rilke y Vogeler reivindicaron la obra de esta artista libre y transgresora

Foto: Carla Juri interpreta a la pintora expresionista Paula Modersohn-Becker
Carla Juri interpreta a la pintora expresionista Paula Modersohn-Becker

¿Qué crees que es mayor, mi falta de disciplina o mi talento?”, le pregunta con descaro Paula Modersohn-Becker a su profesor de arte, que no es otro que el ínclito Fritz Mackensen, considerado por sus contemporáneos como un tótem del Art Nouveau alemán. Como respuesta, un empujón y la expulsión de una fiesta en la que la crème de la crème del arte germano -Rilke, Otto Modersohn y Heinrich Vogeler, entre otros- celebra la excelencia de su creación.

Este fue, en líneas generales, el sino de Modersohn-Becker: incomprendida, vapuleada y frustrada por la falta absoluta de reconocimiento. A lo largo de su vida no vendió más de cinco cuadros y en su primera exposición en un museo de Bremen se convirtió en el hazmerreír de los artistas de la muestra. "Sólo hay que esperar a que llegue la suerte", se consolaba en una carta a su hermana. Pero en una época en la que la mujer sólo podía posar como modelo o sujetar la paleta de los pintores, sus contemporáneos simplemente ignoraron -y se mofaron- de lo vanguardista de su técnica y de su visión. Sólo Rilke y Vogeler tuvieron el olfato suficiente -y la falta de prejuicios- para intuir la valía de la que hoy está considerada como una de las representantes más prematuras del Expresionismo. 140 años después de su nacimiento, la película 'Paula', del director Christian Schwochow, reivindica la figura de una mujer que sólo encontró el reconocimiento después de muerta y que se convirtió en la primera mujer de la historia del arte con un museo dedicado exclusivamente a su obra.

Modersohn-Becker murió el 20 de noviembre de 1907 a los 31 años por una embolia pulmonar a raíz del parto. Detrás de sí dejó alrededor de 750 pinturas y un millar de dibujos como testimonio de una técnica tosca y primitiva -"quiero pintar sencillo", le confiesa a Rilke; "quiero escribir sencillo", le contesta el poeta-, heredera del Romanticismo pero maridada con las nuevas corrientes postimpresionistas que conoció en sus viajes a París. En un extraño presagio, la pintora había escrito siete años antes en su diario "Sé que no voy a vivir mucho tiempo. ¿Pero esto es algo triste? ¿Una fiesta es mejor porque dura más tiempo?". Sin embargo, probablemente al sentir que su obra quedaría incompleta, sus últimas palabras fueron, según la biógrafa Ellen C. Oppler, "¡Qué lástima!".

En sus comienzos como pintora en la comuna de artistas de Worpswede, cerca de Bremen, donde con 24 años empezó a recibir clases de Mackensen, su trazo fuerte y rudimentario y su heterodoxia chocaron con el leitmotiv de la época: "la labor de un pintor es la de retratar la naturaleza exactamente como es". Para Modersohn-Becker -entonces sólo Becker- la libertad debía ser absoluta, reivindicando la pintura como una forma de expresión en la que la labor del artista no era copiar, sino transmitir una visión propia: "Sed idealistas hasta la senectud. Idealistas que encarnan una idea. Entonces habréis vivido". Muchos -entre ellos su profesor- la veían sin embargo como una niña mimada con posibles económicos que sólo pintaba para pasar el tiempo antes de casarse o encontrar un trabajo 'de verdad' como gobernanta o profesora. "Las mujeres nunca concebirán nada creativo, aparte de hijos", le espeta Mackensen en la película.

"Las mujeres nunca concebirán nada creativo, aparte de hijos", le espeta Mackensen en la película.

Precisamente, el director Christian Schwochow resalta en 'Paula' la lucha de aquellas mujeres artistas que, a pesar de formar parte de ambientes liberales, sufrieron la cerrazón y el menosprecio de una tradición que las relegaba al papel de esposas y madres y que se enfrentaban, en el caso de desobedecer, a la posibilidad de acabar encerradas en el frenopático. En el mejor caso, acababan relegadas a tareas menores -como en el caso de su amiga Clara Westhoff, que trabajó como mezcladora en el taller de Rodin en París- a la sombra de quieres sí eran reconocidos por sus coetáneos.

Y es curioso como Schwochow -sin salirse de la ortodoxia prototípica de los biopics alemanes- se mimetiza con los cambios de estilo de la obra de Modersohn a medida que avanza la historia: en un comienzo recurre a los paisajes románticos que enamoraron a la pintora y la llevaron a quedarse en Worpswede para ir endureciendo la textura, el color y la iluminación de la película al ritmo con el que Modersohn va acercándose al Expresionismo. "Quiero que los colores intoxiquen con plenitud, excitación y poder. Intentando olvidar el Impresionismo, lo quise conquistar. En el proceso, fui conquistada". Esta transformación acompaña también el sentimiento de la retratista y paisajista respecto a su vida y su pasión: el idealismo que provoca en ella su matrimonio en 1901 con Otto Modersohn y la materialización de la posibilidad de convertirse en pintora profesional, a lo que sigue el desencanto de no conseguir ganarse la vida como tal, de ver cómo su matrimonio no acaba de funcionar y de sentir cómo la Worpswede se quedaba demasiado pequeño para sus aspiraciones.

Foto: 'Bodegón con flores, copa de plata dorada, almendras, frutos secos, dulces, panecillos, vino y jarra de peltre', Clara Peeters (1611) (Museo Nacional del Prado)

Porque, a nivel más personal, el cineasta describe la vida de la artista como una existencia que pivota alrededor del concepto de frustración: primero por la incapacidad de conseguir el aplauso ni de los compradores ni de sus compañeros y, segundo, por no poder sentirse plenamente satisfecha con su sexualidad debido a la falta de encuentros carnales con un marido que -qué ironía de la historia- tenía miedo de dejarla embarazada y que muriese en el parto "como le pasó a Saskia, la mujer de Rembrandt".

Describe la vida de la artista como una existencia que pivota alrededor del concepto de frustración

Esa frustración fue precisamente la causa de que Modersohn hiciese las maletas y se marchase a París, en contra de la volutad de su marido. Y allí, precisamente, y gracias a la influencia de la obra de Cezánne y Gauguin, entre otros, su estilo evoluciona alejándose de cualquier convención que hasta entonces la ataba a la ortodoxia de Worpswede. 'Paula' tampoco evita retratar a Otto como un hombre profundamente enamorado de su esposa y a Paula como un alma libre -aunque dependiente económicamente, puesto que una vez separados sigue pidiéndole dinero- obsesionada por la pintura y ambiciosa en relación a su trascendencia. Polémica, si empezó retratando los cuerpos y los rostros de proscritos y gente de los bajos fondos, acabó convulsionando a la puritana sociedad germana con un autorretrato en el que aparecía desnuda y embarazada.

Lamentablemente, en el momento de su muerte, todavía no había conseguido su máximo anhelo. "Madre", escribiría, "el alba ha roto en mí y puedo sentir que el día se aproxima. Algún día seré alguien. Si sólo hubiese podido demostrarle a padre que mi vida no ha acabado en aguas turbulentas, en elgo sin sentido; si sólo hubiese podido devolverle algo por la parte de sí mismo que plantó en mí! Siento que se acerca el momento en el que ya no tenga que avergonzarme y quedarme callada, sino que sienta con orgullo que soy una pintora".

¿Qué crees que es mayor, mi falta de disciplina o mi talento?”, le pregunta con descaro Paula Modersohn-Becker a su profesor de arte, que no es otro que el ínclito Fritz Mackensen, considerado por sus contemporáneos como un tótem del Art Nouveau alemán. Como respuesta, un empujón y la expulsión de una fiesta en la que la crème de la crème del arte germano -Rilke, Otto Modersohn y Heinrich Vogeler, entre otros- celebra la excelencia de su creación.

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