Es noticia
La escritora de culto que retrata la España de la fiesta y el cutrerío (y debes leer)
  1. Cultura
Entrevista

La escritora de culto que retrata la España de la fiesta y el cutrerío (y debes leer)

Esther García Llovet lleva ya nueve novelas. La última, 'Los guapos', retrata a un grupo de vivalavirgen que se quieren hacer ricos con unos círculos que parecen hechos por extraterrestres. Así es la España de sus libros

Foto: Esther García Llovet en el escritorio de su casa. (A. B.)
Esther García Llovet en el escritorio de su casa. (A. B.)

Esther García Llovet (Málaga, 1963) es una escritora que, con sigilo —se agradece— ha publicado ya nueve novelas. Empezó en 2003, con 40 años, y desde entonces han ido llegando a las librerías estas pildoritas —siempre son novelas cortas, y también se agradece— plagadas de personajes estrambóticos, marginales, vivalavirgen en muchos casos, como ella misma los define, que habitan una España rara, surrealista, muchas veces cutre, pero también muy nuestra y fácilmente reconocible.

La última es Los guapos (Anagrama), que no va de guapos, y sí de un grupo extraño que avista círculos que parecen hechos por extraterrestres en el camping del Saler de Valencia. Forma, junto a Spanish beauty, y la que venga, de la trilogía del Este —después de la que ya hizo sobre Madrid— y destila ese humor tan de la casa, tan de gracieta con el lenguaje, que es tan español. Sus novelas son humorísticas y eso es algo que hoy no es tan fácil de leer, y también es digno de agradecer.

Recibe a El Confidencial en su nueva casa de La Prospe, que tiene una estantería de libros de esas que te dejan con los ojos abiertos, y hablamos de todo, desde esta última novela a su relación con el mundillo literario. Siempre en los márgenes.

PREGUNTA. Mientras leía Los guapos, no sabía bien qué estaba leyendo… absurdo, ciencia ficción, novela negra, una mascletá…

RESPUESTA. Los guapos es un título que yo no tenía pensado. Me gusta cuando todo va a su bola. ¿La gente cree que voy a hablar de guapos? Pues no. ¿Iba a ser de ciencia-ficción? Tampoco. A mí me pasó que estaba en el Saler con un amigo fotógrafo. Y me quedé flipada porque el sitio me gustó muchísimo. La segunda vez que volví me metí en un camping. El mundo camping a mí me gusta. Me gusta mucho esta cosa de gente que pensaba que iba a estar de paso, pero luego no se ha quedado de paso porque no puede ir más allá. Y si sale de ahí probablemente sea para ir a un sitio peor. Esta gente que está de paso me gusta mucho. Y todo el tema de la ciencia ficción yo no lo sabía. No sabía que iba a aparecer un fantasma, sino que el fantasma se apareció él solo.

P. ¿Te pasa eso mucho con tus novelas?

R. Sí, y además me gusta que me pase porque, si no, me aburro mucho. Me gusta que la novela me sorprenda. En la que estoy acabando ahora, que me queda muy poco, había una hermana gemela que yo no sabía por qué estaba, y de repente la novela me ha dicho: 'Tiene que estar desde el principio', y ahí está. Y es así, de repente tienes un personaje al que no estabas prestando atención y empieza a hacer cosas maravillosas. Eso me gusta.

P. Lo que sí me he dado cuenta es de que en tus novelas aparecen muchos listillos.

R. Sí, pero me caen bien. Son listillos que se buscan la vida. Son caraduras, vivalavirgen. Yo intento que todo el mundo caiga bien, que a todos se les pueda perdonar algo. Es verdad que hacen cosas que no son del todo legales, pero por eso me gustan. Me gusta que anden por sitios que no somos capaces de definir muy bien.

placeholder Foto: A. B.
Foto: A. B.
placeholder Foto: A. B.
Foto: A. B.

P. Esta novela parte forma parte de la trilogía del Este. El Levante, Valencia… Mientras la leía me estaba pareciendo muy valenciana. Le pasa como a Spanish beauty, que transcurría en Benidorm. Tiene pirotecnia y algo muy loco.

R. Sí, a ver están las fallas, la ruta del bacalao… Algo tendrá el agua de Valencia para hacer paella [risas]. A mí me parece gente muy peculiar, pero no les gusta que se lo digan. Sé que no gusta que yo diga que son raros. Bueno, es una valoración mía que seguramente no tenga nada que ver con la realidad. Pero a mí me gusta mucho Valencia. Después de estar en el Saler, he vuelto y ahora voy a volver. He ido como seis veces en un año. Me fascina lo loco que es ese paisaje. La playa es un pasote. Y la albufera detrás. Hace poco me dijeron que el agua de la albufera se parece mucho a la de Holanda porque el agua dulce refleja la luz de una forma distinta a la salada. La salada tiene cristales de sal. Por eso la forma de reflejar el agua se parece a la de Holanda. Y eso me gusta mucho.

P. Y la locurilla.

R. Sí, además es que no sabes nunca del palo que van, y ese es el encanto que tienen.

P. En esta novela quieren montar un festival, que es una cosa muy de nuestros tiempos: dinero rápido, turbocapitalismo a tope.

R. Exacto. Este tío [el protagonista] lo que quiere es salir del agujero y dice: 'Aquí montamos un festival'. Como si hubiera pocos. Si ahora hay miles de raves, lo que pasa es que como muchas no son legales…, hay miles de las que nos enteramos cuando aparecen al día siguiente porque ha aparecido la Policía y llevan ya cuatro días. Ahora, ¿pasta se saca? Yo creo que no, porque la gente que va a las raves no tiene dinero para gastar alegremente. Hay un documental que se llama Fyer, que se les fue a la mierda y no les salió nada… Luego está el Burning Man, que ya no es lo que era, pero a mí me hubiera gustado ir. Yo escribí un artículo sobre el Burning Man en el que sale un amigo con el que hice la sesión de ayahuasca que aparece al principio del libro. Porque yo estuve en una sesión de ayahuasca.

P. Anda. ¿Y cómo fue?

R. Yo no me llegué a atrever… Pero estuve viéndolo porque estaba escribiendo un libro sobre el LSD y sobre las drogas. Y pienso seguir escribiéndolo. A mí me dieron otra cosa que te deja medio medio, y fue superintenso porque a mí me parecía que habían pasado cuatro horas y fueron como nueve. Pero yo estaba ahí y lo veía todo, cómo la gente vomita… Además la forma de vomitar es muy impulsiva, como agua líquida. Y no olía a nada. Fue movidito.

P. La verdad es que, leyendo tus libros…, España es fiesta, drogas, trapicheos, nocturnidad, pícaros. ¿Es así España para ti?

R. Eso es España para mí y para todos los españoles. Luego yo si bebo, bebo whisky porque la cerveza y el vino me dan sueño, pero ahora soy poco fiestera. Antes sí. Me gusta no tanto la fiesta como el trasnochar. Me gustan las horas que no son las de siempre. A veces me despierto a las cinco de la mañana, me pongo las zapatillas y me voy a la calle. Me gustan las horas que no son las productivas del día.

P. ¿Y eso cómo casa luego con escribir?

R. Es que no trasnocho mucho… Además, tampoco escribo mucho [risas]. Escribo una página al día en una hora y media como mucho. Si pones una tipografía grande te parece que vas muy rápido y entonces te animas.

P. Nos estamos riendo y lo cierto es que en tus novelas también hay mucho humor. Es un humor además de gracieta, de girito.

R. Y luego el libro que escribí específicamente de humor, que era Gordo de feria, a mí no me pareció gracioso. Sí, no sé, si estamos hablando de la fiesta y de España hay que meter humor. En España tenemos muy buen sentido del humor. ¿Francia tiene sentido del humor? Ahí lo dejo. Son intensitos.

P. Otra cosa son los ingleses.

R. Sí, y me divierten mucho. Y los irlandeses también. Creo que porque son católicos. Algo tendrá el agua del bautismo o el vino de la comunión.

placeholder Foto: A. B.
Foto: A. B.

P. Lo que pasa es que ahora nos tomamos todo como muy en serio, ¿no crees?

R. Demasiado, sí. Con razón para algunas cosas. También tiene que ver con esa cosa española que se decía en los años 50 de que el español estaba siempre enfadado. Y creo que ahora con razón también, pero creo que también es bueno no estar siempre ofendido. En algún momento, hay que reaccionar. Si estás siempre ofendido, que al menos ese enfado te lleve a algún lado. Además me da miedo que el humor se pueda perder.

P. Siempre hemos sido un país chistoso…

R. Sí, y ahora hay que tener más cuidado. Yo por eso no tengo redes sociales. Porque seguro que metía el zanco a la primera. Lo mismo que por lo que no tengo coche, porque me metería a 220 a la primera de cambio. No tengo ni coche ni redes. Mis límites.

P. Esta es tu novena novela…, pero habrá gente que lea esta entrevista y piense: 'Pues yo no conozco a Esther García Llovet'. ¿Quién eres? ¿Por qué escribes?

R. Hasta los 40 no había escrito nada. Fue un libro que nunca se publicó, afortunadamente porque era horrible. Fue el inmediato al primero que fue Coda. Yo no pensaba que fuera a escribir nunca. Y, desde luego, nunca pensé que lo que yo escribiera fuera a publicarse y que lo hiciera Anagrama. Es como todo sorprendente, lo que pasa es que yo tengo el sí fácil. Hace un mes dije lo de siempre: ¡ya no escribo más! Es como lo del último cigarrillo, nunca más voy a volver a fumar…

P. ¿Pero es porque te cuesta mucho y lo sufres?

R. No, no, me gusta mucho, me encanta. Pero siempre hay momentos en los que digo que quiero hacer fotos, cine, otras cosas…, pero me levanto por la mañana y, de repente, tengo otra idea. Y me vuelvo loca y tengo que escribir ya. Pero como me las quito de en medio muy rápido, ya me meto en otra movida. De hecho, ya tengo la idea para la siguiente.

P. ¿Y cómo te vienen las ideas?

R. Así, me vienen: se puso verde el semáforo y yo crucé. Y a partir de ahí ancha es Castilla y Alemania qué lejos está.

P. Hiciste una entrevista con Sara Mesa en Jotdown en la que le confesabas que vivir de la literatura en España es muy difícil y que hay que tener otro colchón porque si no es imposible.

R. Viven muy pocos. Yo vivía del alquiler de un piso que tenía y que ahora he vendido porque no tenía pasta para hacer reforma. Así que mi idea ahora es ponerme a escribir guiones. Que es donde está el dinero. Yo he tenido mucha suerte de poder tener algo detrás que me diera un respaldo porque, si no, ni de coña. Y la mayoría de la gente que escribe tiene también un curro detrás que se lleva un huevo de horas. Es verdad que yo escribo rápido, pero si no tuviera la mañana esa para escribir no podría.

P. Mucha gente está escribiendo gracias a las becas en residencias. Otra cosa es que salga bien, mal o regular.

R. Claro, es que, si no, no se puede. Esto no da nada de pasta. Ni aunque te den un premio. Donde está el paganini es en los guiones. ¿Sabes cuánto dan por un guion? Pues si es para una serie hasta 40.000 pavos. Que te pagas un piso escribiendo tres. Aquí lo dejo negro sobre blanco.

P. Como decías, empezaste hace 20 años con Coda, publicada en Lengua de Trapo. Luego publicaste en otras editoriales pequeñas. Quizás es un sesgo porque ahora solo vemos dos supergrupos editoriales, pero ¿tú dirías que hay menos posibilidad hoy de publicar siendo debutante o es igual que hace 20 años?

R. Yo creo que hay editoriales pequeñas muy buenas. Chai es buenísima, Malas tierras también, Círculo de Tiza es muy buena… Lo que pasa es que las pequeñas, en cuanto empiezan a funcionar, se las come una grande.

placeholder Foto: A. B.
Foto: A. B.

P. También, y aquí hago autocrítica, como se publica tantísimo, los medios nos centramos menos en las pequeñas…

R. También te digo que las primeras entrevistas las he tenido cuando empecé a publicar en Anagrama. Y yo había estado antes en cuatro editoriales independientes. Pero las editoriales en las que yo estaba fenecieron.

P. Por cierto, mientras leía el libro, pensaba que eras valenciana, aunque también pensé que eras de Madrid por los anteriores. Y resulta que eres de Málaga.

R. Bueno, es que acento tengo poco. También es que llegué a Madrid con siete años. Pero, cuando descubro el paisaje mediterráneo que es Valencia, también me doy cuenta de que me gustaba porque es mi mar. Me acuerdo en Fuengirola de pequeña y las sombras que daban los edificios altos sobre la arena. Y eso es algo que he recuperado en la literatura. Esas cosas que cuando tienes 8-12 años te dejan superhigh y luego salen muchos años después. Y eso es el Mediterráneo para mí, y da igual si es Valencia o Málaga.

P. Pero te tenía muy asimilada a Madrid por la trilogía anterior en la que aparece ese Madrid marginal, periférico y trapicheos nocturnos.

R. Está ahí. Yo siempre he vivido cerca de la M-30. Ahora tengo un documental sobre la M-30 en el Conde Duque. Me fascina. Tanta ciencia ficción y tenemos la M-30. Es rarísima.

P. ¿Por qué?

R. Porque todo el interior de la M-30 está muy asilvestrado. Es todo zona verde y creo que, si juntas todo lo verde de la M-30, es más grande que El Retiro. Y es un paisaje raro que me gusta. Es muy valenciano. Valencia es la M-30.

P. ¿Cómo ves el Madrid actual?

R. Están entrando turistas todo el tiempo. El otro día estuve en el Retiro y había tanta gente como en la Gran Vía. En el Retiro antes no había tanta gente. Había alguna señora con el perro… Hay gente todo el rato, no sé qué les dan. Me gusta mucho pasar por la Puerta del Sol de noche, ya tarde, porque descubres Madrid cuando ya no hay gente. Por un lado me parece que Madrid está muy bonita, el Madrid de los Austrias, que es muy visitable y turístico, pero ya no se puede ir de día. Y ahora vivo en La Prospe, que me encanta porque es barrio barrio. Lo tengo todo.

P. Para terminar, escribiste Cómo dejar de escribir sobre los márgenes del mundillo literario. ¿Por qué hoy con tantas novelas publicadas y en una editorial ya como Anagrama quieres seguir en estos márgenes?

R. Siempre me ha dado un poco de reparo. Mi forma de escribir me divierte y casi no me considero escritora… Siempre oigo a los mejores escritores y pienso: 'Vaya, qué bien hablan', como algo más que escribir, por eso yo siempre me he mantenido un poco fuera. Luego, además, yo empecé mayor y ya tenía mis amistades. Tengo muchos amigos fotógrafos, no sé… quizá por algún tipo de afinidad me compenetro mejor con gente que trabaja con la imagen. Pero, no sé, no tengo una respuesta.

Esther García Llovet (Málaga, 1963) es una escritora que, con sigilo —se agradece— ha publicado ya nueve novelas. Empezó en 2003, con 40 años, y desde entonces han ido llegando a las librerías estas pildoritas —siempre son novelas cortas, y también se agradece— plagadas de personajes estrambóticos, marginales, vivalavirgen en muchos casos, como ella misma los define, que habitan una España rara, surrealista, muchas veces cutre, pero también muy nuestra y fácilmente reconocible.

Literatura Novela