Es noticia
"Cela siempre fue un jeta". Camilo José y Marina: historia oculta de un pelotazo
  1. Cultura
Negros y artimañas

"Cela siempre fue un jeta". Camilo José y Marina: historia oculta de un pelotazo

Cómo Camilo José Cela ganó el Nobel, puso el turbo con su pareja e hizo caja como nunca había hecho antes un escritor en España... sin importar el cómo

Foto: Marina y Camilo en el baile del Nobel. (EFE)
Marina y Camilo en el baile del Nobel. (EFE)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

En 1996, los Sex Pistols regresaron ante la estupefacción general. Antes de que les acusaran de peseteros, los Pistols se adelantaron bautizando su regreso como: "Gira del lucro indecente". Pues bien: en una gira de naturaleza parecida llevaban embarcados Camilo José Cela y Marina Castaño toda esa década...

La comparación con la broma 'punk' de los Pistols no es gratuita, como veremos más adelante, aunque quizás a Cela, amigo del exabrupto y las salidas de tono, le hubiera gustado más llamarla "Gira con la chorra fuera". Esta es la historia de esa gira. O cómo un escritor que nunca dejó de escalar, se lio con una mujer que podía ser su hija, ganó el Nobel, puso el turbo e hizo caja como nunca había hecho antes un literato en España... sin importar el cómo.

Foto: Marina Castaño y Camilo José Cela, en una bonita imagen de su vida en común. (Cortesía Marina Castaño)

Historia vigente en el 20 aniversario de la muerte de Cela. Castaño acaba de publcar una carta en 'Vanitatis' que ha dejado perpleja a media España por su vitriolo. Castaño denuncia que el legado de Cela ha sido abandonado por autoridades públicas y presuntos amigos. ¿Nostalgia de los locos años 90 cuando Camilo y Marina eran los reyes del mambo y volaban por encima del bien y del mal?

Los glotones

Cuando se conocieron a mitad de los 80, Marina era una veinteañera desconocida y Camilo un setentón prestigioso, pero quizá tenían más cosas (ambiciosas) en común de lo que parecía. Pese a que el Nobel de literatura era objetivo declarado de Cela desde su juventud, ganarlo en 1989 no apaciguó su glotonería crematística y, aunque es humano querer aprovechar el tirón, los cambalaches de la pareja esos años fueron dignos del Berlanga más esperpéntico. El momento de mayor gloria cultural de Cela, en definitiva, derivó en tremendo lodazal.

La Fundación Nobel pagó a Cela 54 millones de pesetas en diciembre de 1989. 18 meses después, la superagente Carmen Balcells escribió una carta a Jesús Gil en nombre de Cela. Gil llevaba apenas dos meses como alcalde de Marbella, pero ya había quién veía fabulosas posibilidades de negocio a cuenta del erario público: Balcells/Cela propusieron a Gil escribir un libro sobre Marbella por 250 millones de pesetas, 4,6 veces más que el Nobel.

La carta, publicada en ‘El País’, forma parte de los papeles de Balcells vendidos a Cultura y depositados en el Archivo General de la Administración.

"Es muy probable que Cela hiciera acopio de sus experiencias más sensuales como alguien que ya es paradigma del arte de vivir", contó Balcells a Gil sobre el futuro libro, que se promocionaría con un anuncio de Cela por Marbella en un descapotable conducido por Castaño. Cuesta abajo y sin frenos.

No constan los motivos, pero Gil declinó la oferta de Cela; decisión, sin duda, histórica: Jesús Gil como sobrio tecnócrata que frenaba la dilapidación de recursos públicos en proyectos de dudosa utilidad social. O quizá Gil no vio claro cómo sacar tajada personal de la novela de Cela, que todo puede ser.

El préstamo

En abril de 1994, se publicó la primera novela de Cela tras ganar el Nobel: ‘El asesinato del perdedor’. Medio año después, Cela ganó el Planeta (50 millones de pesetas) con una nueva novela: ‘La cruz de San Andrés’. ¡Dos novelas en seis meses! ¡Cela había entrado en frenesí creativo! Cinco años después, supimos que una desconocida escritora gallega de 62 años, Carmen Formoso, había denunciado a Cela por plagio. Atentos.

Formoso decía haber mandado un manuscrito al Planeta (‘Carmen, Carmela, Carmiña’) el mismo año que Cela… y que su manuscrito había sido fusilado hasta convertirse en ‘La cruz de San Andrés'. La denuncia sonaba inverosímil. El Nobel “no necesita plagiar a nadie, la duda ofende”, bramó Balcells. Castaño habló de “patochada" y "disparate” y acusó a Formoso de querer, ejem, vivir del Nobel. Hasta el propio hijo de Formoso, el abogado Jesús Díaz, se mostró escéptico cuando su madre denunció el plagio en casa. Hablamos con él.

PREGUNTA. ¿Cómo reaccionó cuando su madre acusó a Cela de fusilarla?

RESPUESTA. Mi madre leyó 'La cruz de San Andrés' y dijo que iba sobre su vida. Aseguraba nada menos que el Nobel le había copiado para ganar el Planeta. De primeras, claro, pensamos que estaba desvariando... Pero mi madre se puso en huelga de hambre y no paró hasta que sus hijos leímos su texto y el de Cela… y vimos que tenía razón. Era asombroso. Increíble, pero cierto.

Jesús Díaz Formoso llevó a los tribunales a Planeta en representación de su madre, que había registrado su manuscrito en la propiedad intelectual tras enviarlo al Planeta. La editorial contraatacó querellándose contra Formoso.

"Pensamos que mi madre desvariaba por acusar a Cela de plagio, pero tenía razón"

En la admisión a trámite de la querella contra Cela y Planeta, la Audiencia Provincial de Barcelona aseguró que había "innumerables coincidencias, argumentales, de personajes, tiempos, circunstancias e, incluso, frases textuales" entre ambas novelas.

Tras años de querellas cruzadas, el caso quedó empantanado tras morir Cela y José Manuel Lara, presidente de Planeta. Aunque algunas instancias judiciales lo consideraron así, finalmente no hubo sentencia firme de plagio.

“No creo que hubiera corrupción judicial, sino predisposición a creer a una parte —Planeta y Cela— más poderosa que la otra. Llegó un momento que mi madre no podía más con este asunto”, según el abogado e hijo de Formoso.

Lo que sí hubo fue, según las investigaciones de Formoso y biógrafos críticos del Nobel, una rocambolesca operación entre Planeta, Balcells y Cela repleta de triquiñuelas. Terminado el plazo de entrega de manuscritos para la edición de 1994 del Planeta, Cela no solo no había entregado ninguno, sino que acababa de publicar otra novela. No fue óbice para que la editorial y el escritor pactaran presuntamente el premio. Solo había un problema: no había novela..., pero alguien decidió que era buena idea tomar prestado otro manuscrito del concurso (que tenía temática gallega y aires a Cela) para que Cela (o su equipo) lo reelaborara, según Formoso.

‘La cruz de San Andrés’ y ‘Carmen, Carmela, Carmiña’ compartían personajes, estructura y temática (los flirteos de unas amigas gallegas con la magia negra), además de no pocas frases literales; con todo, más que de plagio, se podría hablar de “apropiación indebida”, según el periodista Tomás García Yebra, que resume así el 'modus operandi': "El manuscrito de Formoso fue reescrito por los negros de Cela y el Nobel le puso la guinda".

Por si todo esto no fuera suficiente, Cela decidió darle un giro 'Sex Pistols': incluyó en 'La cruz de San Andrés' párrafos desconectados de la trama en los que parecía hablar en clave de su trapicheo con Planeta...

A mí me anticiparon mucho dinero, bueno, mucho dinero para mi exhausta bolsa, la verdad es que no llegó a los seiscientos mil dólares, y aunque al principio lo dudé, ahora que ya no me queda más que un año escaso de vida, eso es lo que dicen los médicos a mi marido y a nuestros hijos y nueras, todos crueles y avergonzados, todos ávidos y parásitos, acepto la propuesta y empiezo esta crónica desorientada y levemente ortodoxa: todos debemos someternos a las sabias normas dictadas por los comerciantes y los síndicos”, escribió Cela.

En otro de los párrafos en clave, Cela pareció referirse a Balcells y a Planeta en términos de máximo cinismo: "Tanto Paula Fields como Gardner Publisher Co. tienen sus prejuicios y sus manías (y motivaciones maniáticas), lo verdaderamente ejemplar es que todo lo convierten en dinero, todo lo que tocan se vuelve dinero y son capaces de vender los más raros productos de la subinteligencia".

Cela despreció siempre el Premio Planeta. Tomó como base mi novela. Luego aprovechó su talento para reírse de mí y del Planeta”, contó Carmen Formoso tras poner la denuncia. ¿Se rio Cela de ella en el libro? En ‘La cruz de San Andrés’ hay un personaje secundario humillado llamado… Formoso.

“Creo que Cela no estuvo en el ajo del todo. Quizá Planeta le pasó el manuscrito de mi madre diciéndole que tenían los derechos y podía reescribir por encima. Cela denunció el apaño a su manera dentro del libro. Fue una jugarreta de Cela a Planeta”, según el abogado de Formoso.

Los clones de Cela

Puede que el caso de ‘La cruz de San Andrés’ fuera escandaloso, pero no era insólito en la trayectoria del escritor.

En ‘Desmontando a Cela’ (2002), Tomás García Yebra identificó por sus iniciales a seis negros del escritor. La cosa fue a más en los 90. “Cela escribía bajo inspiración asistida”, recuerda ahora Yebra.

“Tenía un estilo muy marcado e imitable. Un Latre de la escritura calca fácilmente al Cela tardío. Los ‘secretarios’ de Cela le hicieron muchos trabajos”, según Yebra, antiguo periodista de Colpisa, que ahora imparte cursos de escritura y regenta una librería museo en las Navas del Marqués.

Tras ganar el Nobel, el aumento de los encargos fue paralelo a la falta de ganas del escritor. La columna semanal que Cela escribió esos años en ‘ABC’, ‘El color de la mañana’, solía escribirla un negro, según fuentes del periódico. "No es que se desentendiera del todo de las columnas. Leía lo que escribían los negros, añadía dos chistes o brochazos de estilo, y mandaba la columna al 'ABC", cuenta una fuente conocedora del trampantojo.

"Al final, era todo negros y subirse a lo que fuera que diera dinero"

La ley del mínimo esfuerzo/máximo beneficio generó más episodios grotescos. En el II Congreso Internacional de la Lengua en Valladolid, en 2001, Cela dio un discurso inaugural que a alguien le sonó familiar: era el mismo que había dado en el anterior congreso de la lengua en México, en 1997, muy parecido también al que dio en la Expo 92.

Preguntado entonces por la costumbre del Nobel de plagiarse a sí mismo (cobrando), Juan Marsé respondió: “Cela es un jeta, pero no hay que sorprenderse, porque toda la vida ha sido así”.

Habla García Yebra:

“Cela quería ganar el Nobel y lo ganó. Tiene mucho mérito. Manejaba hilos, conoció a un miembro de la Academia Sueca, le invitó a Guadalajara, patatín patatán. El problema de sus años finales fue el contraste entre la energía empleada en conseguir los laureles y la caída brutal de su obra literaria. Al final, era todo negros y subirse a lo que fuera que diera dinero”.

“Tenía una capacidad verbal brutal. ‘Pascual Duarte’, ‘La colmena’ y el ‘Viaje a la Alcarria’ son maravillosos. Pero siempre fue mejor prosista que novelista. Al final le costaba un mundo crear personajes o armar una novela, y le gustaba más el dinero que la literatura. ¿Es delito? No. ¿Lo era recurrir a negros? Tampoco. La ética ya tal”.

Hombre anuncio

Cela fue esos años imagen publicitaria de Campsa y de la patata gallega: cobró 24 millones de pesetas de la Xunta y unos cuantos más de la petrolera (la campaña de Campsa con el escritor costó 100 millones en total).

A Castaño, por su parte, se le acumuló el trabajo: columnista en 'ABC', tertuliana en Telecinco y Onda Cero, vicepresidenta de la Fundación Camilo José Cela, vocal de la Universidad Camilo José Cela y novelista con Planeta.

La Fundación Cela en Iria Flavia se llevó 1.138 millones de pesetas en subvenciones (la mitad de ellas públicas) entre 1985 y 2000. La revista gallega 'Tempos novos' denunció de desvío de fondos a la pareja vía sociedades interpuestas. Muerto el escritor, empezó el follón judicial. La fundación pasó a ser pública y Castaño fue absuelta de malversación de caudales públicos.

La primera mujer (Charo Conde) y el hijo del escritor (Cela Conde) mantuvieron esos años una agria disputa con Castaño por la herencia del escritor. Antes de morir (2002), Cela cambió su testamento en favor de Castaño, pero el Supremo condenó luego a Castaño y a la Fundación Cela a pagar 5,2 millones al hijo del escritor.

Marina Castaño nunca ha tenido una imagen pública simpática. En los 90, no era fácil toser a Cela en público tras ganar el Nobel 33 años después para España, así que los cuchicheos maledicentes solían caer del lado de Castaño. La opinión pública funcionaba un poco así: Cela se pasó de frenada en los 90, vale, pero don Camilo era así, y, en cualquier caso, quizá fuera todo culpa de su ambiciosa nueva pareja.

La periodista Raquel Piñeiro, experta en fundir las tramas sociales y sentimentales de las ‘celebrities’, califica a Castaño de “blanco fácil” en este artículo imprescindible sobre la boda de la pareja en ‘Vanity Fair’.

"Cela era bastante más que un trepa, eso sí, cuando trepaba, lo hacía a lo grande"

Cela Conde denunció que Castaño faranduleó a su irreconocible padre de los 90. O la chica joven llevando por el mal camino al anciano enchochado y de voluntad anulada.

No obstante, los biógrafos críticos de Cela matizan la tesis de que el Cela noventero estuviera embrujado por Castaño o fuera de sí. “Es el mismo Cela de siempre, pero en circunstancias vitales muy diferentes”, según Ian Gibson, autor de la biografía ‘Cela, el hombre que quiso ganar’.

Como recordó Gregorio Morán en su semblanza de Cela en ‘El cura y los mandarines’, el intento de venderle un libro a Jesús Gil recordaba a otro episodio oscuro de la vida de Cela: cuando en los años 40 escribió una novela por encargo de la dictadura venezolana de Marcos Pérez Jiménez: ‘La catira’. ¿Hay coherencia biográfica? “Yo no hablaría de coherencia, es como decir que un carterista que lleva robando carteras toda la vida demuestra coherencia; yo hablaría más bien de continuidad entre el Cela de Venezuela y el Cela de Marbella”, cuenta Morán vía telefónica.

“Cela nunca tuvo dificultades, siempre supo sobrevivir, pero su relación con el dinero era pasional. Quizá su tren de vida fuera demasiado alto para lo que le daba la literatura y acabó convirtiéndose en un personaje social sin haber sido nunca sociable”, cuenta Morán sobre los últimos años de Cela, cuando su exposición mediática fue constante junto a Marina Castaño.

“No creo que haya en la his­to­ria de la lite­ra­tura espa­ñola desde Que­vedo un trepa con tanto talento para tre­par como Cela. Cual­quier deci­sión que toma siem­pre tiene un doble fin: subir la cucaña”, contó Morán a ‘Qué leer’ tras publicar ‘El cura y los mandarines’.

"Le gustaba más el dinero que la literatura. ¿Es delito? No. ¿Lo era recurrir a negros? Tampoco. La ética ya tal"

Pasados los años, Morán precisa ahora el tiro: “Llamar trepa ahora a Cela, con todos los que han venido por detrás, quizá sea demasiado desdeñoso. Cela era bastante más que un trepa, eso sí, cuando trepaba, lo hacía a lo grande, con grandilocuencia. Cela fue un personaje de la historia de la literatura, pero también de la España de la época”, afirma Morán.

“A los 25 años había escrito una bomba de relojería, ‘La casa de Pascual Duarte’. A los 60 era un hombre que hacía malabarismos con el lenguaje, y de vez en cuando soltaba un taco o se tiraba un pedo. Se ahogó en su propio gas”, zanja Yebra.

Posdata

El 10 de abril de 1991, tuvo lugar una conjunción astral en Madrid: dos premios Nobel españoles (Severo Ochoa y Camilo José Cela) juntos en el mismo acto, la presentación de la 'Gran Enciclopedia de España'. Al final del acto, se produjo una situación muy tensa entre ambos, según un testigo directo, Marino Gómez-Santos, biógrafo y confidente de Severo Ochoa: “Un responsable de la editorial le entregó a Severo Ochoa un sobre, expresándole su agradecimiento por haber asistido al acto. Ochoa, sin llegar a abrirlo, lo rechazó diciendo que el agradecido era él por haber sido invitado a colaborar en aquel acto cultural. Fue un instante violento porque Cela hizo un gesto desagradable, mientras se apresuraba a coger el sobre que le ofrecieron a él, no aguardando un minuto más para marcharse. Al despedirse, me dijo al oído: ‘A ver cuándo se muere tu amigo [Severo Ochoa]”.

No hay más mamporros, señoría.

En 1996, los Sex Pistols regresaron ante la estupefacción general. Antes de que les acusaran de peseteros, los Pistols se adelantaron bautizando su regreso como: "Gira del lucro indecente". Pues bien: en una gira de naturaleza parecida llevaban embarcados Camilo José Cela y Marina Castaño toda esa década...

El redactor recomienda