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El hombre que pide que veamos la naturaleza como los chamanes para no irnos al carajo
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Entrevista

El hombre que pide que veamos la naturaleza como los chamanes para no irnos al carajo

El antropólogo Jeremy Narby publica 'El misterio último. En busca de la inteligencia de la naturaleza', en el que estudia cómo animales y plantas no son muy diferentes a todos nosotros

Foto: El antropólogo Jeremy Narby en la Amazonia peruana. (Phillipe Randin)
El antropólogo Jeremy Narby en la Amazonia peruana. (Phillipe Randin)

El canadiense Jeremy Narby (Quebec) lleva años conviviendo con los indígenas de la Amazonia peruana. Como antropólogo de formación —lo que le ha llevado a algún enfrentamiento con los científicos— estudia la vinculación que los chamanes tienen con la naturaleza para intentar desvelar sus secretos y cómo podemos aprender de animales y plantas para evitar la catástrofe planetaria.

Su nuevo libro, El misterio último (Errata Naturae), habla precisamente de estos animistas y de la inteligencia de muchos animales, incluso aunque solo tengan una célula. Narby quiere ampliar la mirada de los occidentales para que miremos el mundo de otra manera: con más afecto y respeto a lo que tenemos a nuestro alrededor, que no es muy diferente a nosotros. Y de eso habla en esta entrevista por Zoom.

placeholder 'El misterio último', de Jeremy Narby. (Errata Naturae)
'El misterio último', de Jeremy Narby. (Errata Naturae)

PREGUNTA. Tengo plantas y les hablo todos los días. Me sale solo aunque obviamente sé que no me van a contestar. No sé qué cosa ritual o sagrada dice esto de los seres humanos y cómo les afecta si ellas no son como nosotros.

RESPUESTA. Por un lado, es obvio que somos un poco distintos a las plantas, pero todos somos también seres biológicos, terrestres hechos de células. Es obvio que ellas no tienen órganos, no tienen sistema nervioso central ni cerebro, ni son individuos en el sentido de ser “indivisibles”. Ellas, al contrario, si se las corta, pueden crecer como dos plantas. Sin embargo, cada vez empezamos a comprender más con pruebas científicas que las plantas perciben el mundo que les rodea, integran información, toman decisiones, actúan y se comunican con otras plantas. No hablando como nosotros con sonidos, sino produciendo sustancias químicas. Por ejemplo, la nicotina de la planta del tabaco no le sirve para nutrirse ni reproducirse, pero sí para interactuar con animales. Es un veneno y les mata si comen de la planta. Es una defensa. De todas formas, no sabemos por qué las plantas emiten tantas sustancias químicas, aunque tampoco entendemos muy bien por qué los humanos estamos todo el día hablando sin decir nada.

P. En el libro cuenta la relación que ha tenido con chamanes y su vinculación con animales y plantas a partir del uso de drogas como la ayahuasca. ¿Qué podemos aprender de ellos?

P. Un ayahuasquero me dijo que cada ser vivo tiene su melodía, como su personalidad. Y como chamán tú puedes aprender la melodía de esta planta. Y, si tienes un vínculo con esta planta y quieres agradecerle algo, puedes cantarle con tu voz humana. Esto es un concepto chamánico y es lo que tú estás haciendo hablando con tus plantas. Es una manera muy antigua de tener un vínculo con un ser al que le muestras afecto y respeto.

La ciencia es una manera de entender el mundo objetivándolo y considerando a las plantas y animales como objetos. En este sentido, la ciencia ha mostrado su fortaleza. Sin embargo, la manera chamánica considera a estos seres como sujetos y trata de mantener un vínculo con ellos. Y yo creo que es un camino complementario al de la ciencia. Una vez que hemos utilizado el camino científico para conocer las moléculas de la planta o cómo funcionan sus células, a partir de ahí recorremos el que señala que la planta es algo más que una máquina, que percibe, recuerda, comunica, toma decisiones… Se trata de crear, por tanto, un vínculo afectivo con el mundo que nos rodea. Como occidentales es importante darnos cuenta de que nuestras culturas han operado una ruptura entre el humano y el resto, pero la propia ciencia nos está diciendo que tenemos un parentesco absoluto con otras especies. Y tenemos que darnos cuenta también de que el mundo que vivimos es el único que tenemos, por lo que hay que cambiar la manera que tenemos de mirarlo como un conjunto de objetos que podemos consumir porque, si no, no va a quedar mundo ni para los animales, ni plantas ni para nosotros. Así que lo que hay que tratar es de verlo más allá de la visión objetiva. No se trata de imitar a los chamanes, pero ahí hay cosas que podemos entender. Ellos ya han pensado en la subjetividad de las otras especies. Y no tienen razón en todo, pero podemos dialogar con ellos en lugar de ridiculizarlos porque ahí hay sabiduría.

Hay que romper con los límites de la manera científica de ver el mundo y abrirnos. El problema es que el acercamiento occidental al saber a través de la ciencia y el judeocristianismo ha establecido que nuestra religión y ciencia son los únicos que funcionan y que los saberes que no proceden de la fuente racional no son un saber. Los chamanes nunca han tenido este problema, nunca han pensado que los occidentales no sabían nada y que la ciencia no tenía valor. Son muy flexibles. Así que, si tenemos bilingüismo, también podemos tener bicognitivismo —el saber científico y el saber chamánico—, que es lo que tienen los indígenas y podemos aprender de ellos.

"La manera chamánica considera a estos seres como sujetos. Es un camino complementario al de la ciencia"

P. De hecho, como señala en el libro, Darwin ya hablaba de esto y de una especie de bicognitivismo, pero, después el siglo XX, fue fundamentalmente científico y los saberes más subjetivos se destronaron. Sin embargo, cada vez se escuchan más planteamientos como el de usted a favor de saberes menos “racionales”. ¿El antropocentrismo está en declive?

R. Sí. Una de las pruebas es esta conversación o que hayan publicado mi libro. Hay mucha gente que se está dando cuenta de estos problemas. Sin embargo, llevo años esperando a que las universidades trabajen con indígenas. Ha empezado un poco en Brasil y Canadá, países donde hay poblaciones indígenas. Por ejemplo, en Canadá tienen un problema con la contaminación de los ríos, pues trabajan por renaturalizar el río a partir de lo que los indígenas saben de los ríos. Y los científicos tienen la obligación legal de consultar a los indígenas. Pero no es fácil, porque la ciencia está armada en contra de todo esto, no es fácil que tome en serio a los animistas porque, además, es dejar entrar cosas opuestas a los principios de la ciencia. Pero es lo que digo que hay que aprender: estar con la ciencia, que es nuestro idioma materno, y al mismo tiempo ver cómo se puede estudiar el mismo asunto en otro idioma.

Como contraejemplo, no sé cuál es la situación en España, está Francia, donde eso de llamar a chamanes e indígenas es anatema. El saber cartesiano no se mezcla con nada. Por tanto, hay sitios donde se está avanzando y, en otros, nada.

P. Esto también nos lleva a definir qué es la inteligencia. Quizá tenemos que romper con los parámetros que usábamos hasta ahora, según la ciencia occidental.

R. El concepto de inteligencia no se puede entender sin tomar una perspectiva histórica. Es un concepto bastante europeo, la etimología es latina —inter leggere, 'escoger entre'— y, puesto que los occidentales han mirado a los humanos como radiclamnete diferentes a las otras especies, han definido la inteligencia en términos exclusivamente humanos. Es decir, no solamente éramos los únicos sujetos, sino los únicos, además, con inteligencia. Y había una lista sobre las especificidades humanas donde la inteligencia era una de ellas. Esto hace que existan más 70 definiciones de inteligencia y casi todas en términos casi exclusivamente humanos. A mí no me parece muy inteligente tratar de inventar una nueva definición, más bien es que todas las definiciones que tiene son problemáticas. Hasta el punto de que hay resistencia para aplicar este concepto a otras especies. Y esto lo que demuestra no es que no haya inteligencia en la naturaleza, sino que hay falta de inteligencia en nuestros conceptos.

placeholder Jeremy Narby (derecha) en la Amazonia peruana. (Jim Sanders)
Jeremy Narby (derecha) en la Amazonia peruana. (Jim Sanders)

P. Bien, y perdone que tenga una concepción tan occidental del asunto, pero, entonces, ¿qué es lo que nos hace humanos?

R. Quieres extraer de mi boca una declaración sobre la especificidad humana y, realmente, después de tantos siglos occidentales obsesionados con el tema, no respondo a esa pregunta. Yo lo que estoy estudiando es lo que compartimos con otras especies, porque la lista es muy larga. Nos hemos pensado siempre tan diferentes. John Locke, ya en el siglo XVII, decía “los animales son incapaces de la abstracción”. Sin embargo, ya se ha demostrado que incluso las abejas, con un cerebro como un grano de azúcar, manejan conceptos abstractos, por lo que tenemos que borrar “abstracción” de la lista. Otro ejemplo, si tu criterio para definir inteligencia es “aquellos que son capaces de construir estructuras semisumergidas”, pues ahí los castores son los seres más inteligentes del planeta. Pero, claro, si hablamos de que ser inteligente es tener capacidad de abstracción o construir cohetes a la Luna, ahí los leones no están, pero están haciendo otras cosas. Cada uno tiene su especialización. Ahora bien, lo que nos ha dado a los humanos nuestro poder es que podemos acumular el saber a través de la cultura. De la oralidad al texto. Los indígenas siempre han transmitido su saber a través de las historias, pero con el texto puedes dejar el saber en la cultura, que es la que nos da la capacidad para dominar a las otras especies. Somos animales y, al mismo tiempo, animales culturales que tienen acceso a la sabiduría. Esa es nuestra gran especificidad.

P. De todo el estudio de animales y plantas, ¿qué especie le ha resultado más asombrosa? Leía, por ejemplo, sobre las cucarachas y su capacidad para saber por dónde les viene el peligro y por eso huyen tan fácilmente.

R. No es el delfín ni el perro, que entiende hasta 1.200 palabras, es el moho mucilaginoso, que se burla de las categorías del mundo viviente. Es al mismo tiempo un hongo, una ameba… Tiene una sola célula, pero puede crecer y tener el tamaño de una mano humana. Es una sola célula capaz de encontrar el camino más corto en un laberinto. No tiene cerebro, ¿cómo lo hace? Cuando el japonés Nakagaki demostró en 2003 que este moho podía hacer eso, el test del laberinto es el que medía la inteligencia y el moho cumplió. Los resultados salieron en Nature y hubo dos reacciones: los periodistas japoneses querían saber cómo lo había hecho, pero los occidentales no querían utilizar el concepto de inteligencia para un moho, ya que decían que implicaba al menos tener un cerebro. Los japoneses vienen de una cultura animista y nunca han tenido la barrera entre humanos y los demás, por lo que era evidente que una sola célula podía hacer eso, solamente querían saber cómo lo hacía. Al final lo dejaron en smart, aunque tampoco es la palabra adecuada.

"El moho mucilaginoso es una sola célula capaz de encontrar el camino más corto en un laberinto. No tiene cerebro, ¿cómo lo hace?"

P. Su visión chamánica del mundo me pone en una posición complicada: ¿cómo puedo comer o vestirme gracias a los animales y plantas si las veo como me veo a mí misma? Y esto, por supuesto, dando por hecho que los mataderos estén en las mejores condiciones para los animales.

R. Esto que planteas es el desafío de los animistas, ya que están condenados a comerse a su propia familia. Ellos saben que, cuando van a matar a un animal para comérselo, hay que hacerlo bien y agradecérselo. Todos estamos condenados a comer otros organismos, ya sean vegetales o animales. También hay otros seres que nos comerían a nosotros y todos vamos a morir, pero, cuando tomamos la vida de otro ser, según los animistas no hay que parar de hacerlo, sino hacerlo bien: matar solo lo que necesitamos, matar con respeto y el menor sufrimiento posible, no matar 1.000 animales y después dejar pudriéndose a la mitad. Cuando aprendes a ver el mundo con parentesco hacia otros seres vivos, reconoces esa relación, pero no dejas de matar, solo lo haces bien.

P. ¿Europa va retrasada con respecto a otros países en este tema?

R. No soy un especialista en derechos de los animales porque es un tema complejo, pero lo que dicen los especialistas es que hay mejoras. En Suiza, en Zúrich, algunas especies de animales son reconocidos como seres con derechos y tienen hasta un abogado. Por ejemplo, los gorilas del zoo.

P. ¿Ah, sí? Vaya, ¡qué sorprendente!

R. Sí, sí, esto no pasa en otros cantones. Son cosas que poco a poco cambian. Europa está mejor que China, mejor que el mercado de Wuhan, que es un ejemplo de lo que puede ser problemático no solo en el tema de la salud, sino de los derechos de los animales. Cada país tiene su sensibilidad. Ahí están los japoneses, que tienen toda una sabiduría animista y al mismo tiempo es uno de los países con más contaminación y más extinción de especies. En Europa, si vas a ver cómo se trata el ganado… En Suiza, la gente come mucho cerdo. Bien, en la parte francesa hay una mentalidad más como la francesa, por lo que los cerdos están escondidos en las granjas mientras que en la parte alemana, que son más abiertos a lo ecológico, los cerdos están pastando fuera y los ves. Yo vivo en la parte francesa y aquí nadie quiere ni ver a los cerdos.

"Hay que matar solo lo que necesitamos, matar con respeto y el menor sufrimiento posible, no matar 1.000 animales y después dejar pudriéndose a la mitad"

P. Al principio del libro, cuenta su conversación con una granjera de Estonia sobre los secretos de la naturaleza. ¿Cómo podemos adentrarnos en ella y conocer esos secretos?

R. La naturaleza por un lado es visible. Pero no es que sea más visible, sino que la miremos de forma distinta sabiendo que, tras las apariencias, hay seres que no son tan distintos a nosotros, que quieren vivir, que les gusta comer, beber, reproducirse, tener una vida buena, y lo que podemos hacer es tomarnos tiempo para mirar el mundo que nos rodea con afecto. Tratar de tener conversaciones con las plantas, cultivar amistad con lo no humano.

P. Y, claro, al final surge la pregunta: ¿todo esto lo diseñó algo inteligente?

R. Esta es una pregunta metafísica, casi teológica y necesariamente especulativa. La pregunta del origen de la vida escapa por el momento a lo que es verificable. Hay 100.000 escenarios posibles y ninguno es comprobable. Vivimos en un mundo que es complejo y en el que hay mucho misterio, pero hay cosas que podemos tocar, ver, comprobar, y, para mí, el trabajo está ahí. Preguntas como esta están fuera de nuestra capacidad de saber y tocan la creencia. Yo prefiero centrarme en asuntos que puedo conocer. Y acepto el misterio: no sabemos de dónde viene la vida. Ahora, si me pusieran una pistola en la cabeza, diría: el ADN es un texto complejo que, para hacer una sola célula, necesita una información organizada y todos los seres vivos tienen este código. Nunca se ha visto un código surgir de la nada. Por tanto, la presencia de este código es una prueba de la presencia de inteligencia. Hay personas que creen que el ADN surgió por azar. A mí no me interesan las creencias, pero entiendo que cada uno debe de tener un punto de vista. Yo lo que creo es que la vida no ha surgido de la nada por ninguna razón, pero tampoco creo en un Dios masculino, abstracto, que está en algún sitio en el cosmos. El universo es tan grande que cómo se puede imaginar que un cerebro de 4,5 kilos como el nuestro puede entender todo el cosmos. Tener certezas sobre el origen del cosmos me parece una locura. Es más exacto decir: soy una criatura terrestre, tengo un cerebro limitado, mente limitada y hay muchos misterios que acepto. Es mucho mejor reconocer que las grandes preguntas se nos escapan.

El canadiense Jeremy Narby (Quebec) lleva años conviviendo con los indígenas de la Amazonia peruana. Como antropólogo de formación —lo que le ha llevado a algún enfrentamiento con los científicos— estudia la vinculación que los chamanes tienen con la naturaleza para intentar desvelar sus secretos y cómo podemos aprender de animales y plantas para evitar la catástrofe planetaria.